Manipulaciones identitarias
La diversidad en los Estados ¨¢rabes no puede ser suprimida de un plumazo
La historia de Espa?a, como la de las dem¨¢s naciones cristianas fronterizas con el islam (Rusia, Serbia, Grecia) encarnan de modo cabal los avatares del relato hist¨®rico, un relato que se forja a golpe de omisiones y retoques al servicio de una identidad homog¨¦nea ideal, sin componente exterior alguno. Si creemos no solo a los adalides del sublime relato patri¨®tico, sino tambi¨¦n a algunos conspicuos representantes del mundo intelectual del pasado siglo, ni ¨¢rabes ni jud¨ªos constituyen un ingrediente esencial de la nuestra. Pasaron por la Pen¨ªnsula y fueron expulsados de ella sin dejar huella en nuestra historia y formas de ser.
Para borrar los elementos del pasado que molestan y no cuadran en el relato, lo primero que se hace es suprimir su memoria. Como en la quema de manuscritos ar¨¢bigos en la puerta granadina de Bibarrambla o el incendio de la biblioteca de Sarajevo casi cinco siglos despu¨¦s, se reduce a ceniza sus libros, cultura e historia para elaborar e imponer otros nuevos. Los vencidos o expulsados olvidar¨¢n poco a poco lo que fueron y acatar¨¢n la recreada versi¨®n de los hechos. Bardos e historiadores se encargar¨¢n de poner letra a la vibrante m¨²sica nacional.
Pocos pa¨ªses escapan del todo a la manipulaci¨®n de los hechos y, a consecuencia de ello, incluso las comunidades que no fueron objeto de conquista, pero que no se sienten representadas en la entidad estatal a la que se hallan adscritas, conciben a menudo un contrarrelato, en este caso victimista, para denunciar los supuestos atropellos sufridos y entonar eleg¨ªas con igual emoci¨®n y lirismo herido.
Los emires del Golfo deber¨ªan invertir en la Iniciativa de Paz y en ayudar a los palestinos
Escribo estas reflexiones no solo a ra¨ªz de las devastadoras guerras sectarias de Siria e Irak, fruto de relatos hist¨®ricos contrapuestos, sino tambi¨¦n a la luz de la actual controversia aireada en la prensa de Marruecos y Argelia en torno a sus identidades respectivas. Para los nacionalistas del Istiqlal y el partido islamista mayoritario en el Gobierno de Benkir¨¢n, Marruecos se define como un pa¨ªs de identidad araboisl¨¢mica, sin referencia a otros elementos constitutivos de su compleja realidad sociocultural. Para los defensores de la milenaria cultura amazig ¡ªcuya lengua ha sido elevada al rango de lengua cooficial en la nueva Constituci¨®n del Reino¡ª, se trata de un pa¨ªs arabobereber de religi¨®n musulmana, que es algo muy distinto. Y dicho planteamiento es asumido asimismo en Argelia por los representantes del movimiento cultural cabilio.
Para los militantes bereberes de los dos pa¨ªses, la llegada de los ¨¢rabes a fines del siglo VII a un norte de ?frica entonces cristiano y pagano, con un fuerte componente jud¨ªo, borr¨® su cultura secular y colm¨® dicho vac¨ªo con un relato hist¨®rico ¡ªel de una fe ¨²nica y una lengua intangible¡ª que impon¨ªa a la poblaci¨®n aut¨®ctona a una situaci¨®n de dependencia identitaria que se ha prolongado hasta hoy. El naserismo de los a?os cincuenta y sesenta del pasado siglo y el islamismo m¨¢s o menos radical que, tras el fracaso de aquel, se propaga en las ¨²ltimas d¨¦cadas han reforzado este relato can¨®nico en detrimento de las realidades culturales y ling¨¹¨ªsticas del Magreb.
Si la desdichada desuni¨®n del mundo ¨¢rabe, atravesado de un extremo a otro por conflictos y rivalidades internas, desmiente a diario el lema unitario de una sola naci¨®n, la ret¨®rica de sus Gobiernos niega dicha realidad con una ceguera y tes¨®n en ¡°las afueras de la realidad¡± (la frase es de Octavio Paz). Engarzados en antagonismos y luchas por el poder, confundiendo lo jur¨ªdico con lo religioso o ideol¨®gico, los Gobiernos de la Liga ?rabe, ya sean los surgidos a la luz de la revoluci¨®n de 2011, ya los que resistieron a esta, buscan un punto de anclaje com¨²n y lo encuentran en la causa palestina.
El mundo ¨¢rabe, de un extremo a otro, est¨¢ atravesado por conflictos y rivalidades internas
Ello ser¨ªa encomiable si tan justo fin se tradujera en medidas concretas y eficaces susceptibles de forzar la retirada israel¨ª de los Territorios Ocupados en 1967, pero se reduce lamentablemente a una reiterada gesticulaci¨®n y palabrer¨ªa. Veamos. ?Qui¨¦n es en efecto el enemigo n¨²mero uno de Argelia? ?Israel? No, Marruecos. ?Y el de este? Argelia. ?Y el de Arabia Saud¨ª, Jordania y de los Emiratos del Golfo? ?El Estado jud¨ªo? No, el llamado ¡°arco chi¨ª¡± que se extiende de Ir¨¢n al Mediterr¨¢neo. ?Y contra qui¨¦n combaten el Hezbol¨¢ liban¨¦s y el Gobierno chi¨ª de Bagdad? ?Contra la ¡°entidad sionista¡±? No, contra los sun¨ªes laicos, los pr¨®ximos a los Hermanos Musulmanes o a los extremistas de Al Qaeda. Si las ingentes sumas gastadas por los emires y jeques del Golfo en la compra de equipos de f¨²tbol y la organizaci¨®n de dispendiosas competiciones deportivas se invirtieran en promover de verdad la llamada Iniciativa ?rabe de Paz, y en auxiliar a la asfixiada Autoridad Nacional Palestina y a la machacada y m¨ªsera poblaci¨®n de Gaza ¡ªpor no hablar ahora de las acuciantes necesidades educativas y culturales de unos pa¨ªses en los que el ¨ªndice de analfabetismo alcanza el 48% de la poblaci¨®n¡ª, las cosas ir¨ªan por muy distinto camino y los conflictos que hoy ensangrientan Oriente Pr¨®ximo ceder¨ªan el paso a acuerdos puntuales para sentar las bases de modernizaci¨®n de unas sociedades justamente indignadas por las abismales diferencias entre ricos y pobres y por su inadmisible atraso en los indicativos de desarrollo humano.
Volviendo a mis reflexiones: la diversidad constitutiva de los Estados ¨¢rabes ¡ªcomo la de nuestra Pen¨ªnsula¡ª no puede ser suprimida de un plumazo. El choque entre la concepci¨®n identitaria puramente ret¨®rica y la integradora de los diferentes elementos que la componen no se reduce a un simple enfrentamiento entre los valores religiosos y los laicos, como el que opuso el pasado mes de mayo el militante amazig Ahmad Assid al jefe del Gobierno islamista marroqu¨ª, Abdelil¨¢ Benkir¨¢n. El n¨²cleo de la pol¨¦mica es otro: la inclusi¨®n de la diversidad en un espacio participativo com¨²n, o bien su exclusi¨®n en nombre de una presunta intangibilidad identitaria impuesta como un ineludible destino. Los intelectuales de los pa¨ªses ¨¢rabes han de tomar una posici¨®n clara al respecto, con la mirada puesta en el horizonte de una democracia que garantice el respeto de las libertades individuales auspiciadas en la Carta Fundacional de Naciones Unidas. Deben hacerlo ya y conciliar con pragmatismo la fe y la raz¨®n.
Juan Goytisolo es escritor.
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