La descomunal indecencia del silencio
Es el momento de que muchos a¨²llen sus verg¨¹enzas en plaza p¨²blica; que Rajoy pida perd¨®n por el latrocinio de su tesorero, que Gri?¨¢n se explique y los empresarios se excusen por apoyar a D¨ªaz Ferr¨¢n
Jos¨¦ K. tiene una extra?a peculiaridad ling¨¹¨ªstica. Ser¨¢, quiz¨¢, por ese car¨¢cter insurrecto y levantisco que le acompa?a desde peque?o ¡ª?qu¨¦ lejos aquellos tiempos de Pepito K.!¡ª pero que se ha agudizado con la edad, casi tanto como las arrugas de la cara o, admit¨¢moslo, tambi¨¦n las del alma. La enfermedad, leve, es sin embargo manifiesta. As¨ª que le dicen dulce y responde ac¨ªbar, le dicen blanco y contesta negro, le dicen dios y responde bueno o generoso. No puede remediar esta singularidad, por lo que ahora, a estas alturas de garrota, ha tomado la decisi¨®n de adoptarla como se admite a cierta edad la firma y la r¨²brica.
As¨ª que vestido de mercadillo, incluso ha encontrado unos pantalones con decenas de bolsillos ¡ª?para qu¨¦ servir¨¢n, se pregunta?¡ª por un m¨®dico precio, chapiri contra el sol y alpargatas de siempre, apoyado en un bast¨®n de madera sin barnizar, muy de verano, salta al asfalto para ver los ojos de otros seres humanos tan agobiados como ¨¦l. En un banco del parque, a la sombra, lee en su peri¨®dico de siempre las ¨²ltimas novedades. Terribles. En ellas, incrustado como la mugre en las u?as, hay siempre dinero, mucho dinero, un dinero imposible de visualizar, de imaginarse siquiera, de averiguar para qu¨¦ sirve tal acumulaci¨®n y acaparamiento. Por la edad, nuestro amigo a¨²n acostumbra a contar en pesetas, sobre todo cuando son cantidades grandes. Cinco mil millones. Veinte mil millones. Un v¨¦rtigo.
Se asombra Jos¨¦ K. de que todos estos facinerosos con foto en la portada del diario deban sus inmensas fortunas a cantidades llamadas ¡°comisiones¡±, escondidas en cajas fuertes de bancos dirigidos por otros a¨²n m¨¢s ricos, m¨¢s facinerosos que ellos mismos, si atendemos como pruebas de su alma delincuente sus muchas multas por eso, por facinerosos. Y si esos 50 millones de euros, o m¨¢s de 8.000 millones de pesetas, son apenas el liquidillo que rezuma del bid¨®n, ?qu¨¦ no llevar¨¢ dentro el recipiente? ?Las comisiones son un 1%, por ejemplo? ?El monto total es, pues, de 5.000 millones de euros, m¨¢s de 800.000 millones de pesetas, el que pasaba por sus cuentas o, por mejor decir, por las cuentas del partido? Pueden hacer el c¨¢lculo con un 3%, o incluso con el 50%, que es igual de mareante. Resten, si gustan, la parte que se quedaba entre los dedos de gente tan emprendedora ¡ª?qu¨¦ risa!¡ª como Francisco Correa o el Bigotes. Y cuenten, adem¨¢s, con el consejero de la comunidad x, o el alcalde de y.
El presidente deber¨ªa comprometerse a devolver cada euro que se ha llevado Luis B¨¢rcenas
Es entonces, por esa deriva de la que habl¨¢bamos, cuando Jos¨¦ K., vena a punto de estallar, manos un punto temblorosas, pronuncia la palabra lumpenproletariado. Y le gusta como suena. Cree, adem¨¢s, que si Carlos Marx, s¨ª, Carlos Marx, ?pasa algo?, viviera hoy, ya no hablar¨ªa de ¡°v¨¢stagos degenerados y aventureros de la burgues¨ªa, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, due?os de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros o mendigos*¡±.
Seguramente utilizar¨ªa el t¨¦rmino ¡ªlumpenproletariado¡ª para incluir a todos los que ha expulsado el capitalismo salvaje de ese falso para¨ªso creado por los neoliberales para hacer m¨¢s ricos a los ricos de siempre y m¨¢s pobres a los pobres de siempre. Para utilizar el lenguaje convenido entonces, ¡°aquella parte de la clase obrera que queda fuera del proceso de producci¨®n y socialmente marginada¡±. ?Les suena? Ah¨ª, en ese saco, meter¨ªa por ejemplo al medio mill¨®n de parados con m¨¢s de 55 a?os, carne desgastada que ya no encontrar¨¢ un trabajo decente. O al mill¨®n de j¨®venes, ese ej¨¦rcito de mano de obra tirada, aplastada, despreciada. ?Mujeres, tambi¨¦n? Claro: 2.700.000.
No entiende Jos¨¦ K., con tantas desverg¨¹enzas al aire, miles de zarajos enrollados en varas llenas de herrumbre, miserables despojos escandalosamente expuestos al sol de una sociedad que un d¨ªa quiso ser justa y solidaria, c¨®mo es posible que todav¨ªa el presidente del Gobierno no haya salido a pedir perd¨®n, cuando menos, a ese lumpenproletariado al que ha condenado a pena de vida, por el latrocinio de ese tesorero que ¨¦l mismo nombr¨®, a dedo, hace apenas cinco a?os. T¨² eres la persona en la que m¨¢s conf¨ªo, la m¨¢s honrada y m¨¢s justa que he encontrado para llevar el control de los miles de millones que se mueven en mi casa, le dir¨ªa entonces. Yo lo certifico y por eso te nombro.
Nunca se debe permitir que un gobernante no d¨¦ la cara; debe explicar qu¨¦ es lo que ha ocurrido
Es inexplicable, pues, que el se?or presidente no haya comparecido en televisiones p¨²blicas ¡ªhay muchas¡ª y en hora de m¨¢xima audiencia. Pido humildemente su perd¨®n, deber¨ªa decir en un plano frontal, vamos a devolver a la sociedad todos y cada uno de los euros que se ha llevado Luis B¨¢rcenas, ese se?or que conviv¨ªa con nosotros en la misma casa, puerta con puerta, reuni¨®n tras reuni¨®n, caf¨¦ tras caf¨¦, y al que hicimos ni m¨¢s ni menos que senador, otro sueldo para la buchaca. Ese mismo caballero al que hemos defendido a capa y espada, a quien hemos mantenido sueldo astron¨®mico y prebendas variadas cuando todo el mundo ya estaba al cabo de la calle de su cala?a. Haremos lo mismo con lo robado por nuestros alcaldes, y nuestros consejeros, y hasta devolveremos todos esos sobresueldos sucios y escandalosos. ?Dimitir? Quiz¨¢, pero antes, aqu¨ª est¨¢n mis manos, quemadas, abrasadas por tantas y tantas mentiras. ?Qu¨¦ quieren que haga con ellas?
Luego saldr¨ªa Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n, para explicarnos c¨®mo ha sido posible que se nombrara para esos cargos que ¨¦l sabe ¡ªcientos de millones a discreci¨®n¡ª a esos personajes que ¨¦l sabe. Y los sindicalistas andaluces, o de donde sean, si se confirman las coimas, los untos, los sobornos, p¨®nganse el chubasquero y vayan a las f¨¢bricas a llorar frente a sus afiliados, a vomitar su incompetencia y su desidia. Y obren en consecuencia. Tambi¨¦n, claro, los dirigentes empresariales, que en lugar de contar d¨ªas y muertos y escupirlos a los trabajadores, deben suplicar indulgencia por haber mantenido como gran capo de todos ellos, tan atildados, a un se?or ¡ªGerardo D¨ªaz Ferr¨¢n, se llama¡ª que hoy pasea por Soto del Real tras posar de frente y de perfil. Como los cacos. El patr¨®n de patrones, le llamaban. Se ahorra Jos¨¦ K. el juego de la aliteraci¨®n, por grosera obviedad. ?Pujoles variados? Tambi¨¦n. ?Y quiz¨¢ se olvida del otrora afamado balonmanista? En absoluto, pero le importa menos, porque duques de Palma solo hay uno y el da?o, por tanto, es casi molecular.
Pasen de uno en uno los convocados por ese elevado estaribel que se puede montar en cualquier plaza p¨²blica y canten la palinodia. Ya ha llegado el tiempo de los gritos a voz en cuello¡ y en p¨²blico. Dejen de murmujear y a¨²llen sus verg¨¹enzas. ?Alguien les perdonar¨¢? Quiz¨¢. Pero Jos¨¦ K. lo deja claro: Yo, no. A la calle. Fuera. Ni verlos.
La responsabilidad jur¨ªdica les llevar¨¢ a todos ellos hasta donde digan ¡ªcon mayor o menor acierto y/o valent¨ªa¡ª los se?ores magistrados. Pero la responsabilidad pol¨ªtica ¡ªy moral¡ª es otra cosa. Nunca, jam¨¢s, se debe permitir al gobernante el insulto del silencio. Porque les mantenemos todos nosotros, los ciudadanos, incluidos los que han dejado sin Ley de Dependencia, sin beca o sin sanidad gratuita. La m¨ªnima decencia les obliga a dar la cara, a que nos expliquen qu¨¦ han hecho o qu¨¦ han dejado hacer.
Porque ya no les vamos a dejar, levanta la barbilla Jos¨¦ K. ¡ªse queda nuestro amigo muy gracioso, venerable en su pose, pero chisgarab¨ªs en su presencia f¨ªsica¡ª, que se zafen de sus obligaciones, como han hecho durante tantos a?os, y jueguen al disimulo, como escenificaban estos amigos nuestros:
¡ªDe todos los que conozco, usted es el m¨¢s cronco¡ª dice Calac.
¡ªY usted el m¨¢s petiforro ¡ªdice Polanco¡ª. Me llama cronco a m¨ª, pero se ve que nunca se ha husnado la cara en un espejo.
(Les ruego permitan al anciano narrador rendir un homenaje ¡ª?ay!¡ª a la Rayuela de Julio Cort¨¢zar en su 50? aniversario).
*Cap¨ªtulo V de El 18 de brumario de Luis Bonaparte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.