No nos dimos cuenta. No nos damos cuenta
Tendemos a lamentar la corrupci¨®n pasada, no a vigilar por d¨®nde se puede colar la nueva
Una de las quejas m¨¢s repetidas durante los ¨²ltimos cuatro a?os ha sido: ?c¨®mo no nos dimos cuenta de la manera en la que se iba extendiendo la corrupci¨®n?, ?c¨®mo no supimos interpretar y evitar leyes y acuerdos que perjudicaban el inter¨¦s general y beneficiaban a colectivos muy determinados?
?Todo ocurri¨® ante nuestros ojos y no supimos reaccionar, nos lamentamos. Lo curioso del asunto es que seguimos subidos al guindo, dispuestos a lamentar la corrupci¨®n pasada, pero no a denunciar la que se est¨¢ produciendo hoy, de nuevo ante nuestros ojos y ante nuestra par¨¢lisis. De nuevo ignoramos leyes y acuerdos que solo benefician a algunos y que perjudican a los dem¨¢s. De nuevo aceptamos explicaciones absurdas y no hacemos casos a las voces que nos advierten de que nos est¨¢n tomando el pelo.
No o¨ªmos, por ejemplo, a quienes nos advierten de la nueva Ley de Costas o de la desconcertante Ley de Reforma Integral de los Registros P¨²blicos que ha puesto en marcha el Ministerio de Justicia y que, se mire como se mire, solo tiene sentido si responde a intereses particulares, porque ¨²nicamente beneficia a un colectivo de menos de mil personas, los registradores de la propiedad.
El proyecto de ley es realmente extra?o porque viene a modificar una ley que se aprob¨® por unanimidad en 2011 y que se supone que entra en vigor en 2014. Pues no, justo ahora cuando ya est¨¢ informatizado el Registro Civil desde 1957 hasta nuestros d¨ªas, cuando ya se ha decidido que no sea responsabilidad de unos jueces muy agobiados, sino que sean secretarios judiciales y funcionarios cualificados, previo concurso de m¨¦ritos, quienes se encarguen de ese nuevo y estupendo Registro Civil, justo entonces se decide entregar todo el asunto a los registradores de la propiedad.
Es verdad que con el estallido de la burbuja inmobiliaria los registradores deben de estar ingresando muchos menos aranceles. Cierto tambi¨¦n que est¨¢n en el punto de mira de la Comisi¨®n Europea, que no entiende muy bien por qu¨¦ monopolizan un servicio que en otros pa¨ªses presta un funcionario de mediana categor¨ªa. Todo eso es cierto, pero ?a qui¨¦n le importa, salvo a ellos mismos?
Nos dicen que el propio colectivo asumir¨¢ graciosamente el coste, en recursos y personal, que generar¨¢ el Registro Civil y que as¨ª se lo ahorrar¨¢ la Administraci¨®n. Extra?a idea. Los millones de euros que adelante y gaste el Colegio de Registradores ser¨¢n abonados despu¨¦s, sin ninguna duda, mediante el pago de aranceles por parte de los ciudadanos. Asi que lo que la Administraci¨®n se ahorra, se lo traslada, con seguro sobreprecio, a unos ciudadanos que, hay que recordarlo, no acuden al Registro Civil por gusto, sino por obligaci¨®n y varias veces en su vida.
Tenemos una tendencia irrefrenable a ver la corrupci¨®n pasada, pero, como antes, no acertamos a denunciar los agujeros que pueden estar produci¨¦ndose hoy. Y sin embargo, lo l¨®gico ser¨ªa confiar a la justicia la exigencia de responsabilidades, el castigo de quienes infringieron las leyes, y dedicarnos en cuerpo y alma a vigilar y exigir a los gobernantes y a los legisladores que tomen las medidas necesarias para que no se vuelvan a producir esos abusos y para que no sigan existiendo gateras legislativas, antiguas o nuevas, por las que se cuelen tantos y tan evidentes intereses particulares.
Agobiados por la crisis y la falta de dinero, se vuelven a poner en marcha mecanismos que, se nos asegura, aligerar¨¢n las pesadas cargas de la Administraci¨®n. Deber¨ªamos estar escarmentados porque todo el brutal negocio inmobiliario y financiero que ahora estamos pagando los ciudadanos se mont¨® sobre la promesa de ayudar a financiar a los Ayuntamientos y de abaratar el precio de la vivienda, una vivienda en propiedad a la que se juraba hip¨®critamente que ten¨ªamos derecho.
Claro que, como escribi¨® el profesor de Harvard Benjamin M. Friedman, ¡°la gran mayor¨ªa de los profesionales que trabajaban en entidades que tuvieron que ser rescatadas lo hicieron muy bien desde el punto de vista de sus propias finanzas y no tienen motivos para lamentar sus acciones¡±. Son otros los que las lamentan.
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