Lo breve, si breve, dos veces breve
1. Cuenta la leyenda que mientras el gran poeta italiano ?Giosu¨¨ Carducci yac¨ªa en su lecho de muerte, le preguntaron si se arrepent¨ªa de algo de lo que hab¨ªa hecho en su vida; Carducci contest¨®, admirablemente: ¡°De todo¡±. Luego le preguntaron si pod¨ªa ser m¨¢s concreto; Carducci accedi¨®. ¡°Me arrepiento de haber escrito con cuatro palabras lo que pod¨ªa haber escrito con tres¡±, dijo.
2. No parece que Merlina Acevedo lleve camino de tener que arrepentirse de eso. ?Qui¨¦n es Merlina Acevedo? No lo s¨¦; lo ¨²nico que conozco de ella es un pu?ado de aforismos titulado ¡®Peones de Troya¡¯ y publicado en la revista Letras ?Libres, pero a m¨ª me parece que esos destellos bastan para delatar a un escritor de verdad. Descubrir a un escritor es un placer; si el escritor escribe en tu propia lengua y es un desconocido (o por lo menos un desconocido para ti), el placer se multiplica. En Internet averiguo que Acevedo tiene 43 a?os, que es mexicana, pintora, compositora y ajedrecista, y que, por lo que parece, no ha publicado un solo libro. No importa. Vean: ¡°Nadie sabe lo que no sabe hasta que tiene que inventarlo¡±. Vean: ¡°De ni?os todos fuimos inmortales¡±. Vean: ¡°El pesimismo exagerado es el optimismo en su m¨¢s pura expresi¨®n¡±. Vean: ¡°El amor propio siempre se enamora de la persona equivocada¡±. Quiz¨¢ lleve raz¨®n Acevedo: ¡°Lo breve se aproxima a lo infinito¡±.
3. Nunca tuve el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s por los coches, pero a principios de este verano, mientras me pasaba una semana recorriendo de punta a punta Alemania en un b¨®lido alquilado, gast¨¢ndome el dinero que no tengo y visitando fastuosos museos automovil¨ªsticos (los de Mercedes y Porsche en Stuttgart; el de BMW en M¨²nich; el de Audi en Ingolstadt), para acabar dando una vuelta salvaje a velocidad suicida por el circuito de N¨¹rburgring, me sent¨ª el tipo m¨¢s feliz del tercer planeta del sol. Me acompa?aba mi hijo, que hered¨® de mi padre la pasi¨®n por los coches, y durante esas vacaciones locas pens¨¦ a menudo en una historia que me cont¨® un amigo. ?ste hab¨ªa cenado en una ocasi¨®n con un magnate mexicano, al parecer uno de los hombres m¨¢s ricos del mundo, a quien, en medio de las risas y la cordialidad del encuentro, se le ocurri¨® preguntarle si se cambiaba por alguien, o tal vez si envidiaba a alguien. Para sorpresa de mi amigo, el magnate se tom¨® su pregunta muy en serio, y durante un rato estuvo meditando la respuesta. Mi amigo dice que, mientras ve¨ªa reflexionar con el ce?o fruncido a aquel hombre que lo ten¨ªa absolutamente todo, comprendi¨® que no pod¨ªa envidiar a nadie, pero de repente el ce?o del magnate se alis¨® y ¨¦ste proclam¨®, satisfecho: ¡°A mi hijo¡±.
4. En trance de hacer un elogio tan fervoroso de la brevedad como el de Merlina Acevedo que copi¨¦ m¨¢s arriba, aquella ma?ana el se?or Fuertes, profesor de franc¨¦s y castellano en los maristas, se arm¨® tal l¨ªo en medio del guirigay de la clase que acab¨® acu?ando una sentencia doblemente pleon¨¢stica que algunos de sus alumnos nunca podremos olvidar, y que siempre he pensado que merece, como m¨ªnimo, la humilde posteridad del t¨ªtulo de un art¨ªculo: ¡°Lo breve, si breve, dos veces breve¡±.
¡°El remordimiento es uno de los dos peores enemigos del g¨¦nero humano¡±
5. A pesar de mi extraordinaria modestia, me considero el campe¨®n del mundo mundial de los pesos pesados de la mala conciencia, de manera que siempre estuve del todo de acuerdo con Spinoza cuando afirma que el remordimiento es uno de los dos peores enemigos del g¨¦nero humano (el otro es el odio), una cosa repugnante y triste que nos quita capacidad de obrar y a la larga nos destruye; pero este verano, mientras recorr¨ªa de punta a punta Alemania con mi hijo en un b¨®lido alquilado, no par¨¦ de leer a Wislawa Szymborska, la inmensa poetisa polaca, y una noche llegu¨¦ a un asombroso poema titulado Alabanza de la mala opini¨®n de s¨ª mismo en el que se lee que el ¨¢guila ratonera no suele reprocharse nada, que carece de escr¨²pulos la pantera negra y que las pira?as no dudan de la honradez de sus actos, un poema que concluye as¨ª: ¡°En el tercer planeta del sol / la conciencia limpia y tranquila / es s¨ªntoma primordial de animalidad¡±. Entonces, adem¨¢s de inmensamente feliz, me sent¨ª brutalmente inteligente. El segundo sentimiento fue breve.
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