El mal
La corrupci¨®n est¨¢ en el tu¨¦tano y todo sucede porque hemos alumbrado un monstruo
La semana pasada, en este mismo espacio, dec¨ªamos que la corrupci¨®n llegaba hasta el tu¨¦tano. Nos equivocamos: la corrupci¨®n viene del tu¨¦tano. Lo que vemos son las manifestaciones externas de ese jugo seminal que recorre las arterias del sistema, o lo que sea esto a lo que llamamos sistema.
A la podredura del tu¨¦tano se debe, por ejemplo, el hecho de que alguien pueda vender durante la campa?a un programa que no est¨¢ en su ¨¢nimo cumplir. Esa descomposici¨®n explica que la ciudadan¨ªa, ni por s¨ª misma ni a trav¨¦s de sus representantes, haya logrado evitar el atropello. De ah¨ª viene tambi¨¦n la facilidad con la que se ha llevado a cabo una reforma laboral que deja sin derechos a la poblaci¨®n trabajadora. De ah¨ª las pr¨¢cticas empresariales que fomentan el miedo creciente y la insolidaridad galopante en el puesto de trabajo. De ah¨ª el ataque impune a los colectivos tradicionalmente m¨¢s d¨¦biles de la sociedad: los pobres, los ancianos, las mujeres, los ni?os, los enfermos¡ De ah¨ª la privatizaci¨®n de lo que era propiedad de todos, el aumento de las personas millonarias y el crecimiento atroz de las desigualdades. Todo esto, que parece suceder fuera e ir hacia adentro, viene de dentro y se manifiesta afuera. Ese viaje desde la m¨¦dula a la piel, ahora lo entendemos, ha tenido varios momentos decisivos, uno de ellos protagonizado por Zapatero, cuando, a¨²n en el Gobierno, pact¨® el traspaso de poderes con Rajoy y comenz¨® a manosear las pensiones como un pederasta manosear¨ªa a un ni?o. El ni?o est¨¢ servido y el manoseo contin¨²a, ahora sin esc¨¢ndalo apenas. No nos enfanguemos en los s¨ªntomas (sobresueldos, comisiones, cuentas suizas¡). Todo ello sucede porque hemos alumbrado un monstruo. La justicia est¨¢ de paso (B¨¢rcenas acabar¨¢, como Mario Conde, siendo una estrella de la tele). El mal, en cambio, ha venido para quedarse.
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