Vida humana y libertad de la mujer
La reforma del aborto que proyecta Ruiz Gallard¨®n confunde moral p¨²blica y moral privada. Se pregunta si es correcto que una mujer aborte, cuando deber¨ªa preguntarse si es correcto que el Estado obligue a dar a luz
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El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, ha anunciado que dentro de tres meses presentar¨¢ su proyecto de reforma de la ley del aborto. No han trascendido los detalles, pero parece que el ministro pretende suprimir el r¨¦gimen de aborto libre y regresar al sistema puro de supuestos. ?Qu¨¦ motiva esta reforma? Seg¨²n declaraciones del ministro, proteger la vida del no nacido y garantizar la libertad de la mujer. En efecto, estos son dos de los fines que justifican la regulaci¨®n del aborto voluntario. Ahora bien, el ministro se halla sumido en cierta confusi¨®n muy generalizada en este debate: interpreta vida humana y libertad de la mujer como valores de moral privada que nos dan la respuesta a si es moralmente correcto que una mujer aborte, cuando deber¨ªa interpretarlos como valores de moral p¨²blica y preguntarse si est¨¢ justificado que el Estado obligue a dar a luz.
Comprenderemos mejor la distinci¨®n entre moral p¨²blica y moral privada con un ejemplo. Imaginemos una ley que nos obligara a donar un ri?¨®n a personas que lo necesitan para sobrevivir. Estar¨ªamos de acuerdo en que, sea o no insolidario negarse a donar un ¨®rgano en tales casos, el Estado no nos puede forzar a hacerlo. Podremos ser criticados por nuestra decisi¨®n, pero esta nos compete exclusivamente a nosotros, libres de la amenaza de recibir un castigo en caso de que escojamos la opci¨®n equivocada. Algo similar ocurre con los embarazos fruto de una violaci¨®n o los que ponen en peligro la vida o salud de la mujer. Resulta perfectamente coherente sostener, a un tiempo, que cierta conducta (como arriesgar la vida por el propio hijo) es elogiable o, incluso, debida, y que, sin embargo, no puede ser legalmente obligatoria.
Ahora bien, m¨¢s all¨¢ de estos supuestos ¡ªviolaci¨®n, peligro para la vida o la salud de la mujer¡ª, ?debe prohibirse el aborto voluntario? Creo que no. El ministro cometer¨ªa un grave error si suprimiera el sistema de aborto libre. El problema, de nuevo, es que act¨²a sobre la falsa creencia de que la cuesti¨®n relevante a resolver es cu¨¢ndo es moralmente correcto que una mujer aborte y no cu¨¢ndo est¨¢ justificado que nosotros, el conjunto de la ciudadan¨ªa, la obliguemos a dar a luz.
El debate sobre el aborto no surge de una discrepancia sobre hechos, sino sobre valores
No niego que como ciudadanos tenemos un inter¨¦s leg¨ªtimo en garantizar la existencia de futuros miembros de la comunidad. Este es un valor p¨²blico que debe condicionar la regulaci¨®n del aborto. Tampoco niego los hechos biol¨®gicos b¨¢sicos: el embri¨®n o feto es un ser vivo distinto de la madre, miembro de nuestra especie, cuyo desarrollo hasta devenir un beb¨¦ puede trazarse sin soluci¨®n de continuidad. Renegar de la biolog¨ªa es un disparate que nadie deber¨ªa cometer a estas alturas de la discusi¨®n acad¨¦mica sobre el asunto.
Quiz¨¢, aqu¨ª, alguien crea que, admitido que el feto es un ser humano, es imposible escapar de la conclusi¨®n de que, fuera de los dos supuestos mencionados, es preciso prohibir el aborto. No es as¨ª. El debate sobre el aborto no surge de una discrepancia sobre hechos, sino sobre valores. Declarar que el feto pertenece a nuestra especie es la mera constataci¨®n de un hecho que no compromete a quien la hace, la posici¨®n antiabortista. As¨ª, cuando los ¡°proelecci¨®n¡± negamos que el feto sea una persona no estamos afirmando que, pese al consenso cient¨ªfico, las mujeres embarazadas llevan en su ¨²tero a seres de otras especies. Estamos afirmando algo m¨¢s profundo: que es un ser humano, pero que eso es irrelevante.
?C¨®mo es posible afirmar tal cosa?, se preguntar¨¢n algunos, pues si el feto es un ser humano, es de hecho el mismo ser humano que en un futuro ser¨ªa la delicia de sus padres, descubrir¨ªa el arte y la literatura, se enamorar¨ªa y experimentar¨ªa todas esas cosas que hacen que la vida valga la pena. Cuando lo abortamos, ?no le estamos privando de todo ello? ?No es por eso por lo que consideramos que matar a alguien es tan horrible?, podr¨ªa argumentarse. Todo eso es cierto si creemos que lo que importa es que el individuo futuro y el feto cuyo aborto estamos considerando son el mismo ser humano.
El derecho al aborto no se basa en la libertad de disponer del cuerpo sino en la libertad de conciencia
Esta es una posici¨®n respetable, aunque a mi juicio, equivocada. Lo que importa es la continuidad de la vida mental. Si reflexiono sobre ello, lo que me preocupa de mi muerte no es que mi coraz¨®n deje latir o mis pulmones de respirar, sino que mi cerebro pierda todas sus capacidades psicol¨®gicas. Por eso, por ejemplo, caer en un estado vegetativo es indistinguible de morir.
Nuestra vida mental comienza, calcul¨¢ndolo prudentemente, a las 20 semanas de gestaci¨®n. Hasta ese momento el feto es un organismo sin mente: sin apetencias, sin sensaciones e incluso sin dolor. A efectos de lo que realmente importa, no existe ning¨²n v¨ªnculo entre un feto de menos de 20 semanas y la futura persona que llegar¨¢ a ser. Con posterioridad, las capacidades psicol¨®gicas del feto aumentan gradualmente, y es razonable suponer que la consideraci¨®n moral que merece se incrementa a su vez de forma gradual.
Si la pregunta fuera cu¨¢ndo es moralmente correcto que una mujer aborte, entonces nada ser¨ªa m¨¢s importante que dilucidar si lo que importa es ser el mismo ser humano o la continuidad de la vida mental. Pero, record¨¦moslo, estamos en un debate pol¨ªtico: nos preguntamos cu¨¢ndo, como comunidad de ciudadanos, podemos obligar a una de nosotras a dar a luz.
Los ¡°proelecci¨®n¡± suelen apelar al derecho de cada mujer sobre su cuerpo. Creo, sin embargo, que el derecho al aborto descansa sobre la libertad de conciencia. Al reconocer a nuestros conciudadanos como nuestros iguales en autonom¨ªa, admitimos que tienen derecho a formarse sus propias creencias religiosas y filos¨®ficas. Aunque en muchas ocasiones les creeremos equivocados, sabemos que ser¨ªa incorrecto emplear la fuerza coercitiva del Estado para reprimirles. Hay, claro, l¨ªmites a la tolerancia. Pero ninguna de las concepciones sobre el valor de la vida humana que he considerado es irrazonable. No se basan en creencias irracionales, manifiestamente falsas o incompatibles con nuestro sistema de derechos y libertades. Nuestras leyes, por tanto, no pueden simplemente asumir que una de ellas es la verdadera. Hacerlo supone imponer a nuestras conciudadanas conductas basadas en creencias que no est¨¢n racionalmente obligadas a aceptar.
El ministro toma partido en el debate filos¨®fico y opta por basar las leyes de todos en lo, a su criterio, es la verdad
Por desgracia, a esto llevar¨ªa el triunfo de la reforma que planea el ministro Ruiz-Gallard¨®n. Toma partido en el debate filos¨®fico y opta por basar las leyes de todos en lo que, a sus luces, es la verdad. No hay buenas razones para ello. La libertad de las ciudadanas exige que cada una pueda decidir abortar o no seg¨²n sus convicciones religiosas y filos¨®ficas, sin temor a ser castigada. As¨ª deber¨ªa ser hasta, al menos, las primeras 20 semanas de gestaci¨®n.
?Qu¨¦ hay de los supuestos? Quiz¨¢ es defendible sostener que durante lo que resta de gestaci¨®n la regulaci¨®n del aborto debe gobernarse por ese sistema, aunque sin que a su incumplimiento vaya asociada una sanci¨®n. Si el legislador considera que las sanciones son necesarias para la eficacia de la regulaci¨®n, debe dirigirlas al facultativo, no a la mujer.
Las sanciones no son, empero, los ¨²nicos medios de que dispone el Estado para perseguir sus objetivos. Tambi¨¦n puede emplear incentivos positivos, como ayudas p¨²blicas y subvenciones. Mediante reformas legislativas que favorezcan la conciliaci¨®n de la vida laboral y familiar, el establecimiento de una red p¨²blica de guarder¨ªas y de escuelas de calidad, y la asistencia integral a aquellas mujeres que deseen llevar su embarazo a t¨¦rmino se promover¨ªa de manera m¨¢s eficaz el valor de la vida.
Si el ministro desea, como as¨ª ha declarado, honrar tanto la vida humana como la libertad de la mujer, el camino que ha emprendido no es el apropiado. Solo mediante una legislaci¨®n que incluya el aborto libre es posible proteger la libertad de conciencia de las mujeres. Y la creaci¨®n de un sistema robusto de servicios y ayudas p¨²blicos es la forma leg¨ªtima de proteger la vida humana prenatal y la libertad efectiva de ser madre.
Jos¨¦ Ezequiel P¨¢ez es investigador y doctorando en el ¨¢rea de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
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