Albert Camus y Europa
El autor franc¨¦s es una de las figuras que dibujaron el rostro del viejo continente
Sorprende que un europe¨ªsta tan se?alado como Denis de Rougemont, en su imprescindible Tres milenios de Europa, la conciencia europea a trav¨¦s de los textos (1961), sea capaz de mencionar a Sartre y a Koestler, pero incapaz de ocuparse de Albert Camus, de cuyo nacimiento hoy se cumplen los 100 a?os. Y, sin embargo, nadie mejor que Camus, nutrido de los mitos y el teatro griegos, y que se sent¨ªa ¡°griego de coraz¨®n¡±, para formar parte en primer¨ªsimo lugar de ese elenco de figuras que han contribuido a dibujar el rostro del viejo continente.
En el dif¨ªcil despertar de Europa, tras esa pesadilla de amor con que en clave de holocausto termin¨® su ¨²ltimo rapto, fue Camus quien se?al¨®: ¡°Francia y Europa deben hoy crear una nueva civilizaci¨®n o perecer¡±. Que hubiese sabido enunciarlo con tanta claridad casi una d¨¦cada antes del famoso emplazamiento de Adorno (Dial¨¦ctica negativa) a un nuevo imperativo categ¨®rico, el ¡°de orientar su pensamiento y su acci¨®n de modo que Auschwitz no se repita¡±, sorprende tanto m¨¢s por cuanto que no era un europeo t¨ªpico, nacido en la cuna de Goethe o Montaigne, sino alguien originario de ?frica y ¡ªhu¨¦rfano de padre¡ª educado en medio de la pobreza por una madre analfabeta (¡°A ti, que no podr¨¢s nunca leer este libro¡± se lee en la dedicatoria del p¨®stumo El primer hombre). Alguien, en suma, que pertenec¨ªa, m¨¢s que a los vencedores que escriben la historia, a los que recogen las ¡°florecillas pisoteadas al borde del camino¡± (Hegel) que ella deja a su paso, junto a las que transcurri¨® su infancia y su juventud.
Tras la liberaci¨®n acepta asumir en Francia el papel de una conciencia colectiva, y no lo hace desde la tradici¨®n sino desde los m¨¢rgenes
Pero si por su nacimiento Camus no parece una figura llamada a rendir culto a la historia, ?d¨®nde est¨¢ su norte? Encontramos la respuesta en el prefacio de El derecho y el rev¨¦s, donde escribe: ¡°Fui puesto a mitad de distancia entre la miseria y el sol. La miseria me impidi¨® creer que todo est¨¢ bien bajo el sol y en la historia; el sol me ense?¨® que la historia no lo es todo¡±. No tiene nada de raro pues que prefiera los mitos griegos y que S¨ªsifo aparezca en su pensamiento como una invitaci¨®n a pensar c¨ªclicamente, y no en la l¨ªnea cuesta arriba del progreso. Y si tras la liberaci¨®n acepta asumir en Francia el rol de una conciencia colectiva no lo hace desde la tradici¨®n sino desde los m¨¢rgenes: imposible no percibir la sensaci¨®n de que por entonces escribe en estado de excepci¨®n, como si tambi¨¦n ¨¦l, a su modo, hubiese descubierto una dimensi¨®n de la historia en que ese estado no es la excepci¨®n sino la regla, como la que entreviera Benjamin en sus tan debatidas ¡°Tesis¡±. Pero una dimensi¨®n no contaminada por la idea del progreso como la que lleg¨® a plantear Benjamin se le escapa finalmente, bien porque le resulta imposible no creer en un cierto progreso humano, bien porque el propio desaf¨ªo lanzado por el fil¨®sofo alem¨¢n ten¨ªa algo de heroico o, m¨¢s bien, de suicida.
No estaba previsto que, situado en la cresta de la ola, y conminado a se?alar una senda moral a sus contempor¨¢neos, Camus pudiese hacer en solitario una terapia completa contra la fe en el progreso. En esta encrucijada, que poco difiere de la que atraviesa hoy Europa, parecen perfilarse caminos diferentes y contrapuestos. Uno que avanza hacia el futuro a lomos del progreso, otro que mira hacia atr¨¢s como el angelus novus de Benjamin, y un tercero, aupado por la evidencia: la barbarie se encuentra siempre a la vuelta de la esquina, s¨ª, pero a lo largo de la historia se ha ido sedimentando contra ella una especie de remanente positivo cada vez m¨¢s insoslayable. Hace apenas 15 a?os los dictadores actuaban con absoluta impunidad, hoy pesa sobre ellos la amenaza de la Corte Penal Internacional, ante la que pueden ser acusados de delitos contra el g¨¦nero humano que antes no exist¨ªan. ?Puede llamarse progreso, por ejemplo, que hoy exista una justicia global y una jurisprudencia que la respalda, y que se hable de un nuevo derecho y un nuevo orden internacional inspirado en un texto tan viejo como el op¨²sculo sobre la paz perpetua de Kant?
De una fina urdimbre entre lo nuevo y lo viejo surge poco a poco el rostro de una Europa curtida en cicatrices, uno de cuyos fundadores fue sin duda Homero, quien al final de la Odisea otorga a Palas Atenea el papel de lo que Camus llama el ¡°hombre que sabe¡±. Cuando despu¨¦s de haber matado a los pretendientes Ulises vuelve a guerrear contra los parientes de estos, la diosa se le aparece bajo la forma de Mentor, el amigo del h¨¦roe, y lo amonesta: ¡°?Tente ya, no prolongues la guerra que a nadie perdona!¡±. M¨¢s de una versi¨®n ten¨ªa Camus para su uso personal de esa advertencia, hoy tan actual; citemos solo una, de labios del propio Napole¨®n: ¡°?Sabe usted, le dec¨ªa Napole¨®n a Fontanes, qu¨¦ es lo que m¨¢s admiro del mundo? La impotencia de la fuerza para fundar nada. Solo hay dos potencias en el mundo: la espada y el esp¨ªritu. A la larga, la espada es siempre vencida por el esp¨ªritu¡±.
Ricardo Cano Gaviria es escritor de origen colombiano.
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