La tr¨¢gica deriva del mundo isl¨¢mico
Hace falta una Conferencia de Paz y Progreso para que la regi¨®n salga de su atormentado presente
Raro es el d¨ªa que no nos depara una sorpresa. Cada vez es m¨¢s evidente que apenas entendemos lo que sucede. Celebramos, con raz¨®n, la ca¨ªda de los dictadores como Ben Ali y Mubarak, aunque durante a?os los apoyamos como baluarte protector y represor de la marea islamista. Celebramos a continuaci¨®n la llegada al poder del islamismo ¡°moderado¡±, aunque era para preocuparse tanto como para alegrarse.
Una democracia real es algo m¨¢s que unas elecciones democr¨¢ticas. No se transforma un pueblo de la noche a la ma?ana y no siempre democracia y libertad son sin¨®nimos. Unas elecciones pueden dar el poder a partidos no democr¨¢ticos dispuestos a marginar o acabar con quienes no compartan ¡°sus objetivos¡±. En principio, no hay por qu¨¦ considerar que el islamismo pol¨ªtico no pueda gobernar democr¨¢ticamente, respetando incluso a quienes no comulguen con sus valores. Pero para ello tienen que replantearse sus propios esquemas ideol¨®gicos, ser tolerantes, renunciar a imponer un modelo ¨²nico de sociedad y mantener las libertades fundamentales. En el fondo el islamismo pol¨ªtico se encuentra con el mismo dilema que los partidos comunistas en los inicios del siglo XX: aceptar el sistema democr¨¢tico con el riesgo de que esta v¨ªa les impidiera conseguir su utop¨ªa de una sociedad sin clases; o imponer la dictadura del partido ¨²nico para alcanzar el objetivo.
El islamismo pol¨ªtico afronta el mismo dilema que los partidos comunistas en los inicios del siglo XX
Ya sabemos lo que sucedi¨®. Tambi¨¦n que los que m¨¢s sufrieron fueron sus propios ciudadanos. La otra opci¨®n era conseguirla por v¨ªa democr¨¢tica el eurocomunismo. Conocemos el resultado; supuso el hundimiento del partido comunista. Los ciudadanos, cuando son libres, no siempre quieren que se les imponga un determinado modelo de sociedad. Ni siquiera en el mundo musulm¨¢n, aunque a veces creamos lo contrario.
La segunda exigencia es que el Gobierno sea eficaz, que genere riqueza y empleo, y aumente el bienestar social. Esta condici¨®n hoy d¨ªa es para muchos ciudadanos de los pa¨ªses emergentes m¨¢s importante que la primera. De hecho, reg¨ªmenes autoritarios como el de China son estables gracias a su ¨¦xito econ¨®mico.
No parece que el Gobierno de Morsi hubiera apostado por una sociedad plural y tolerante. Tampoco que fuera m¨ªnimamente eficaz en t¨¦rminos econ¨®micos. Es evidente que se puede gobernar mejor de lo que lo han hecho los Hermanos Musulmanes, pero nadie ha explicado c¨®mo se puede elevar el nivel de vida de un pa¨ªs casi des¨¦rtico aunque lo riegue el Nilo, que el a?o 1960 ten¨ªa una poblaci¨®n de poco m¨¢s de 20 millones de habitantes y hoy d¨ªa anda alrededor de 80 millones; un pa¨ªs pobre, con una poblaci¨®n joven de casi el 50%, con una tasa de analfabetismo de alrededor del 40%, que utiliza la mayor parte de sus ingresos en mantener un aparato burocr¨¢tico sobredimensionado e ineficaz y tambi¨¦n el mayor ejercito de ?frica.
Los errores pol¨ªticos y econ¨®micos han provocado el golpe militar egipcio. Con preocupaci¨®n lo recibimos. Los derrocamientos de un Gobierno democr¨¢tico casi siempre generan represi¨®n y desgraciadamente as¨ª ha sucedido. Se ha producido una violencia inadmisible con cientos de muertos que ha dejado al pa¨ªs al borde de la guerra civil. Hemos sido y solo hemos criticado suavemente lo sucedido. Las razones no est¨¢n nada claras. En alguna medida preferimos la represi¨®n a que permanezcan en el poder los Hermanos Musulmanes, lo que tan solo hace un par de a?os celebramos cuando cay¨® Mubarak.
Oriente Pr¨®ximo se encuentra m¨¢s dividido que nunca, se ha convertido en un polvor¨ªn
Pero esta ca¨®tica situaci¨®n no solo la encontramos en Egipto. Tambi¨¦n, en alguna medida, en Libia, en T¨²nez y en Irak. Ahora incluso Obama parece decidido a intervenir en Siria con el apoyo de Gran Breta?a, Turqu¨ªa y Arabia Saud¨ª ¡ªy la Uni¨®n Europea como convidado de piedra¡ª, sin el benepl¨¢cito de las Naciones Unidas. Sabemos de la deriva criminal del r¨¦gimen sirio, pero poco sabemos de c¨®mo unas revueltas juveniles han dado lugar a una cruenta guerra civil. Tampoco qui¨¦nes realmente han armado a los rebeldes. No deja de ser preocupante y alguna reflexi¨®n merece que las minor¨ªas, entre otras las cristianas, apoyen a los reg¨ªmenes militares represivos antes que a los Hermanos Musulmanes o a la oposici¨®n siria. Puede que el r¨¦gimen de El Asad haya utilizado armas qu¨ªmicas, lo que adem¨¢s de ser una locura criminal es inexplicable, salvo que desee suicidarse pol¨ªticamente.
Oriente Pr¨®ximo se encuentra m¨¢s dividido que nunca, se ha convertido en un polvor¨ªn. M¨¢s all¨¢ de quienes piden, quiz¨¢ con m¨¢s coraz¨®n que otra cosa, que de nuevo encendamos otra mecha en el mismo olvidan lo que ha sucedido en Irak. Lo que se impone aunque pueda ser ut¨®pico, no son ni intervenciones ni conversaciones bilaterales, sino una Conferencia de Paz y Progreso en la regi¨®n, en la que participen todos los pa¨ªses afectados junto con EEUU, Rusia y China; una conferencia en la que se aborde el reconocimiento del Estado Palestino, la desnuclearizaci¨®n de la zona, se abran negociaciones de paz en Egipto, Siria e Irak y en la que finalmente se acuerde adem¨¢s la creaci¨®n de una especie de Plan Marshall para generar una econom¨ªa productiva y sostenible utilizando eficazmente sus grandes recursos financieros, que mermar¨¢n ostensiblemente cuando disminuyan las reservas de gas y petr¨®leo. Todo ello pasa por promover un control de la natalidad y por reducir los gastos en armamento, adem¨¢s de establecer las bases de una cooperaci¨®n social, econ¨®mica y pol¨ªtica que permita a esta atormentada regi¨®n ver alguna luz en el horizonte.
Jer¨®nimo P¨¢ez es abogado.
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