De c¨®mo Mama en Alemania acab¨® escribiendo un libro
F¨¢tima ha tenido a bien escribir para De mamas & de papas el relato de c¨®mo dio con Maromen, acab¨® en Mierdapueblo y termin¨® por convertirse en autora de un se?or libro:
AUTORA INVITADA, F?TIMA CASASECA
Que yo tengo la boca grande es algo que, a estas alturas, supongo no les habr¨¢ pasado desapercibido. A mis padres tampoco, no crean.
Y es que, desde tierna edad, arrastro una tendencia bastante cojonera a hacer afirmaciones vinculantes y algo radicales. As¨ª como del tipo que nunca m¨¢s otro alem¨¢n, jam¨¢s de los jamases me casar¨¦ ni tendr¨¦ hijos y yo no puedo escribir un libro.
Ah¨ª es nada.
La primera de aquellas aserciones lapidarias la incumpl¨ª en un guateque berlin¨¦s. Reci¨¦n escaldadita de un amor¨ªo con teut¨®n, que se acab¨® el mismo d¨ªa que mi dominio del germano me confirm¨® la incompatibilidad de caracteres entre m¨ª misma y el resto de la poblaci¨®n masculina aut¨®ctona, me hab¨ªa propuesto, con firmeza y convicci¨®n, fijarme en alg¨²n Pepe de bien y darle una alegr¨ªa a mi madre. Casi lo consigo, oigan, que cuando divis¨¦ al Maromen entre la humareda poca pinta de tudesco ten¨ªa. Y as¨ª ocurri¨® que, cuando abri¨® la boca y predominaron las consonantes, yo ya estaba enamorada hasta las trancas.
S¨¦ que mis progenitores mantuvieron sus dudas al respecto, que yo muy maternal no he sido nunca y s¨ª, en cambio, propensa a la urticaria en las cercan¨ªas de infantes de todas las edades. Luego me vieron babear olisqueando con frenes¨ª al esperado primog¨¦nito y perd¨ª la credibilidad al completo. La que no quer¨ªa hijos, me jocosean desde entonces.
El traslado al mierdapueblo fue otro cantar. Si les soy sincera, no recuerdo muy bien c¨®mo acab¨¦ aceptando aquel suicidio laboral, social y, sobre todo, an¨¦mico. S¨¦ que el Maromen me coment¨® que iba a tener un buen trabajo, en un lugar sin atascos y que ¨ªbamos a tener jard¨ªn. Y sospecho que lo hizo aprovechando esos d¨ªas del mes traicioneros, en los que todo es amor y sacarosa y solemos plantearnos otro rorro, para asegurarse el s¨ª.
Que, por cierto, vino de serie con otro infante y una mujer al borde del ataque de nervios. O ya me dir¨¢n ustedes si sacar a una madrile?a de Berl¨ªn y meterla en una aldea semidesierta del siglo antepasado no tiene delito. Porque no era s¨®lo la falta de tiendas, ni de cines, ni de restaurantes, ni de transe¨²ntes humanos lo que a m¨ª me preocupaba ¨C al fin y al cabo, por pueblo entendemos todos lo mismo ¨C, sino que era m¨¢s bien el suicidio laboral y el fusionamiento absoluto con la prole de una misma, lo que me ten¨ªa encaramada a las paredes de nuestro hogar.
El d¨ªa que me descubr¨ª embarazada del tercero, justo cuando iba a darme al llanto y pataleo extremo, me posey¨® una risa franca de esas que oscilan entre el infantilismo y la locura. Y me abr¨ª un blog.
Porque s¨ª, porque yo val¨ªa una parcelita de intimidad an¨®nima y p¨²blica. Una de esas en las que poder arrancarles a los d¨ªas m¨¢s negros y las noches m¨¢s movidas el drama y la desesperanza. Y sazonarles con comedia a raudales, que digo yo que a nadie le amarga una risotada ?no creen?
Tres a?os y varios miles de neuronas despu¨¦s, un d¨ªa resulta que ah¨ª hab¨ªa un libro, y que alguien quer¨ªa que lo sacase. Y eso he hecho, casi sin darme cuenta y sin querer queriendo.
Por si les interesa, sepan ustedes que ya no tengo la boca tan sobredimensionada. Aunque visto lo visto, no me importar¨ªa nada jurarles que nunca volver¨¦ a Espa?a, a ver si cae esa breva y vuelvo a meter la pata.
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