Graves errores en medio de la batalla
?Qu¨¦ suceder¨ªa en cualquier Estado democr¨¢tico si un partido pol¨ªtico tuviera una organizaci¨®n armada clandestina que violara sistem¨¢ticamente la ley? Es lo que ocurre con los Hermanos Musulmanes en Egipto
?Qu¨¦ har¨ªa usted si el ej¨¦rcito de su pa¨ªs estuviera librando una guerra para defenderle pero usted se diera cuenta de que estaba cometiendo graves errores? ?Le criticar¨ªa abiertamente en mitad de la batalla, o aplazar¨ªa sus reproches hasta que terminase? En general, para estas preguntas suele haber dos respuestas: algunos dicen que criticar a cualquier ej¨¦rcito en medio de una batalla contribuye a confundirlo y debilitarlo mientras se enfrenta al enemigo. La otra opini¨®n ¡ªque yo suscribo¡ª es que la lealtad a la naci¨®n y al ej¨¦rcito nos obliga a hacerle reconocer sus errores cuanto antes, para que los corrija de inmediato y gane la batalla. Creo que un escritor no debe tardar en pronunciarse, por ning¨²n motivo ni en ninguna circunstancia. Ocultar la verdad y no criticar los fallos de otros para mantener un frente que cre¨ªamos unido nos ha llevado a la derrota m¨¢s de una vez en nuestra historia moderna. Hoy, Egipto se encuentra en plena guerra contra el terror. Los Hermanos Musulmanes son unos terroristas que buscan la ca¨ªda del Estado egipcio y la extensi¨®n del caos por todas partes con el fin de recuperar el poder, a pesar de los cad¨¢veres y los estragos causados desde que la voluntad del pueblo y el ej¨¦rcito los apart¨® el 30 de junio. Creo que todos los egipcios deben apoyar al Estado en esa guerra, pero eso no debe impedirnos hacerle ver que ha cometido estos errores:
Para empezar, ?qu¨¦ suceder¨ªa en cualquier Estado democr¨¢tico en el que un partido pol¨ªtico incluyera una organizaci¨®n armada clandestina cuyos miembros atacasen y matasen a soldados, asaltaran comisar¨ªas con lanzagranadas y armas autom¨¢ticas para luego matar y mutilar a los agentes y despu¨¦s corrieran a quemar juzgados, ministerios, gobiernos regionales e iglesias y disparar, secuestrar y torturar al azar a transe¨²ntes? Si esto ocurriera en cualquier otro pa¨ªs, el Estado dir¨ªa que ese partido era una organizaci¨®n terrorista, lo prohibir¨ªa, cerrar¨ªa sus escondites y confiscar¨ªa sus recursos monetarios. Los Hermanos han cometido todos los cr¨ªmenes mencionados, pero el Estado egipcio, hasta ahora, se ha resistido a calificarles de grupo terrorista. Espero que supere esa vacilaci¨®n y proh¨ªba sus actividades. Los miembros del grupo que no han participado en esos actos son ciudadanos egipcios que tendr¨¢n todos los derechos pol¨ªticos y podr¨¢n ejercer la actividad pol¨ªtica, siempre que la nueva constituci¨®n proh¨ªba la financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos seg¨²n criterios religiosos.
Desde que comenz¨® la revoluci¨®n, ning¨²n asesino
ha recibido su justo castigo
En segundo lugar, el 17 de agosto, Los Angeles Times public¨® un reportaje sobre la Mezquita de Fateh con una gran foto de un soldado egipcio que levantaba su fusil ante un grupo de gente y un joven barbudo detr¨¢s de ¨¦l. Cualquier egipcio se dar¨ªa cuenta de que el soldado estaba intentando impedir que unos airados manifestantes mataran a un joven miembro de los Hermanos Musulmanes. Pero el peri¨®dico public¨® la imagen sin explicarla, por lo que los lectores estadounidenses pudieron pensar que el soldado estaba amenazando a un grupo de seguidores de los Hermanos. Este no es m¨¢s que un ejemplo de la tendenciosidad de los medios occidentales contra la revoluci¨®n egipcia, que ellos presentan como un golpe militar. Cre¨ªamos que el Estado egipcio iba a hacer algo m¨¢s por contar al mundo la realidad de lo que est¨¢ sucediendo en el pa¨ªs, pero, por desgracia, aparte de la rueda de prensa de Mostafa Hegazy, asesor del presidente, el Gobierno no est¨¢ teniendo la pol¨ªtica de comunicaci¨®n que necesita este importante momento de nuestra historia.
Tercero, en estas circunstancias, se decidi¨® poner en libertad a Mubarak, para gran frustraci¨®n de los egipcios. Los Hermanos se han apresurado a explotar ese decreto y a repetir a los medios occidentales que la medida era la mejor prueba de que se trataba de un golpe planeado por miembros del antiguo r¨¦gimen. Por supuesto, eso es una tonter¨ªa. Si Mubarak hubiera podido agrupar a 30 millones de egipcios en torno a ¨¦l, no habr¨ªa acabado como termin¨®. Adem¨¢s, la responsabilidad de no haber condenado a Mubarak no es del Gobierno actual, sino del antiguo Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF en sus siglas en ingl¨¦s) y los propios Hermanos Musulmanes, que en seis meses de dominio parlamentario y un a?o de presidencia, respectivamente, no hicieron nada para vengar a los m¨¢rtires. El problema, en mi opini¨®n, no es solo Mubarak; es que las instituciones encargadas de acusar, investigar y reunir informaci¨®n, en su estado actual, no son capaces de ofrecer pruebas de los cr¨ªmenes cometidos contra los manifestantes. Desde hace tres a?os, cuando comenz¨® la revoluci¨®n, han muerto miles de personas y ningun asesino ha recibido su justo castigo.
Egipto es el ¨²nico pa¨ªs del mundo donde, al encender el televisor, se ve a un periodista amenazando con pegar con el zapato a quien discrepe de ¨¦l o le acusa de formar parte de una c¨¦lula durmiente de los Hermanos Musulmanes o un agente de los servicios norteamericanos. En ning¨²n otro pa¨ªs es habitual o¨ªr insultos y acusaciones de adulterio y homosexualidad contra personajes p¨²blicos. Muchos programas se han convertido en vulgares m¨¢quinas de esc¨¢ndalos, pero no de cualquier manera. Su objetivo es difamar a personajes conocidos que se opusieron al r¨¦gimen de Mubarak y participaron en las movilizaciones de enero, para que los egipcios pierdan la fe en ellos y en la revoluci¨®n. El gran prop¨®sito de las carnicer¨ªas medi¨¢ticas es preparar el terreno para que los supervivientes del r¨¦gimen de Mubarak regresen al poder. Lo que se ve en algunos programas es aut¨¦ntica comedia negra, y una degradaci¨®n ¨¦tica que debe terminar; es indigna de un pueblo que engendr¨® una gran revoluci¨®n y dio un refinado ejemplo ¨¦tico al mundo. Pero lo peor es que Occidente cree que los ataques en los medios de comunicaci¨®n obedecen instrucciones directas de los jefes militares. The New York Times ha publicado una informaci¨®n titulada ¡°El ej¨¦rcito domina las ondas en Egipto¡± en la que aseguraba que los militares ocultan la verdad a los egipcios, porque controlan por completo los medios oficiales y las cadenas de televisi¨®n por sat¨¦lite.
Junto a la m¨¢quina de difamaci¨®n, hay una campa?a
contra miembros de la oposici¨®n
Por si fuera poco, junto a la m¨¢quina de difamaci¨®n est¨¢ en marcha una campa?a de falsas acusaciones contra miembros de la oposici¨®n ante el Fiscal de seguridad del Estado. Se ha acusado de ser agentes de otros pa¨ªses a dos activistas pol¨ªticos, Israa Abdel-Fattah y Asmaa Mahfouz. Pronto se plasmar¨¢ una serie de cargos contra otros personajes nacionalistas muy respetables (por m¨¢s diferencias que tengamos con ellos), como Belal Fadl y Alaa Abdel-Fattah. La acusaci¨®n de hacer de informador para un pa¨ªs extranjero es como las de crear confusi¨®n, amenazar la paz social e incitar al odio al r¨¦gimen, todas inventadas e inexistentes en las leyes de los Estados democr¨¢ticos, unos cargos imprecisos contra cualquiera que se oponga al r¨¦gimen. Se ha acusado de ello a quienes se opon¨ªan a Mubarak, quienes se opusieron al SCAF y los Hermanos y, hoy, quienes se oponen a las nuevas autoridades. Esta campa?a medi¨¢tica y legal contra la oposici¨®n transmite mensajes negativos y preocupantes sobre nuestro empe?o en lograr una transformaci¨®n democr¨¢tica en Egipto.
La gran revoluci¨®n del 25 de enero que logr¨® derrocar a Mubarak y llevarle a juicio, y que el 30 de junio volvi¨® a enderezar su camino expulsando a los Hermanos terroristas, nunca permitir¨¢ que vuelvan al poder ni unos ni otros. El pueblo egipcio nunca aceptar¨¢ todo lo que no sea establecer una verdadera democracia en un Estado justo y respetable, en el que todos los ciudadanos tengan derecho a no ser difamados y las autoridades no puedan inventarse cargos contra ellos solo porque tienen opiniones distintas. La revoluci¨®n continuar¨¢ y, Dios mediante, prevalecer¨¢.
La democracia es la soluci¨®n.
Alaa Al Aswany es escritor. Su ¨²ltimo libro traducido en Espa?a es Deseo de ser egipcio (Mondadori).
? Alaa Al Aswany, 2013.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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