Guadarrama, al fin parque nacional

"Necesito salir cada fin de semana y escaparme a la sierra¡±, cuenta Julio Pe?as, madrile?o, funcionario, de 55 a?os. ¡°Es una felicidad. Caminamos unos veinte kil¨®metros, en grupo, pero en silencio, como si estuvi¨¦ramos solos. Te sientes repleto en lugares como los Siete Picos y el Mont¨®n de Trigo. No piensas en nada. Solo en caminar, subir, el aire, las nubes. Y Madrid, la gran ciudad, al fondo. Es la energ¨ªa que necesito para recargarme, para afrontar cada nueva semana. Ya es hora de que la declaren parque nacional. El pinar de Valsa¨ªn no es que debiera ser parque nacional, deber¨ªan hacerlo patrimonio de la humanidad. Para asegurar su protecci¨®n mirando al futuro, porque quienes amamos la sierra hemos visto c¨®mo en los ¨²ltimos 30 a?os las construcciones se han ido comiendo en zonas como Cercedilla y Navacerrada. Con una avidez preocupante¡±. Como Julio, much¨ªsimos madrile?os ven¨ªan reclamando la mayor protecci¨®n para el Guadarrama en lo que se ha convertido en una de las luchas m¨¢s largas e intelectuales a favor de un maravilloso pedazo de naturaleza ib¨¦rica, hecho de rocas, aire y agua.

Ya en los a?os veinte del siglo pasado se organiz¨® una intensa campa?a para declarar la sierra como tercer parque nacional, tras Ordesa y Covadonga. Un editorial de 1923 del peri¨®dico El Sol dec¨ªa: ¡°La conveniencia de asegurar el espacio de territorio indispensable para el desahogado desenvolvimiento de las multitudes madrile?as, que dentro de 30 a?os ser¨¢n las que, como excursionistas y deportistas domingueros, pueden ofrecer una poblaci¨®n de cinco millones de habitantes, nos obliga a tratar, antes que otro tema, el del parque nacional de Guadarrama¡±. Eso se llama saber leer el futuro. No pudo ser. Pero en 1930, gracias al ge¨®logo Eduardo Hern¨¢ndez-Pacheco, se protegieron tres enclaves bajo el t¨ªtulo de ¡°sitios naturales de inter¨¦s nacional¡±: Pe?alara, La Pedriza y el pinar de La Acebeda.

Hemos querido comenzar este reportaje casi de la misma manera que otro titulado ¡°Guadarrama, la sierra culta¡± que El Pa¨ªs Semanal public¨® en 2002 anunciando que Madrid y Castilla y Le¨®n se hab¨ªan puesto manos a la obra para abordar su definitiva transformaci¨®n en parque nacional. Un nuevo intento. Otro m¨¢s. Pero tampoco hace 10 a?os pudo ser. En ese caso, por desacuerdos en el per¨ªmetro de protecci¨®n entre los dos Gobiernos regionales, entonces, como ahora, del PP, y el central, en manos del PSOE la d¨¦cada pasada. El ge¨®grafo, monta?ero y escritor Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n, una de las personas que m¨¢s saben de monta?as y mejor han escrito de ellas, al que se puede considerar uno de los padres de este nuevo parque nacional ¨Credact¨® al comenzar el milenio el borrador del Plan de Ordenaci¨®n de Recursos Naturales (PORN), lo que es el primer paso para proteger un ¨¢rea¨C, nos recordaba en aquel reportaje: ¡°Yo siempre digo que a Madrid es muy dif¨ªcil quitarle el ruido, pero a la sierra es muy f¨¢cil quitarle el silencio. Si no se protege, hay una concentraci¨®n urbana de cinco millones de voraces habitantes que nos la comer¨ªamos en un pisp¨¢s¡±. Ahora, Mart¨ªnez de Pis¨®n subraya: ¡°Mire, aunque no es el parque nacional que a m¨ª me habr¨ªa gustado, porque nos ha salido un ni?o muy escu¨¢lido, bienvenido sea. No dejemos pasar esta oportunidad, porque puede ser la ¨²ltima¡±.

Federico Ramos de Armas, secretario de Estado de Medio Ambiente, reconoce que casi todo se puede mejorar en esta vida y en este mundo; pero se muestra satisfecho con llegar a meta tras un siglo de recorrido. A ¨¦l tambi¨¦n se le puede apuntar cierto padrinazgo en el parque, porque lleva trabajando con ¨¦l desde 2008, primero como director general de Medio Ambiente en la Comunidad de Madrid, despu¨¦s como viceconsejero de Ordenaci¨®n del Territorio y en el ¨²ltimo tramo como alto responsable de medio ambiente en el ministerio de Miguel Arias Ca?ete: ¡°Me hice un autopase del bal¨®n¡±. Sonr¨ªe. ¡°Ha sido una tramitaci¨®n engorrosa, pero un placer trabajar con gente como Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n, Juan Luis Arsuaga, Julio V¨ªas, Antonio S¨¢enz de Miera¡­¡±. Con ellos dos, ge¨®grafo y secretario de Estado, y con otros amantes de la naturaleza de gran vinculaci¨®n a esta ruta de reivindicaciones nos vamos a la sierra, a su historia y sus paisajes, a los picos y los valles, los logros y las fallas, de este nuevo parque nacional, el primero que se declara tras Monfrag¨¹e, en 2007, y al que solamente le falta ya pasar el ¨²ltimo tr¨¢mite en el Senado.

¡°No piensas en nada. Solo en caminar, subir, el aire, las nubes. Y Madrid al fondo. Es la energ¨ªa que necesito para recargarme¡±

¡°Es un nudo m¨¢s en la red de parques nacionales, que ten¨ªa un agujero grav¨ªsimo, la representaci¨®n del Sistema Central; porque la red se fue montando muy fuerte en la periferia, pero durante mucho tiempo ha faltado el coraz¨®n de la Pen¨ªnsula¡±, explica Mart¨ªnez de Pis¨®n. ¡°Tambi¨¦n se podr¨ªa haber elegido Gredos, otra opci¨®n natural perfectamente v¨¢lida, pero hay que asumir que la Comunidad de Madrid en esto tom¨® la delantera. Y tambi¨¦n que Guadarrama alberga una mayor carga cultural. Yo dir¨ªa que ninguna monta?a en Espa?a ha sido tan arropada por interpretaciones culturales. Ha sido ensalzada por escritores como Ortega y Gasset y Machado, y pintada por Vel¨¢zquez. Creo que no exagero¡±.

No exagera. Desde principios del siglo XX, los alpinistas de la Sociedad Pe?alara se convirtieron en grandes devotos y divulgadores de la belleza de la sierra, con Constancio Bernaldo de Quir¨®s al frente. Paisajes que sirvieron de inspiraci¨®n a grandes pintores como Carlos de Haes, Aureliano de Beruete y Jaime Morera, y que resultaron especialmente queridos por la Generaci¨®n del 98 y la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. A Francisco Giner de los R¨ªos le apasionaba salir a la sierra con sus alumnos, cuaderno de notas en mano, para iniciarles en los secretos y armon¨ªa de la naturaleza. En uno de los ensayos de Unamuno leemos: ¡°La inmensa mayor¨ªa de los que viven en Madrid ignoran que hay pocas capitales que tengan alrededores m¨¢s hermosos¡±. Ortega y Gasset: ¡°La sierra es una escultura luminosa ante nosotros. No anula la llanura; antes bien, la subraya naciendo de ella, conviviendo con ella en perenne di¨¢logo pl¨¢stico¡±. Antonio Machado: ¡°Por tus barrancos hondos / y por tus cumbres agrias, / mil Guadarramas y mil soles vienen, / cabalgando conmigo, a tus entra?as¡±. Wenceslao Fern¨¢ndez Fl¨®rez: ¡°Pod¨ªa creer que estaba viviendo en el interior de un cromo de Navidad milagrosamente animado, y reconoc¨ª que jam¨¢s hab¨ªa visto nada que pudiera compar¨¢rsele en belleza¡±. Azor¨ªn, en La tierra de Castilla: ¡°M¨¢s arriba aparece ya, cerrando en definitiva el horizonte, el tel¨®n azul del Guadarrama, con sus crester¨ªas nevadas, n¨ªtidas, luminosas, irradiadoras¡±. Y Ernest Hemingway escribi¨® en una carta a un amigo suyo: ¡°Mi mayor alegr¨ªa es la sierra de Guadarrama, la gran cordillera de monta?as pardas hacia el norte y el oeste. El sol se pone del otro lado con deslumbrante gloria. Nunca he visto crep¨²sculos parecidos. Remueven el alma¡­¡±. Y a?ad¨ªa una de esas met¨¢foras suyas que le sal¨ªan algo toscas: ¡°Remueven el alma como un cocinero remueve una sopera de caldo¡±.

Una sierra humana, habitada desde hace decenas de miles de a?os, pero muy razonablemente bien conservada. ¡°Debemos agradecerles a los pobladores, a la gente que ha convivido con la sierra durante tant¨ªsimas generaciones, que nos la hayan legado en tan buenas condiciones¡±, dice Ramos de Armas. ¡°A nivel personal, la zona que me resulta m¨¢s evocadora es el valle del Lozoya, porque es donde mejor se refleja esto que digo: una zona poblada desde hace tanto tiempo, como est¨¢ ahora mostrando Juan Luis Arsuaga con sus yacimientos, con tanto valor de la parte cultural, como puede ser el monasterio del Paular, y a la vez con un paisaje tan limpio, tan bien cuidado; eso es de agradecer, y es nuestro compromiso asegurar su mantenimiento¡±.

A Javier S¨¢nchez, el autor de las fotograf¨ªas de estas p¨¢ginas, tambi¨¦n lo que m¨¢s le llega es el valle del Lozoya, ¡°donde se encuentra el ¨¢rbol con m¨¢s edad de la Comunidad de Madrid, un tejo¡±; m¨¢s La Pedriza del Manzanares, ¡°una formaci¨®n gran¨ªtica tan original y fotog¨¦nica¡­¡±, y el abedular de Canencia, ¡°de gran valor, al ser uno de los m¨¢s meridionales de Europa; pero que se ha quedado fuera del parque nacional, aunque dentro de la zona perif¨¦rica de protecci¨®n¡±. ¡°Una pena¡±, a?ade, ¡°porque las grandes masas boscosas, como el pinar de Valsa¨ªn y el pinar de los Belgas, no est¨¢n incluidas¡±. Esa es la gran carencia con la que nace este parque nacional; lo reconocen todos, aunque dando distintas interpretaciones y salidas: que para evitar confrontaciones se ha optado por delimitarlo a una cota de 1.600 metros, excesivamente alta para la mayor¨ªa, excluyendo los bosques m¨¢s valiosos.

Aunque contento porque al final sea parque, ese adelgazamiento le ha llevado a Mart¨ªnez de Pis¨®n a escribir algo tan sentido como esto: ¡°Recuerdo que Borges escrib¨ªa que hay lugares que parecen estar queriendo decirnos algo o que ya se lo han dicho a otros, a los que habr¨ªa que preguntar. Esto me ocurre siempre con el Guadarrama. Pero s¨¦ que hay muchos que no escuchan (que no es a escuchar a lo que vienen o van) o que creen que ya lo saben todo y que ya nada necesitan o¨ªr. As¨ª hay tambi¨¦n una sierra entre sordos que parece muda, cuando, en realidad, no para de hablar. Yo estoy agradecido a la sierra del silencio, a la del sol y la penumbra bien medidas. A la que posee grandes ¨¢rboles, claros luminosos, arenas gruesas, ra¨ªces nudosas que cruzan los senderos, pe?as grises de cristales negros y blancos. La del panorama apacible. La del nubarr¨®n muy gris con una c¨²spide cegadora. La de la laguna que ilumina con luz azul y ondulante las rocas de su orilla y la de la nieve que clarea el pie del cancho en sombra. La de la nieve temprana y tard¨ªa que se sacude la rama del pino en un golpe seco. Rocas rugosas, matorrales arom¨¢ticos, susurros del viento entre las ac¨ªculas, parloteo del agua, ruidos leves entre las hojas del rebollar, pe?ascales dorados, de verdad, muchas gracias. Que cada uno diga cu¨¢l es su sierra, la de los consejeros, los alcaldes, los constructores, los ciclistas y todos los dem¨¢s. Un parque nacional se hace sobre un paisaje, no sobre un inter¨¦s determinado. ?Deber¨ªan votar los paisajes para que les hicieran caso?¡±.

¡°Aunque no es el parque nacional que a m¨ª me habr¨ªa gustado, porque nos ha salido un ni?o muy escu¨¢lido, bienvenido sea¡±

Federico Ramos, pr¨¢ctico, acota el resultado final: ¡°Mire, un parque nacional siempre puede crecer, lo creado se puede ir perfeccionando. Ahora, conocedores de la controversia y dificultades de tantas d¨¦cadas, no quer¨ªamos encallar de nuevo. Hay que tener en cuenta que el PORN parti¨® afectando a casi 200.000 hect¨¢reas y medio centenar de municipios. Eso resultaba tremendamente dif¨ªcil de gestionar. Cuando lo presentamos, solo en Madrid recogimos 19.000 alegaciones. Hemos optado por que la inmensa mayor¨ªa del terreno sea de propiedad p¨²blica, y por respetar la ley de parques nacionales de 2007, que es muy restrictiva y no permite usos como la saca de madera, por muy sostenible y tradicional que sea, como en los casos del pinar de Valsa¨ªn, de propiedad p¨²blica, y del pinar de los Belgas, de propiedad privada. Pero con esa ley en la mano, esos dos maravillosos bosques, que son excepcionales, no ten¨ªan encaje. No era momento ahora ni de adquirir con dinero p¨²blico el pinar de los Belgas, ni de enzarzarnos en el retoque de la ley para adaptarla al Guadarrama. Y el parque nacional estaba ya tan lanzado que hemos preferido declararlo ya, no someterlo a una nueva demora¡±.

El parque nacional es un pedazo de esencia ib¨¦rica ¨C¡°ese es el problema, han dejado el coraz¨®n, pero le han privado del cuerpo¡±, apunta Mart¨ªnez de Pis¨®n¨C de 33.960 hect¨¢reas (dos terceras partes en Madrid y un tercio en Castilla y Le¨®n), el decimoquinto de la red nacional y el quinto en extensi¨®n. Alberga sobre todo ecosistemas glaciares y periglaciares, de media y alta monta?a, bien conservados y muy significativos, con iconos como Pe?alara y el macizo gran¨ªtico de La Pedriza, y con poblaciones de rapaces amenazadas, como el buitre negro y el ¨¢guila imperial, y de anfibios en peligro de extinci¨®n, como el sapo partero.

Preguntemos ahora por este nuevo parque nacional a tres ecologistas de trayectorias muy vinculadas al Guadarrama. Juan Carlos del Olmo, director general de WWF Espa?a: ¡°El resultado es una delimitaci¨®n muy pol¨ªtica, demasiado ajustada a intereses urban¨ªsticos, con incoherencias, estrangulamientos y con lagunas importantes, como no haber incluido los pinares de Valsa¨ªn, en Segovia, mod¨¦lico en una selvicultura sostenible, y de los Belgas, en Rascafr¨ªa, en Madrid. Adem¨¢s, apuesta por una figura que ¨²ltimamente se est¨¢ implantando en los parques nacionales: la de abarcar exclusivamente terreno de gesti¨®n p¨²blica, para evitar problemas de direcci¨®n y de indemnizaciones, para rehuir tensiones, lo cual resulta discutible y poco ambicioso. Pero bienvenido sea, como un primer paso, a la espera de futuras ampliaciones; porque estrat¨¦gicamente, como pulm¨®n y manantial de Madrid, es necesario protegerlo¡±.

Opina Carlos Bravo, presidente de la organizaci¨®n ecologista castellano-leonesa Centaurea: ¡°El gran fallo es que se han quedado fuera las grandes masas boscosas, de pinares, sabinares y enebrales, como Valsa¨ªn, una joya, y el pinar de los Belgas, y la garganta de El Espinar y el monte de Navafr¨ªa. Tanto esperar, y no se ha rematado bien la faena¡­ Queda cojo. Desde luego que es una buena noticia, ahora que adem¨¢s estamos tan sedientos de buenas noticias, pero le falta contenido, representatividad; nace muy lastrado por la pol¨ªtica. Con lo cual, la sensaci¨®n es agridulce. Adem¨¢s, creemos que la declaraci¨®n ha dejado mucho que desear en la participaci¨®n social; al final, sobre todo en la parte segoviana, el cauce de participaci¨®n social ha sido muy pobre; no se ha explicado bien a los alcaldes los beneficios de tener un parque nacional como catalizador de un desarrollo econ¨®mico sostenible, una gran oportunidad en estos tiempos; por lo que sigue habiendo voces en contra bajo argumentos tan demag¨®gicos como decir que ya ha entrado en la sierra alguna pareja de lobos que les van a hacer la vida imposible a los ganaderos¡±.

Theo Oberhuber, coordinador de campa?as de Ecologistas en Acci¨®n, disiente de esa opini¨®n general: ¡°Para esto era mejor no haberlo declarado parque nacional. Hemos recurrido el PORN ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, por incongruente, por entender que permite desarrollos urban¨ªsticos justo en los l¨ªmites. Han hecho el parque a medida, para evitar problemas e identificar ¨²nicamente zonas de monte p¨²blico. Creemos que rebaja tanto las exigencias de la red de parques nacionales que la adultera. No podemos bajar el list¨®n, y Guadarrama lo baja. Han desvirtuado la figura de parque nacional; es un parque fragmentado. Si estuvi¨¦ramos hablando de otras figuras de protecci¨®n, se podr¨ªa optar por el posibilismo, pero aqu¨ª no. Es un antecedente peligroso que abre la puerta a parques nacionales descafeinados¡±.

Y no pod¨ªa faltar aqu¨ª Julio V¨ªas, que lleva m¨¢s de treinta a?os dedicado al periodismo ambiental y la divulgaci¨®n hist¨®rica y cultural, uno de los padres en 2004 de la plataforma Allende Sierra, que ha llevado una intensa campa?a a favor de la declaraci¨®n del parque nacional, y autor de Memorias del Guadarrama (publicado por La Librer¨ªa), que va por su tercera edici¨®n: ¡°El Gobierno ha optado por un parque de m¨ªnimos; deber¨ªan haberle buscado una salida para incluir la gesti¨®n sostenible de la madera en esos pinares tan bien conservados, que albergan importantes colonias de ¨¢guila imperial y buitre negro. Ahora tiene m¨¢s valor la zona perif¨¦rica que el cogollo. Pero, bueno, tenemos un punto de salida, no de llegada. Deb¨ªamos engancharnos a este tren, aprovechando el pinchazo del boom inmobiliario de estos ¨²ltimos a?os¡±.

El parque nacional es un pedazo de esencia ib¨¦rica de 33.960 hect¨¢reas, el decimoquinto de Espa?a y el quinto en extensi¨®n

Cuenta V¨ªas deliciosas historias que a¨²n aportan mayor aureola al lugar. Como esta, sobre uno de sus iconos: ¡°Durante siglos, la laguna de Pe?alara fue solo conocida y frecuentada por los pastores, que con un temor supersticioso procuraban alejarse al caer la noche, en la arraigada creencia de que en sus profundas aguas las nubes se cargaban de sapos, y si alguna res ca¨ªa en ella, se hund¨ªa volviendo a la superficie solo sus entra?as. Los lugare?os pensaban que en sus aguas se originaban las nubes de las tormentas entre ensordecedores bramidos que pod¨ªan escucharse en los pueblos del valle del Lozoya (¡­). Las leyendas de este imponente y solitario paraje, tan cercano a la corte, inspirar¨ªan a poetas y escritores. En 1903, un pastor aseguraba al poeta Enrique de Mesa: ¡®La laguna era muy perra. Mug¨ªa como un demonio maldito. De ella hablaban esos tormentazos, castigo de los huertecillos del valle. Nunca viera a persona humana ba?arse en sus aguas. Diz que arrojaba fuera los reda?os del atrevido¡±.

Dimensiones sobrenaturales que tradicionalmente se han asignado a los parajes m¨¢s sobrecogedores. Pero para resumir el esp¨ªritu tan natural como humano de esta sierra, recordar lo que escribi¨® el ingeniero de montes Jes¨²s Casas, clave en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas desde la administraci¨®n de los diversos ministerios en la creaci¨®n de pautas de gesti¨®n de los parques nacionales, en el libro El Guadarrama. Sinfon¨ªa inacabada, lanzado hace 10 a?os por la Comunidad de Madrid para dar el empuje definitivo al parque nacional: ¡°Desde que tengo uso de raz¨®n, mi vida ha consistido en atesorar paisajes. Guardo en alg¨²n oscuro rinc¨®n de la mente, ordenado en im¨¢genes, lo mejor y lo m¨¢s granado de mis recuerdos. Esas im¨¢genes tienen sonidos y silencios, voces y ecos, triunfos y fracasos, pasiones y melancol¨ªas, amores y desenga?os (¡­). El ¨²nico paisaje que recuerdo de mi infancia es el de una sierra clemente y gastada. Que se ancla cuan ra¨ªz de piedra para engastar dos mares de tierra infinita. Una sierra atravesada por una docena de puertos, que para todos fue referencia, pero que para nadie se convirti¨® en frontera. Una sierra que, lejos de aislar, une y ensambla. Mi paisaje, con el de tantos y tantos madrile?os sin pasado, hijos de emigrantes adoptados por la gran metr¨®poli, es el del Guadarrama¡±.

La sierra culta, que une y no separa.