Indignos e indignados

De la indignidad de unos surge la indignaci¨®n de otros. Sabemos desde Plat¨®n que el hecho pol¨ªtico es la columna vertebral de la sociedad y que, por tanto, nunca se podr¨¢ prescindir de los pol¨ªticos que son los representantes y administradores de lo p¨²blico. Pero cuando el ambiente se ha viciado por contagio y la falta de dignidad en la representaci¨®n de sus cargos se ha hecho patente, es necesaria una renovaci¨®n para evitar el hundimiento de la sociedad. No se trata solamente de los casos aislados, con nombres propios, que solo son la parte visible de la decadencia general; hay un mal muy profundo al que es peligroso acostumbrarse y aceptarlo como normal. Es el hecho de convertir los bienes p¨²blicos en privados con el pretexto de que no funcionan. Su deber es mejorarlos y defenderlos, pero no pignorarlos a unos pocos, siempre los mismos, despojando al conjunto de la sociedad del patrimonio de todos.

Solo la indignaci¨®n p¨²blica y manifiesta puede conseguir que sean conscientes de su indignidad cuando ponen en manos privadas los servicios y bienes de toda la ciudadan¨ªa.¡ª Antonio M¨ªnguez Reguera.