Qu¨¦ fue de las escritoras
Quince a?os despu¨¦s del ¡°triunfo de lo femenino¡±, las autoras siguen relegadas
De los ¡°12 novelistas con grandes perspectivas¡± que anunciaba hace poco en portada un influyente suplemento literario (El Cultural, 17-5-13), cinco eran mujeres: 42%. En cambio, el m¨¢s alto premio literario en lengua castellana, el Cervantes, se ha concedido solo a tres autoras, un 8% del total. ?C¨®mo explicar esta disparidad? Muy f¨¢cil, pensar¨¢n ustedes. En el pasado no hab¨ªa escritoras, o apenas, por eso no figuran en el canon presente (la n¨®mina del Cervantes, los libros de texto de la ESO, las colecciones de cl¨¢sicos). Ahora, en cambio, s¨ª las hay: lo que nos muestra El Cultural es una generaci¨®n igualitaria, e igualitario, por tanto, ser¨¢ el canon del futuro¡ Es una explicaci¨®n simple y reconfortante, con la ventaja a?adida de que no exige acci¨®n alguna: basta esperar, pues ¡°es cuesti¨®n de tiempo¡±¡ Solo tiene un peque?o inconveniente: no es verdad.
Quienes empezamos a tener ya unos cuantos a?os recordamos que hace unos 15 apareci¨® en escena una generaci¨®n que se anunci¨® no ya como igualitaria, sino como la del triunfo femenino. Echemos un vistazo a las hemerotecas. ¡°Novelistas de biber¨®n: Espido Freire, cabeza de una generaci¨®n de narradoras veintea?eras¡± (?poca, 1-11-99), ¡°Los libros m¨¢s vendidos de 1999 tienen firma femenina¡± (Qu¨¦ leer, junio de 1999), ¡°El boom de las mujeres¡± (Leer, junio de 2000) ?Qu¨¦ se hizo de sus protagonistas?
Entre 1999 y 2012 el Cervantes lo ha obtenido solamente Ana Mar¨ªa Matute, frente a 13 varones
Veamos la n¨®mina de los principales premios desde entonces hasta ahora (1999-2012). Entre los privados, los dos de m¨¢s tradici¨®n, el Nadal y el Planeta, arrojan una proporci¨®n de ganadoras bastante alta: 28% y 43%, respectivamente. Pero ?y los p¨²blicos? En los mismos a?os, el Cervantes lo ha obtenido solamente Ana Mar¨ªa Matute, frente a 13 varones (7%). Me dir¨¢n ustedes que es un premio que ganan autores muy mayores, pertenecientes a una generaci¨®n que no era precisamente igualitaria. Cierto: todos nacieron antes de 1940.
Pero fij¨¦monos un poco m¨¢s. El Cervantes es el ¨²ltimo pelda?o de la escalera de reconocimiento institucional, que suele empezar a subirse por el principio: el Premio Nacional de Poes¨ªa, Ensayo o Narrativa. Y en estos, ?qu¨¦ cifras nos encontramos? En los ¨²ltimos 14 a?os, el de Poes¨ªa lo han recibido cinco mujeres (36%). El de Ensayo, dos (14%). El del Narrativa, ninguna: desde que Carme Riera lo obtuvo en 1995, todos los premiados vienen siendo hombres. Aqu¨ª no sirve el argumento de la generaci¨®n: muchos nacieron en los a?os sesenta, o los setenta. Hay incluso quien ha ganado el Premio Nacional de Narrativa con una primera novela. No lo tienen o tuvieron, en cambio, narradoras de la talla de Esther Tusquets, Cristina Peri Rossi, Soledad Pu¨¦rtolas, Nuria Amat, Almudena Grandes, Rosa Montero, Bel¨¦n Gopegui, Marta Sanz, o las catalanas (recordemos que el premio abarca todas las lenguas espa?olas) Merc¨¨ Rodoreda, Maria Barbal o Imma Mons¨®.
?Es que no hay escritoras dignas de reconocimiento? ?O es m¨¢s bien que quienes otorgan ese reconocimiento las excluyen? Que en el ¨¢mbito comercial reine una mayor igualdad es de poco consuelo: es lo institucional lo que pasa a la historia; nuestras nietas y nietos en la escuela no estudiar¨¢n los premios Planeta, sino los premios Cervantes.
La ¡°discriminaci¨®n difusa¡± comienza por el hecho de que los escritores no leen a escritoras
Hace poco, el blog Ayuda al Estudiante de EL PA?S difund¨ªa un estudio de la Universidad de Valencia con una conclusi¨®n desoladora: de todos los nombres de cient¨ªficos, artistas, escritores¡ que mencionan los manuales de la ESO, solo el 7,5% son femeninos, con el agravante de que cuanto m¨¢s contempor¨¢nea es la ¨¦poca tratada, menos mujeres aparecen (http://blogs.elpais.com/ayuda-al-estudiante/2013/05/escritoras-silenciadas-en-clase-de-litaratura.html). Al presentar como natural (ni siquiera se comenta) ese extra?o panorama de una historia, una ciencia, un arte, una literatura,¡ de hombres solos, los libros de texto nos ense?an a seguir invisibilizando a las mujeres: la profec¨ªa se autocumple.
Y todo esto, ?por qu¨¦? Es esta una pregunta cuya respuesta m¨¢s obvia ¡ªquien tiene el poder, individual o colectivamente, es reacio a compartirlo¡ª resulta indemostrable. Me contentar¨¦ pues con preguntar no por el motivo, sino por el modo: c¨®mo el establishment excluye a las escritoras; en qu¨¦ consiste eso que se ha dado en llamar ¡°la discriminaci¨®n difusa¡±. Es un proceso que empieza por el principio: no las leen. Un estudio de los diarios de escritores espa?oles masculinos actuales nos muestra que leen mucho (en el diario comentan sus lecturas), pero solo a varones (Clar¨ªn, enero-febrero de 2012). Contin¨²a en los suplementos literarios, en los que se rese?an, como media, 85 libros de escritores varones por 15 de escritoras (extranjeras de preferencia).
El favoritismo se manifiesta tambi¨¦n en los espaldarazos de todo tipo que entidades privadas o p¨²blicas dan a los literatos. Por ejemplo, en el periodo 2006-2012, la Biblioteca Nacional invit¨® a hablar en el ciclo La biblioteca de¡ a 32 hombres y 6 mujeres (16%); la Fundaci¨®n Caballero Bonald lleva 10 a?os dando un premio de ensayo, siempre a hombres; la Mapfre por su parte concede otro, el Gonz¨¢lez Ruano, a un art¨ªculo period¨ªstico, y de las 36 veces que lo ha otorgado hasta ahora, 35 han reca¨ªdo, oh sorpresa, en un var¨®n¡
La carrera-tipo de los escritores resulta ser aplicable solamente para los de un sexo
As¨ª, la carrera-tipo de los escritores resulta ser aplicable solamente para los de un sexo. ?Y a los ¡ªlas¡ª que pertenecen al otro, qu¨¦ les ocurre? Algunas, pocas, salen adelante; suelen ser las que gozan de excepcionales apoyos: clase, dinero, protecci¨®n de un hombre importante; y, aun as¨ª, ocupan un segundo plano respecto a sus compa?eros: a cada escal¨®n que se asciende, aumenta el porcentaje de hombres y disminuye el de mujeres.
Otras buscan en los plat¨®s televisivos el dinero y la fama que ¨¢mbitos de mayor prestigio les regatean; escriben libros de sexo y autoayuda, que son los que las editoriales les encargan (a ellas, no a ellos); y conscientes de que los medios las aprecian m¨¢s por su belleza que por su talento, recurren a la cirug¨ªa est¨¦tica. Otras por fin, ante la discriminaci¨®n difusa, reaccionan con un malestar difuso: no entienden lo que pasa, pero se van desanimando. Escriben menos, ahogan su ambici¨®n, se vuelven marginales¡ lo que facilita y justifica a posteriori esa exclusi¨®n que se ejerci¨® desde el principio.
Hace 20 a?os que vengo analizando este fen¨®meno, y puedo decir que, por desgracia, hay altibajos, pero no un avance sostenido. He visto, en cambio, lo bastante como para entender que ni es cierto que en el pasado no hubiera mujeres, ni lo es que en el futuro las recoger¨¢ el canon. Ahora s¨¦ que en literatura, como en otros campos, la (apariencia de) igualdad no es propia de la nueva generaci¨®n, la que hoy es joven, sino de la juventud: es un viejo espejismo que a cada generaci¨®n se renueva, para disiparse al cabo de unos a?os y volver a empezar. ?Y qu¨¦ podemos hacer para evitarlo? Para m¨ª, la respuesta est¨¢ clara: reflexi¨®n te¨®rica y acci¨®n colectiva. Es decir, feminismo.
Laura Freixas es escritora y presidenta de la Asociaci¨®n Cl¨¢sicas y Modernas para la igualdad de g¨¦nero en la cultura.
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