¡®Agaborb¨®n¡¯
¡°?Hay que sacrificar a una virgen!¡±. Y entonces lo primero que se les ocurri¨® fue atraer a Ifigenia, hija del rey, hacia la embarcaci¨®n
Iba el rey Agamen¨®n de Micenas navegando tranquilamente en su velero de competici¨®n, rumbo a Troya y muy seguro del amor de su pueblo y de los dioses, para participar en las regatas de Puig, cuando la divina Artemisa, defensora de los animales, que le guardaba rencor por haberle matado un ciervo, orden¨® al viento detenerse. Con lo cual la embarcaci¨®n qued¨®se al pairo y el monarca, sin saber qu¨¦ hacer, empez¨® a consultar con los sabios y videntes y otros consejeros.
¡°?Una virgen, una virgen!¡±, grit¨® uno de los augures. ¡°?Hay que sacrificar a una virgen!¡±. Y entonces lo primero que se les ocurri¨® fue atraer a Ifigenia, hija del rey, hacia la embarcaci¨®n, lo cual ella interpret¨® como que era la hora del aperitivo, pero en realidad se trataba de arrojarla por la borda para que Eolo inflara de nuevo sus carrillos y Agamen¨®n pudiera volver a ganar la Copa del Rey, en dura competici¨®n con Menelao, del equipo de Fanta.
Se dan muchas versiones del final. Se dice que, efectivamente, el rey entreg¨® a la nena a Poseid¨®n, pero tambi¨¦n se afirma que, en lugar de tirar al mar a su hija, Agamen¨®n, padre al fin, la sustituy¨® en el ¨²ltimo momento por un animal o una mujer vieja, que viene a ser lo mismo.
Datos hay, sin embargo, de que fue la diosa Audiencia de Palma, que montaba una astuta moto de agua, quien lleg¨® a toda velocidad y, contra su habitual pachorra, trajo consigo una desafiante imputaci¨®n en fr¨ªo y una tirando a sexi imputaci¨®n en caliente. Aliviado por su igualdad de oportunidades, Agamen¨®n respir¨® hondo, sin darse cuenta de que la moto hab¨ªa abierto una brecha fatal en el costado de su velero, que ya escoraba irremisiblemente.
Y eso que Ifigenia era inocente y, adem¨¢s, virgen.
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