Presi¨®n a Bangladesh
Las compa?¨ªas y los gobiernos deben obligar al pa¨ªs asi¨¢tico a regular la industria textil
De nuevo las mismas im¨¢genes lacerantes de cad¨¢veres y escombros. Y de nuevo, en Bangladesh. Ya son al menos 380 los muertos provocados por el derrumbe de un edificio que albergaba cinco f¨¢bricas textiles en Dacca, la capital. Hay adem¨¢s cientos de desaparecidos. La mayor¨ªa eran trabajadores de los talleres de ropa destinada a compa?¨ªas de Europa y Estados Unidos. Sus gerentes los obligaron a entrar a pesar de las grietas repentinas que hab¨ªan aparecido en el edificio. La negligencia y la falta de regulaci¨®n ocasionan continuos accidentes en esa clase de f¨¢bricas. Hace cinco meses, m¨¢s de cien personas mor¨ªan en el incendio de otra planta. Pero esta vez las dimensiones de la tragedia han puesto en el punto de mira a la globalizada industria textil.
Bangladesh se ha convertido en el destino favorito para las grandes compa?¨ªas de moda, desbancando a China y a Vietnam. El motivo es que sus salarios est¨¢n entre los m¨¢s bajos del mundo. La industria textil supone el 80% de las exportaciones del pa¨ªs asi¨¢tico, y da empleo a cuatro millones de trabajadores. Los propietarios de las casi 5.000 f¨¢bricas existentes forman una poderosa casta que financia a los dirigentes pol¨ªticos y se sienta en el Parlamento. No es casualidad que el propietario del edificio derrumbado, que violaba todas las normas de construcci¨®n, fuera un destacado miembro del partido en el poder.
Es cierto que muchas de las grandes compa?¨ªas occidentales que operan en Bangladesh han suscrito acuerdos con los proveedores para garantizar las condiciones laborales de los trabajadores. En ello les va la reputaci¨®n. Pero es obvio que el sistema falla. Para ampliar sus beneficios, los fabricantes locales subcontratan a menudo a otras empresas ilegales que incumplen los est¨¢ndares laborales m¨ªnimos.
Las empresas textiles deben intensificar la supervisi¨®n directa en el terreno, pero eso no basta. Tambi¨¦n es su obligaci¨®n presionar a unas autoridades que no han mostrado hasta ahora ning¨²n inter¨¦s en poner coto a los abusos. Y los propios Gobiernos no pueden quedar al margen. Ya antes de esta tragedia, Estados Unidos estaba estudiando excluir a Bangladesh de su programa de preferencias arancelarias, que permite a varios pa¨ªses en desarrollo exportar productos libres de impuestos. La Uni¨®n Europea deber¨ªa hacer lo mismo. Ese ser¨ªa sin duda un buen paso para forzar los cambios.
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