Reparaciones
La austeridad dogm¨¢tica empieza a provocar efectos negativos incluso en el pa¨ªs que con m¨¢s fiereza y consenso la sostiene
La historia de Europa est¨¢ repleta de exigencias de reparaci¨®n. En 1871, el canciller Otto von Bismark impuso a la Francia derrotada de Napoleon III unas desmesuradas indemnizaciones de guerra, adem¨¢s de la entrega de Alsacia y Lorena. Algo m¨¢s de cuarenta a?os despu¨¦s, el ascua del rencor franc¨¦s por la humillaci¨®n segu¨ªa encendida, y tuvo mucho que ver con el entusiasmo de los galos por participar en la carnicer¨ªa comenzada en 1914.
En 1919 se produjo la revancha. La delegaci¨®n francesa en la comisi¨®n de reparaciones de guerra obtuvo una victoria sin paliativos al condenar a Alemania a devolver los territorios antes incautados y a pagar unas desorbitadas cantidades, que condenaban a pasar hambre a gran parte de la poblaci¨®n germana. Los delegados franceses actuaron con tal falta de piedad que provoc¨® en John Maynard Keynes una convulsi¨®n imborrable. Keynes cont¨® de una forma conmovedora su relaci¨®n con Carl Melchior, uno de los delegados alemanes en la negociaci¨®n, el ¨²nico hombre ¡°que mantuvo la dignidad en la derrota¡±. El sufrimiento que afloraba en su rostro le conmovi¨® m¨¢s que ¡°el sufrimiento colectivo de Francia¡± (John Maynard Keynes, de Robert Skidelsky, RBA). Ese sufrimiento, esa humillaci¨®n despiadada, la aplicaci¨®n brutal de unos t¨¦rminos de paz implacables tuvieron mucho que ver con el final de la Rep¨²blica de Weimar y la ascensi¨®n del nazismo, es decir, con el desencadenamiento de la mayor de las carnicer¨ªas de la historia universal, la II Guerra Mundial. A Keynes le pas¨® lo de casi siempre, que no le hicieron caso. El m¨¢s prestigioso economista del siglo XX no fue demasiado escuchado en vida.
Acabada la II Guerra Mundial, el castigo a los alemanes fue, de nuevo, implacable. En muy poco tiempo, la industria del pa¨ªs fue completamente desarbolada, f¨¢brica a f¨¢brica. Y sus obligaciones financieras se hicieron asfixiantes.
Solo la pugna entre la URSS y Estados Unidos consigui¨® que la piedad pareciera volver a imponerse sobre la venganza. El Plan Marshall y el Plan de Ayuda y Rehabilitaci¨®n de las Naciones Unidas cortaron el intento revanchista de reducir a Alemania a una econom¨ªa de car¨¢cter pastoril y salvaron millones de vidas humanas del asalto del hambre y el fr¨ªo. Puede ser que el c¨¢lculo pol¨ªtico fuera decisivo para que estos programas se implementaran, pero es indudable que el an¨¢lisis econ¨®mico estuvo presente, con el esp¨ªritu de Keynes al fondo, y ser¨ªa muy hermoso creer que tambi¨¦n jug¨® alg¨²n papel el recuerdo del rostro tr¨¦mulo del doctor Carl Melchior cuando intentaba salvar algo de su pa¨ªs treinta a?os antes.
Lo cierto es que los acontecimientos, las decisiones de los primeros a?os cincuenta han tenido un gran impacto en nuestras vidas. De ah¨ª naci¨® una Europa en las que las ¨²nicas guerras se han librado en la periferia (el terrible hecho de las rep¨²blicas exyugoslavas), y en pa¨ªses donde la piedad no hab¨ªa conseguido imponerse al rencor, a los ajustes de cuentas irresueltos.
De una forma menos dram¨¢tica, pero no exenta en absoluto de tensiones graves, reaparecen ahora en Europa algunas semillas de rencor que pueden fructificar de forma incontrolable en el futuro. Grecia y Portugal, que est¨¢n siendo literalmente laminadas por una pol¨ªtica europea de un autoritarismo extremo, no se van a recuperar con facilidad del correctivo que sufren, de las nuevas ¡°reparaciones¡± que se les exige paguen para que sus pecados sean perdonados. Nuestro pa¨ªs, Espa?a, no ha eliminado, ni mucho menos, esos riesgos. Lo vemos todos los d¨ªas en la prensa, basta con mirar las cifras del desempleo y las tasas de cobertura social. En Espa?a hay bolsas de hambre de una severidad a¨²n controlable, pero amenazantes.
No es mal momento para recordar a Keynes y su mirada ante la digna posici¨®n del doctor Melchior. Y recordar tambi¨¦n que el economista se conmov¨ªa, pero tambi¨¦n pensaba que hab¨ªa un gigantesco error econ¨®mico en la intransigencia contra los alemanes.
Los economistas no saben c¨®mo resolver el embrollo en el que estamos metidos. Es de tal calibre que la austeridad dogm¨¢tica empieza a provocar efectos negativos incluso en el pa¨ªs que con m¨¢s fiereza y consenso la sostiene. Pero ese hecho alarmante no nos puede hacer olvidar que el desprecio, el rencor que se est¨¢ sembrando en la ciudadan¨ªa de los pa¨ªses mal gobernados por la mano de hierro de Bruselas, puedan acabar saliendo a la luz.
La piedad es un concepto que puede ser asimilado por los economistas. Sobre todo, si est¨¢n tan desorientados como los que nos gobiernan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.