Alerta y sanos y salvos
Nada mina tanto las energ¨ªas como sentirse in¨²til, improductivo o innecesario, como deben tener la sensaci¨®n millones de parados
Un supersticioso dir¨ªa que se trata del n¨²mero, del a?o 13, pero algunos no murieron en los siete meses que llevamos de ¨¦l, sino antes, no s¨¦ cu¨¢ndo exactamente. Un estoico lo ver¨ªa como mera casualidad, o como ¡°racha¡±, y es verdad que a veces se tiene la sensaci¨®n de que hay periodos muy malos en que se concentran las desgracias. Tambi¨¦n es cierto que cada uno se fija m¨¢s en las bajas de su entorno profesional, o de aquellos ¨¢mbitos a los que presta atenci¨®n, por afici¨®n o cercan¨ªa. Yo me he acostumbrado a mirar la secci¨®n de Obituarios con aprensi¨®n, y cuando veo que desconozco a los muertos destacados del d¨ªa ¨Ccuando se trata de un industrial o de un f¨ªsico¨C, respiro con un poco de alivio, como pensando: ¡°No ha ca¨ªdo nadie que me importe, o que para m¨ª forme parte del mundo; si ignoraba su existencia, mal puedo lamentar que ¨¦sta haya tocado a su t¨¦rmino¡±. Me imagino que, en cambio, quienes sepan de f¨ªsica o industria sentir¨¢n que han sufrido una p¨¦rdida, aunque no conocieran personalmente al fallecido. Y me atrever¨ªa a suponer que en todos los terrenos hay hoy la misma sensaci¨®n, de muertes atropelladas, superpuestas, tanto que ni siquiera da tiempo a llorarlas como es debido, o a encajarlas, o a recordarlas.
En el campo de las artes y del periodismo ¨Ca muchos de sus integrantes les guardo agradecimiento¨C, est¨¢ siendo este un tiempo demasiado luctuoso, y en particular en Espa?a. Claro que hay individuos cuyo fallecimiento nos deja perplejos porque los cre¨ªamos muertos desde hac¨ªa mucho, o semimuertos: es el caso de la actriz juvenil Deanna Durbin, famos¨ªsima en ¨¦poca de mis padres; o el de Esther Williams, la nadadora coreogr¨¢fica que protagoniz¨® simp¨¢ticos delirios en mi infancia y de la que nada se sab¨ªa hac¨ªa siglos. Otros mueren a edades provectas y por lo tanto ¡°l¨®gicas¡±, como St¨¦phane Hessel o Jos¨¦ Luis Sampedro. Pero lo cierto es que han muerto ahora, cuando pod¨ªan haberlo hecho antes, ¡°naturalmente¡±, y sin embargo sobrevivieron. Otros tambi¨¦n eran mayores, aunque no tanto: mi t¨ªo Jes¨²s Franco, Sara Montiel, Moustaki, Querejeta, Tomeo, Miguel Narros, Landa, Borau, Fernando Guill¨¦n, Mar¨ªa Asquerino, me vienen a la memoria y la cantidad me sorprende. Los ha habido asimismo m¨¢s j¨®venes: Esther Tusquets, Constantino Romero, Eugenio Tr¨ªas, Sancho Gracia, Jos¨¦ Sancho, Bigas Luna, el admirable ?James Gandolfini, el librero de cine Jes¨²s Robles, la grat¨ªsima Concha Garc¨ªa Campoy, Tony Ronald ¡ Hasta ha muerto Matt Mattox, que nadie sabe qui¨¦n fue salvo los muy aficionados al cine: el hermano con barbita de chivo de Siete novias para siete hermanos, se lo recuerda bailando inveros¨ªmilmente con un hacha en la nieve. Y J¨¦r?me Savary, el escritor Chinua Achebe, Ray Manzarek de The Doors, el torero Pepe Luis V¨¢zquez, el legendario editor Nadeau, el cuentista Medardo Fraile, Manuel Fern¨¢ndez-Montesinos. En el mundo de las letras y del espect¨¢culo es como una cat¨¢strofe continua. En el plano personal ¨Cel que desde luego m¨¢s importa¨C la cosa no mejora, y a lo ¨²nico a lo que aspira uno es a que las bajas no nos toquen muy cerca. Pero a qui¨¦n no le van llegando noticias de este o aquel conocido que ha desaparecido de la faz de la tierra, a veces inesperadamente, o que ha sufrido un ictus o un infarto y se ha salvado de milagro.
Para m¨ª no hay superstici¨®n, ni noci¨®n estoica de mala racha sin causa. Y no, no voy a caer en una variaci¨®n del dicho italiano ¡°Piove, porco governo¡±, adapt¨¢ndolo a ¡°La gente muore, porco governo¡±. Pero no puedo por menos de creer que la situaci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica en que nos encontramos desde hace ya demasiados a?os ¨Cy que nuestros Gobiernos agravan a conciencia, lejos de ponerle remedio o alivio¨C tiene algo que ver, algo influye. El des¨¢nimo resta vitalidad, y acaso rebaja las defensas. Quita ganas de luchar y de vivir, sin que apenas nos demos cuenta. Agota, consume fuerzas. Las preocupaciones y los temores nos hacen m¨¢s d¨¦biles, no me cabe duda de eso, y la falta de horizontes apaga poco a poco cualquier br¨ªo. Es curioso que haya muerto tanta gente de cine y teatro en Espa?a, justo cuando el Gobierno de Rajoy ha dado una estocada definitiva a sus mundos. En la reciente pel¨ªcula Hannah Arendt, de Margarethe Von Trotta, la fil¨®sofa explica a sus alumnos cu¨¢l fue la m¨¢xima perversi¨®n de los nazis: hacer creer a las personas ¨Csobre todo a los jud¨ªos, alemanes o no¨C que eran superfluas, que su trabajo no serv¨ªa de nada aunque tuvieran que seguir haci¨¦ndolo. Nada mina tanto las energ¨ªas como eso: sentirse in¨²til, improductivo, innecesario, sobrante, prescindible, un estorbo. Sentir que la propia desaparici¨®n no altera nada o incluso resulta beneficiosa para los que mandan. Cada vez m¨¢s deben de tener esa sensaci¨®n los millones de parados de larga duraci¨®n en Espa?a; los j¨®venes que no encuentran hueco y se marchan, los ¡°dependientes¡± a los que ya no se ayuda, los enfermos cr¨®nicos, los pensionistas que notan la prisa de tantos pol¨ªticos por que de una vez desalojen. Tambi¨¦n la gente cuya profesi¨®n es tratada como si fuera un lujo (?y se incluye a los cient¨ªficos e investigadores!), un mero gasto, un engorro. En lo que respecta a la literatura y a las artes, cuantos piratean libros, pel¨ªculas, canciones ¨Ccon la connivencia de este cobarde Gobierno¨C, contribuyen a que as¨ª nos sintamos quienes nos dedicamos a ellas. No es as¨ª. Y si escribo estas reflexiones no es para deprimirlos a ustedes justo antes de sus vacaciones. Sino para que se mantengan alerta, saquen fuerzas de flaqueza y regresen todos sanos y salvos.
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