Dostoievski y los 'lobos solitarios'
Los fundamentalistas criados en Occidente comparten rasgos de la sociedad zarista
La guerra contra el terror desencadenada por Bush a ra¨ªz del brutal atentado de Al Qaeda contra las Torres Gemelas no ha resuelto el problema de seguridad en las sociedades democr¨¢ticas de Occidente y lo ha agravado en el mundo araboisl¨¢mico que se extiende del ?ndico al Atl¨¢ntico. La intervenci¨®n militar estadounidense en Afganist¨¢n, avalada por la comunidad internacional, y en Irak, basada en mentiras y pruebas falsas, con un coste de vidas civiles muy superior al de las causadas en la Gran Manzana, ha dado como resultado la creaci¨®n de dos Estados fallidos, envueltos en sangrientas rivalidades tribales y sectarias, mientras que el n¨²mero de pa¨ªses que sirven de santuario a los combatientes de la yihad abarca hoy tanto a Pakist¨¢n y Yemen, como a Somalia y El S¨¢hara.
Paralelamente, las frustradas juventudes ¨¢rabes hallan un punto de referencia en la defensa del pueblo sirio, alzado contra el d¨¦spota que se sirve de toda clase de armas letales contra su propia poblaci¨®n. All¨ª tambi¨¦n el yihadismo encuentra su caldo de cultivo y musulmanes criados en Europa y Norteam¨¦rica acuden a defender una causa justa para radicalizarse en contacto con los integrantes de Al Qaeda y asumir su mesianismo suicida. Como declaraba un brigadista voluntario al corresponsal de Le Monde: ¡°mis amigos y yo hemos venido a Damasco para morir. Tras madura reflexi¨®n hemos llegado a la conclusi¨®n de que hay que luchar aqu¨ª y de que no veremos el final de la guerra. Y, como m¨¢rtires, iremos directamente al para¨ªso¡±.
Los atentados perpetrados en los ¨²ltimos meses (Toulouse, Boston, una barriada conflictiva de Londres...) no responden a dicho esquema: no son obra de grupos m¨¢s o menos coordinados con la internacional yihadista que patrocin¨® Bin Laden, sino individuos aislados, los llamados lobos solitarios, dif¨ªcilmente detectables por los servicios secretos especializados en la lucha antiterrorista. Ya sean chechenos, nigerianos o magreb¨ªes, presentan un perfil identitario que no cuadra en los arquetipos habituales del extremismo suicida. No hay voluntad de inmolaci¨®n en nombre de la causa y se trata de j¨®venes aparentemente adaptados a los modos de vida del pa¨ªs en que residen: visten ch¨¢ndal y calzan zapatillas deportivas, salen con chicas, son forofos del Tottenham o del Paris Saint-Germain, frecuentan los bares, se toman unas cervezas con sus amigos. Familiares, vecinos y conocidos expresan su estupor: dicen que eran absolutamente normales y parec¨ªan bien integrados. Nadie se explica el s¨²bito cambio: su conversi¨®n al islamismo radical y el paso a un tipo de acci¨®n tanto m¨¢s absurdo cuanto no se produce en un contexto de violencia, que explicar¨ªa su extrav¨ªo. Los autores del atentado de Boston no lo cometieron en Rusia para vengarse del aplastamiento sa?udo de la rebeli¨®n chechena y de la tiran¨ªa del actual virrey de Putin, Ramzan Kad¨ªrov, sino en el pa¨ªs que hab¨ªa acogido a su familia, y nada tiene que ver con el conflicto del C¨¢ucaso.
Esta forma de lumpen terrorismo ya la describi¨® el gran escritor ruso
Lo mismo puede decirse del asesinato del soldado ingl¨¦s Lee Rigdy por dos nigerianos de origen cristiano convertidos al islam o de la sangrienta correr¨ªa de Mohamed Merah en Toulouse y Montauban. ?nico denominador com¨²n: todos hab¨ªan comenzado a visitar asiduamente mezquitas conocidas por sus pr¨¦dicas salafista y a visionar v¨ªdeos sobre Afganist¨¢n y Siria en los que se ensalza el martirio y la guerra santa.
Editorialistas, polit¨®logos y psiquiatras discuten y se esfuerzan en explicarnos esta nueva forma de lumpen terrorismo o terrorismo de individuos aislados invocando el consabido lavado de cerebro de sus autores por las arengas de imanes extremistas. Interpretaci¨®n v¨¢lida pero insuficiente en la medida en que no penetra en las interioridades de quienes, como en la sociedad rusa del siglo XIX, se sienten imantados y repelidos a un tiempo por los modos de vida de Occidente, como expuso Dostoievski de forma magistral. Los personajes de sus novelas son, en efecto, seres apasionados que oscilan entre la tradicional creencia religiosa y el nihilismo, pecan contra la doctrina inculcada en su infancia, juran enmendarse, recaen y se proclaman dispuestos a morir por la fe. Libro tras libro les vemos atravesar todo tipo de dudas y contradicciones y, tras amoldarse a las normas de la sociedad zarista, achacan todos los males de esta al influjo maligno de la cultura europea, para arrojarse a continuaci¨®n, escribe el gran novelista, ¡°en brazos del suelo natal, de la tierra nativa, y como ni?os asustados por fantasmas, se refugian en el seno amortecido de su madre para dormir en paz y huir de las visiones que les atormentan¡±.
La mala conciencia de haber escapado de una suerte m¨ªsera, ayer de la servidumbre cruel de los m¨²jics, hoy de la de sus hermanos sirios o afganos, les impulsa a atribuir la culpa de las desdichas de los suyos a la sociedad en la que se han instalado. Su existencia a salvo de aquellas se convierte en una autoacusaci¨®n. Las im¨¢genes colgadas en la Red con los atropellos del Ej¨¦rcito estadounidense en Irak o Afganist¨¢n, la exaltaci¨®n del martirio, la estampa gloriosa de los combatientes con un Kal¨¢snikov al hombro hacen el resto. A falta de una inmolaci¨®n en Damasco o Alepo, el remedio casero. Su novato pero fervoroso salafismo se convierte en una chapucera aunque mort¨ªfera simulaci¨®n de la yihad.
Como observa Dostoievski en Los hermanos Karamazov, ¡°estos j¨®venes no comprenden que a menudo es bien f¨¢cil sacrificar la vida mientras que consagrar, por ejemplo, cinco o seis a?os de su juventud al estudio de la ciencia es algo superior a sus fuerzas¡±. As¨ª era en la Rusia zarista y lo es hoy con un pu?ado de inmigrantes de origen musulm¨¢n instalados en Europa o Norteam¨¦rica, cuyo delito es vivir c¨®modamente en un universo que identifican febrilmente con el mal. Para entender el porqu¨¦ de los lobos solitarios nada mejor que asomarse a las p¨¢ginas de La casa de los muertos, Crimen y castigo o Los endemoniados. ?Ser¨ªa mucho pedir a nuestros expertos en la lucha contra el terrorismo que dedicasen unas horas a su provechosa lectura?
Juan Goytisolo es escritor.
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