El riesgo para la libertad
Cuando el Estado democr¨¢tico, con la colaboraci¨®n de las grandes corporaciones digitales, esp¨ªa de forma global para optimizar su seguridad ante cualquier amenaza, ?qui¨¦n defender¨¢ los derechos individuales?
El esc¨¢ndalo de la red de escuchas Prisma ha abierto un nuevo cap¨ªtulo en la sociedad del riesgo mundial. En los decenios pasados hemos conocido una serie de riesgos globales: el cambio clim¨¢tico, el riesgo nuclear, el financiero, el terrorismo... y ahora el riesgo digital global que amenaza a la libertad. Todos estos riesgos (con excepci¨®n del terrorismo) en cierto modo forman parte del desarrollo tecnol¨®gico, pero tambi¨¦n cristalizaban temores que se hab¨ªan expresado durante la fase de modernizaci¨®n de estas nuevas tecnolog¨ªas. Sin embargo, ahora se produce un acontecimiento en el que un riesgo se constituye de golpe en un problema mundial, como ocurre en la amenaza para la libertad que han puesto en evidencia las revelaciones de Edward Snowden. Estamos ante una l¨®gica del riesgo completamente distinta.
En el caso del riesgo nuclear, los accidentes de Chern¨®bil y de Fukushima han suscitado un debate p¨²blico. En el caso del riesgo para la libertad, por el contrario, lo decisivo no fue el caso catastr¨®fico, puesto que aqu¨ª la cat¨¢strofe ser¨ªa la hegemon¨ªa del control impuesta en el nivel global, es decir: en realidad, la desaparici¨®n del riesgo tal como lo entiende la hegemon¨ªa informativa impuesta. Dicho de otro modo: la cat¨¢strofe habr¨ªa ocurrido, pero nadie se habr¨ªa dado cuenta. Eso supone una completa inversi¨®n de la situaci¨®n, que puede verse de otro modo: al principio, todos los riesgos globales compart¨ªan varias caracter¨ªsticas. Todos revelaban en las experiencias cotidianas la interdependencia global. Todos son, en un sentido especial, globales, esto es: no se basan en accidentes espacial, temporal y socialmente delimitados, sino en cat¨¢strofes que carecen de l¨ªmites en cualquiera de estas dimensiones. Y todos son efectos colaterales de los ¨¦xitos de la modernizaci¨®n, que, a su vez, ponen retrospectivamente en cuesti¨®n las instituciones de modernizaci¨®n existentes. En el caso del riesgo para la libertad, lo que se pone en tela de juicio son las posibilidades de control de los propios Estados nacionales democr¨¢ticos; en los dem¨¢s casos, los c¨¢lculos de probabilidad, la protecci¨®n de las compa?¨ªas de seguros, etc¨¦tera.
Tambi¨¦n tenemos que v¨¦rnoslas con una inflaci¨®n de las cat¨¢strofes que se ciernen sobre nosotros, en la que cada nueva cat¨¢strofe amenaza con degradar a la siguiente: el riesgo financiero eclipsa el riesgo clim¨¢tico. El riesgo del terrorismo eclipsa los riesgos digitales para la libertad. Esto ¨²ltimo es, por lo dem¨¢s, uno de los obst¨¢culos centrales que impiden reconocer p¨²blicamente y convertir en objeto de acci¨®n p¨²blica ese riesgo para la libertad.
La generaci¨®n de Facebook sacrifica parte de su libertad individual y de su esfera privada
Es verdad que ese reconocimiento se est¨¢ produciendo ahora, pero a¨²n es muy fr¨¢gil. Si se busca un actor poderoso que tenga aut¨¦ntico inter¨¦s en que se tome conciencia p¨²blica de ese riesgo y, por consiguiente, mueva a adoptar acciones pol¨ªticas, lo primero que nos viene a la cabeza es el Estado democr¨¢tico. Pero eso ser¨ªa poner el lobo a guardar las ovejas. Es precisamente el Estado, en cooperaci¨®n con las grandes corporaciones digitales, el que ha levantado ese poder hegem¨®nico para optimizar su inter¨¦s esencial, que es la seguridad nacional e internacional. Pero esto podr¨ªa suponer un paso hist¨®rico que nos apartara del pluralismo de los Estados nacionales en direcci¨®n a un Estado digital mundial libre de cualquier control.
El segundo actor que podr¨ªa movilizarse es el propio ciudadano. Al fin y al cabo, los usuarios de los nuevos medios de comunicaci¨®n digital se han convertido en una especie de cyborgs. Utilizan esos medios como ¨®rganos sensoriales, forman parte de su forma de actuar en el mundo. La generaci¨®n de Facebook vive en esos medios y sacrifica al hacerlo gran parte de su libertad individual y de su esfera privada.
?Qu¨¦ instancias de control quedar¨ªan? En Alemania, por ejemplo, la Constituci¨®n. Su art¨ªculo 10 consagra la inviolabilidad del correo y las telecomunicaciones en una frase que se lee como si procediera de un mundo perdido. En Europa tenemos ¨®rganos de control ejemplares, toda una serie de instituciones que intentan imponer los derechos fundamentales contra estos poderes superiores, entre las que se cuentan el Tribunal Europeo de Justicia, las agencias de protecci¨®n de los datos personales o los Parlamentos. Pero todas estas instituciones, y esa es la paradoja, fracasan precisamente cuando funcionan. Porque los medios que tienen a su disposici¨®n est¨¢n limitados a los Estados nacionales, mientras que aqu¨ª nos enfrentamos a procesos globales. Lo mismo puede aplicarse a los dem¨¢s riesgos globales; las respuestas nacionales y los instrumentos institucionales de los que disponemos no son acordes a los riesgos de la sociedad del riesgo mundial.
Suena muy pesimista. Pese a ello, hay que ir un paso m¨¢s all¨¢ y plantearse si nosotros, como cient¨ªficos sociales, hombres corrientes y usuarios de estos instrumentos de informaci¨®n digital, ya nos hemos dotado de conceptos adecuados para describir cu¨¢n profunda y fundamentalmente se han transformado la sociedad y la pol¨ªtica. Creo que carecemos a¨²n de categor¨ªas, mapas y br¨²jula para este Nuevo Mundo.
Hoy se conocen todas las preferencias y debilidades: todos nos volvemos de cristal, transparentes
Pongamos un ejemplo, para ilustrar el riesgo que amenaza a la libertad. Hablamos sin cesar de que est¨¢ surgiendo un nuevo imperio digital. Pero ninguno de los imperios hist¨®ricos que conocemos tiene los rasgos que caracterizan al actual imperio digital. Este imperio se basa en se?as de identidad de la modernidad que no hemos pensado a fondo. No se basa en el poder militar, ni posee la capacidad para una integraci¨®n pol¨ªtico-cultural a distancia. Pero s¨ª dispone de posibilidades de control de una amplitud y profundidad capaz de evidenciar todas las preferencias y debilidades individuales: todos nos volvemos de cristal, transparentes. Y a esto se a?ade adem¨¢s una ambivalencia esencial: disponemos de inmensas posibilidades de control, pero al mismo tiempo estos controles digitales son de una vulnerabilidad inimaginable. Ning¨²n poder militar ni revoluci¨®n amenazan al imperio del control, sino un ¨²nico y valeroso individuo: Snowden, un treinta?ero experto en seguridad, es capaz de hacer que se tambalee, y adem¨¢s lo logra volviendo al propio sistema de informaci¨®n contra s¨ª mismo. Es decir, en este sistema aparentemente hiperperfecto de control, existe una posibilidad de resistencia del individuo que jam¨¢s hubo en ning¨²n otro imperio. El ciudadano corriente dispone, en contraste con Snowden, de un conocimiento mucho m¨¢s limitado de la estructura y el poder de ese supuesto imperio. Pero eso no se aplica a la generaci¨®n joven, que como un Crist¨®bal Col¨®n irrumpe en ese Nuevo Mundo y hace de las redes sociales una prolongaci¨®n de su propio cuerpo comunicativo.
Y aqu¨ª se evidencia una consecuencia esencial. El riesgo de una vulneraci¨®n de los derechos a la libertad se valora de forma diferente a la vulneraci¨®n de derechos relativos a la salud, como la que se deriva del cambio clim¨¢tico. La vulneraci¨®n de la libertad no duele, no se nota, no se experimenta como una enfermedad, una inundaci¨®n o una carencia de oportunidades laborales. La libertad muere sin que las personas sean heridas f¨ªsicamente. En todos los sistemas pol¨ªticos, la promesa de seguridad constituye el verdadero meollo del poder del Estado y de la legitimaci¨®n del Estado, mientras que la libertad siempre es o parece ser un valor de segundo rango.
?Qu¨¦ se puede hacer? Yo propongo que formulemos algo as¨ª como un humanismo digital. Debemos convertir el derecho fundamental a la protecci¨®n de los datos y a la libertad digital en un derecho humano global e intentar hacer valer este derecho al igual que el resto de los derechos humanos, en contra de las resistencias. De lo que se carece es de una instancia internacional capaz de imponer estas reivindicaciones. En ese aspecto, el riesgo para la libertad no se distingue del riesgo que supone el cambio clim¨¢tico. No hay ning¨²n actor en el plano internacional capaz de afrontarlos. Pero la inquietud es internacional; el riesgo global tiene una capacidad de movilizaci¨®n enorme. Se tratar¨ªa de aunar y encauzar pol¨ªticamente esa inquietud que en grados diversos corre a trav¨¦s de los movimientos sociales y partidos pol¨ªticos de distintos pa¨ªses. Precisamos una invenci¨®n transnacional de la pol¨ªtica y la democracia que posibilite revivir y hacer valer los derechos democr¨¢ticos fundamentales en contra del dominio de esos monopolios del control completamente emancipados.
Ulrich Beck es profesor en la London School of Economics y en la Universidad de Harvard.
Traducci¨®n de Jes¨²s Albor¨¦s Rey.
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