?Ser¨¢ capaz Francia de plantarse?
La austeridad competitiva es la panacea que Alemania quiere aplicar a toda la eurozona. Quiz¨¢s Par¨ªs deba convencer a su socio en el n¨²cleo del euro de que la estabilidad no produce crecimiento
En Francia y Alemania la moneda com¨²n europea suscit¨® esperanzas y aspiraciones en general contradictorias. Para Francia, lo primordial era crear una uni¨®n monetaria que pusiera fin a la dependencia monetaria que produc¨ªan tanto los caprichos del d¨®lar estadounidense como la hegemon¨ªa regional del marco alem¨¢n, y tambi¨¦n constituir una moneda de referencia mundial que en realidad pudiera plantarle cara al d¨®lar dentro de un nuevo orden monetario internacional. Para Alemania, por el contrario, lo principal era evitar que la fortaleza del marco minara la competitividad germana dentro de Europa. El car¨¢cter de divisa de referencia y la excesiva apreciaci¨®n de la moneda entran en conflicto con el modelo alem¨¢n, basado en una econom¨ªa orientada a la exportaci¨®n.
La crisis del euro har¨¢ que ambas naciones reeval¨²en la viabilidad del euro. No cabe duda de que Francia ha visto defraudadas todas sus expectativas a ese respecto. Francia se enfrenta ahora a la posible p¨¦rdida de una generaci¨®n, perspectiva que comparte con otras naciones deudoras de la Uni¨®n y que, al socavar las bases del n¨²cleo franco-alem¨¢n, puede pronto convertirse en el definitivo campo de batalla del euro.
Si volvemos la vista atr¨¢s, veremos que Francia y Alemania (Occidental) siguieron estrategias econ¨®micas encontradas despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. En l¨ªneas generales, la llamada econom¨ªa social de mercado germana se apoyaba m¨¢s en las fuerzas del mercado y las exportaciones, mientras que el modelo econ¨®mico franc¨¦s atribu¨ªa un mayor papel a la planificaci¨®n y la intervenci¨®n del Estado. A juzgar por los respectivos ¨ªndices de crecimiento del PIB y los niveles de PIB per c¨¢pita alcanzados hasta 1980, ambos modelos resultaron igualmente eficaces. Sin embargo, en el ¨¢mbito monetario, una gran sima separaba a Francia, v¨ªctima persistente de una mayor inflaci¨®n y de la presi¨®n que sufr¨ªa el franco para depreciarse, de la Alemania del marco, que poco a poco se convirti¨® en divisa de referencia mundial, imponiendo adem¨¢s su hegemon¨ªa monetaria regional.
A ninguno de los dos pa¨ªses le complac¨ªa especialmente la situaci¨®n. El car¨¢cter de divisa de referencia conlleva una sobrevaloraci¨®n de la moneda, lo cual entra en conflicto con el modelo de crecimiento alem¨¢n, basado en la exportaci¨®n. Por otra parte, las presiones de ajuste asim¨¦tricas emanadas de las p¨¦rdidas de competitividad producidas por la mayor inflaci¨®n, que al final condujeron a la devaluaci¨®n del franco, se percib¨ªan en Francia como una humillaci¨®n: algo con lo pretend¨ªa acabar el giro radical impulsado por Mitterrand en 1983 con su pol¨ªtica de franc fort. Pero un franco fuerte tambi¨¦n conllevaba la subordinaci¨®n de Francia al Bundesbank germano, lo cual tampoco era nada satisfactorio. S¨®lo una moneda com¨²n pod¨ªa acabar con la subordinaci¨®n de Francia y con la hegemon¨ªa regional alemana, ya que devolver¨ªa la equidad a la situaci¨®n monetaria europea al centrar la pol¨ªtica monetaria en las condiciones de Europa, no s¨®lo en las de Alemania. Para el canciller alem¨¢n Helmut Kohl, el euro iba a garantizar la permanente integraci¨®n de Alemania en Europa como garante de la paz.
Mientras Europa converg¨ªa en la norma
de estabilidad del 2%, Alemania se centraba
en dejarla en cero
La uni¨®n monetaria, cimentada en la idea compartida de que era un momento propicio para impulsarla, pero incapaz de resolver las profundas diferencias de Francia y Alemania en materia de pol¨ªtica econ¨®mica, qued¨® incompleta, concentr¨¢ndose ¨²nicamente en los aspectos que para los germanos resultaban innegociables. En l¨ªneas generales, y gracias a la posici¨®n de fuerza que le conced¨ªa su divisa y al peso especial del Bundesbank, Alemania impuso sus criterios en el dise?o de las pol¨ªticas que iban a regir los destinos del euro. En concreto, el Tratado de Maastricht, centr¨¢ndose sin ambages en la estabilidad de precios y la disciplina fiscal, desatendi¨® en gran medida cuestiones fundamentales como la uni¨®n fiscal y la gesti¨®n de la demanda, las pol¨ªticas de estabilidad financiera y los tipos de cambio, y la competencia dentro de la zona euro. Esos errores de base del euro condujeron a una uni¨®n monetaria excepcionalmente vulnerable, sentando tambi¨¦n las bases de su crisis actual.
Fundamentalmente, una uni¨®n monetaria se basa en el compromiso con una tasa de inflaci¨®n com¨²n. Para el BCE, hay estabilidad de precios cuando esa tasa se sit¨²a "por debajo pero cerca del 2%", lo cual cuantifica ese compromiso, proporcionando una norma de estabilidad para las tendencias salariales. Las tendencias laborales nacionales corregidas en funci¨®n de la productividad (es decir, los costes laborales unitarios) no pueden apartarse durante mucho tiempo de esta norma de estabilidad sin producir desequilibrios. Una vez desaparecidos los tipos de cambio nominal, son las tendencias de los costes laborales unitarios las que determinan si los ¨ªndices de cambio reales dentro de la zona euro est¨¢n en equilibrio.
Quienes participan de la tan extendida idea de que los pa¨ªses afectados por la crisis del euro perdieron competitividad porque los salarios dispararon su inflaci¨®n yerran el tiro. Quien tuvo realmente un comportamiento at¨ªpico fue Alemania, pero por la raz¨®n contraria: mientras Europa converg¨ªa en torno a la hist¨®rica norma de estabilidad del 2% fijada por los germanos, la propia Alemania m¨¢s bien se centraba en dejarla en 0. Curiosamente, aunque Francia s¨ª se ajust¨® al rumbo fijado ¨Cla norma de estabilidad del 2%¨C, es este pa¨ªs, y no Alemania, el que una vez m¨¢s se enfrenta a presiones que le piden ajustes asim¨¦tricos, compartiendo las mismas dificultades de otros pa¨ªses deudores del euro, sumidos en una profunda crisis.
A pesar de haber cumplido escrupulosamente la regla de oro de la uni¨®n monetaria, lo que se espera de Francia es que acabe con el diferencial en materia de costes laborales unitarios (situado m¨¢s o menos en el 20%), que se fue incrementando desde la creaci¨®n del euro, mientras Alemania optaba por la inflaci¨®n 0 y el balance comercial entre los dos pa¨ªses que componen el n¨²cleo duro de la moneda ¨²nica se volv¨ªa enormemente favorable a Alemania. Mientras el super¨¢vit por cuenta corriente alem¨¢n se disparaba hasta superar el 7% del PIB, Francia ve¨ªa c¨®mo el suyo, situado entre el 1 y el 2% al iniciarse la uni¨®n monetaria, se convert¨ªa en d¨¦ficit. En consecuencia, al tiempo que Alemania, gracias al euro, consolidaba su posici¨®n como gran acreedor e inversor neto en el ¨¢mbito internacional, Francia pasaba de acreedora a deudora.
Los ap¨®stoles de la estabilidad germanos no piensan
en est¨ªmulos, sino en
m¨¢s reducci¨®n de gasto
En la actualidad, otras profundas fisuras dividen a estos dos socios, ya que tambi¨¦n sus respectivas finanzas p¨²blicas han seguido caminos divergentes desde 2010 y el modelo econ¨®mico franc¨¦s ha perdido un gran vigor desde 2011. Despu¨¦s de acusar igualmente el impacto de la "ralentizaci¨®n global" de 2001, una conmoci¨®n para ambos, como todo el mundo sabe los dos pa¨ªses sobrepasaron despu¨¦s el techo de d¨¦ficit del 3% que fijaba el llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Pero mientras Alemania se entreg¨® incondicionalmente a la austeridad, Francia opt¨® por un enfoque m¨¢s cauto y favorable al crecimiento. En Alemania, la austeridad fiscal, la contenci¨®n de los salarios y las reformas estructurales se conjugaron para sofocar sistem¨¢ticamente la demanda interna, dejando que las exportaciones fueran el ¨²nico motor de crecimiento del "enfermo del euro". Por el contrario, el crecimiento franc¨¦s se bas¨® en la demanda interna y sus exportaciones netas fueron un lastre para ese crecimiento. Mientras el consumidor alem¨¢n ca¨ªa en la ciclotimia y veneraba la frugalidad, el bon vivant franc¨¦s ve¨ªa mejores perspectivas de futuro: la tasa de natalidad francesa se dispar¨® mientras la alemana se reduc¨ªa.
Los ¨ªndices de endeudamiento p¨²blico avanzaron al un¨ªsono hasta el estallido de la crisis. Alemania redujo su d¨¦ficit con m¨¢s decisi¨®n, mientras el crecimiento del PIB franc¨¦s pon¨ªa de su parte para mantener bajo control el endeudamiento del pa¨ªs. En realidad, como ha evidenciado el acusado desequilibrio comercial entre ambos pa¨ªses, la mayor pujanza del gasto franc¨¦s, tanto p¨²blico como privado, fue determinante a la hora de permitir a Alemania equilibrar su presupuesto, por el simple expediente de aprovechar su super¨¢vit en materia de exportaciones.
A pesar del euro, Alemania sigue siendo quien manda en la pol¨ªtica monetaria europea. Y est¨¢ decidida a no devolver el favor. Los ap¨®stoles de la estabilidad germanos no tienen en mente m¨¢s est¨ªmulos sino m¨¢s reducci¨®n de gasto. La austeridad competitiva es la panacea que Alemania quiere aplicar en grandes dosis a toda la eurozona. Primero fueron las peque?as econom¨ªas de Grecia, Irlanda y Portugal, y despu¨¦s vendr¨ªan Italia y Espa?a, tercera y cuarta econom¨ªas de la uni¨®n monetaria. Ahora le toca a Francia arrojarse desde el precipicio de la austeridad. Hacer crujir a la segunda econom¨ªa de la Uni¨®n fortalecer¨¢ a las fuerzas deflacionarias de toda Europa. Por si fuera poco, el ministro de Finanzas alem¨¢n Wolfgang Sch?uble proclama que nadie en Europa ver¨ªa contradicci¨®n alguna entre la consolidaci¨®n fiscal y el crecimiento, y lo hace cuando ante los ojos de cualquiera que no est¨¦ completamente cegado por la mitolog¨ªa monetaria europea queda patente el enorme naufragio que ha causado una consolidaci¨®n supuestamente "favorable al crecimiento".
El modelo alem¨¢n ha sumido a la Uni¨®n Europea en una crisis existencial. Un modelo cuya operatividad depende de que otros no se comporten como Alemania no puede funcionar oblig¨¢ndolos a todos a seguir exactamente los pasos germanos. Ya con el euro, Alemania enferm¨® con esas pol¨ªticas, pero despu¨¦s puj¨® a la baja frente a sus socios para poder curarse. Ya va siendo hora de que Francia contradiga esa letan¨ªa alemana que dice que la estabilidad produce crecimiento, porque, cuando no encuentras a alguien dispuesto a mantener tu permanente excedente de exportaciones, no es as¨ª. Quiz¨¢ sea Francia quien tenga que convencer a su socio en el n¨²cleo del euro de que acepte por fin esta pura y simple verdad o, de no ser as¨ª, la que ponga fin a esta insensatez del euro que tantas innecesarias penurias ha ocasionado a millones de europeos.
J?rg Bibow es catedr¨¢tico de Econom¨ªa en el Skidmore College e investigador en el Levy Economics Institute del Bard College.
http://www.levyinstitute.org/publications/?docid=1740
Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.