Rod Stewart, cuando uno m¨¢s uno son 34
Llevaba a?os sin hacer una canci¨®n, acomodado en la revisi¨®n de ¨¦xitos ajenos Pero algo cambi¨®: el rockero se puso a escribir sus memorias y la musa volvi¨® Publica un disco de temas propios que le devuelve, tres d¨¦cadas despu¨¦s, a la cima de las listas
Hace solo unos meses, Rod Stewart (Londres, 1945) luc¨ªa como una momia del show business: hasta editaba esa obviedad que es el disco navide?o, que titul¨® Merry Christmas, baby. Parec¨ªa funcionar en piloto autom¨¢tico: un mercenario que obedec¨ªa las consignas del negocio, sin ninguna voluntad de aportar algo personal. ?Un caso perdido?
De repente, un vuelco espectacular. Primero publica unas memorias chispeantes (Autobiograf¨ªa; Plaza y Jan¨¦s) que nos devuelven al personaje que aprendimos a querer: el p¨ªcaro, el fanfarr¨®n, el amante de las rubias, el cockney que se empe?a en reivindicar sus ra¨ªces escocesas, el fan¨¢tico del f¨²tbol que ya no puede jugar por exigencia de las aseguradoras.
Y lo que ya nadie esperaba: ha sacado Time (Capitol), un ¨¢lbum entero de canciones propias, que le ha devuelto al n¨²mero uno de ventas en Reino Unido 34 a?os despu¨¦s de ocupar ese mismo puesto en 1979 con el primer volumen de sus Grandes ¨¦xitos. Conviene recordar que, desde 2002, Rod se dedicaba a interpretar solo ¨¦xitos ajenos. Una f¨®rmula de mercadotecnia pura que adem¨¢s funcionaba. A los cinco vol¨²menes de standards hab¨ªa sumado una selecci¨®n de baladas de rock y otra de cl¨¢sicas del soul.
Vendi¨® millonadas, pero algunos fans veteranos dudaban de que Stewart conservara algo de impulso creativo en sus huesos. A finales de 2006, un servidor acudi¨® a entrevistarle en Barcelona, donde participaba como estrella invitada en Operaci¨®n Triunfo, no precisamente un programa prestigioso.
Al periodista se le ocurri¨® hurgar en la herida: ¡°Comenzando con Maggie May, compuso temas memorables: Tonight¡¯s the night, The killing of Georgie, You wear it well. Pero hace a?os que no edita una canci¨®n suya. ?Le resulta frustrante?¡±.
Su respuesta fue airada: ¡°Componer no es algo que me divierta. No soy Bob Dylan o Tom Waits. ?Para qu¨¦? Mis contempor¨¢neos se empe?an en colocar sus canciones nuevas y el p¨²blico no quiere saber nada. ?Cu¨¢nto ha vendido lo ¨²ltimo de los Stones, McCartney o Elton? Nada. Mientras que el m¨ªo entr¨® al n¨²mero uno [en Estados Unidos]. Con eso est¨¢ todo dicho¡±.
Una de las ventajas de alcanzar el nivel de superestrella: puedes atacar a tus colegas, mostrarte tal como eres. Aun antes de publicar su libro, sab¨ªamos que Rod Stewart es un taca?o: durante a?os abus¨® de la coca¨ªna, pero, ahora lo reconoce, jam¨¢s compr¨® un gramo; se dejaba agasajar. Tiene suficiente sentido del humor para reconocer que entre los setenta y en los ochenta hizo gala de las ropas m¨¢s horteras de todo el Planeta Rock.
¡°No soy Dylan o Waits, ?para qu¨¦? Se empe?an en colocar canciones nuevas¡±, dec¨ªa hace siete a?os
Durante la ¨¦poca en que se desarroll¨® aquella entrevista, nadie hubiera apostado por Rod Stewart como fuerza creativa. No se hablaba de ¨¦l por la m¨²sica, previsible y mecanizada. Las noticias eran que se casaba por tercera vez (la elegida fue la modelo Penny Lancaster, ataviada con un aparatoso vestido de Pronovias). O que le nombraban comandante de la Orden del Imperio Brit¨¢nico, tras a?os de quejarse de que Mick Jagger se le hubiera adelantado en el reconocimiento oficial.
Como sentenciaba su amigo Sean Connery, ¡°nunca digas nunca jam¨¢s¡±. Hacia 2011, mientras se somet¨ªa al ejercicio de introspecci¨®n que supone una autobiograf¨ªa, le volvi¨® el impulso de componer. Le ayudaba un negro excelente, el periodista Giles Smith, experto en m¨²sica y f¨²tbol, y ver en acci¨®n a un profesional le trajo recuerdos.
Lo que no se atrevi¨® a contar en Barcelona fue que la industria le hab¨ªa alejado de las musas. Presentaba temas originales, pero eran rechazados, para que interpretara piezas m¨¢s comerciales. En la pr¨¢ctica, ejerc¨ªa como voz de alquiler, que otros utilizaban seg¨²n lo que imaginaban que demandaba el mercado. Hombre pr¨¢ctico, dej¨® de esforzarse en las agon¨ªas de la creaci¨®n.
Al final de su libro, confiesa Rod que ¡°de repente se apilaban en mi cabeza ideas para letras. Lo siguiente en ocurrir fue que ten¨ªa un tema llamado It¡¯s over, sobre los divorcios y las separaciones. Me levantaba a medianoche buscando un bol¨ªgrafo para plasmar las ideas, algo que nunca me hab¨ªa pasado. Termin¨¦ siete u ocho canciones y todav¨ªa quedaban m¨¢s. Suficientes para un disco completo. Algo totalmente ins¨®lito en m¨ª¡±.
Enti¨¦ndase: en sus inicios como solista, Rod pudo pasar perfectamente como un cantautor rockero. Siempre ha necesitado ayuda, la colaboraci¨®n con otros m¨²sicos. Ahora algunos temas llevan detr¨¢s media docena de nombres, una se?al inequ¨ªvoca de que all¨ª han intervenido esos profesionales especializados en confeccionar hits. Pero Time, con su impacto en Reino Unido, permite a Stewart sacar pecho. Y ponerse como ejemplo ante esos hijos que le han salido vagos y juerguistas. Como dir¨ªa un castizo, ha nacido con una flor en el culo.
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