Jubilaci¨®n
?Qu¨¦ hacer ahora, a las diez de la ma?ana, sabiendo que ya forma parte del ej¨¦rcito de pasivos?
La jubilaci¨®n. Uno llama, le dan cita para una fecha y una hora, y sorprendentemente para lo que solemos pensar de la eficacia de la Administraci¨®n, suena un timbrecito y aparece en una pantalla la clave que le han dado para ser atendido. A la hora anunciada.
El funcionario tiene dos cualidades importantes: es amable y conoce su trabajo. En pocos minutos, todas las dudas quedan resueltas sin tener que aportar ning¨²n papel. Basta con el DNI. De lo dem¨¢s se encarga el se?or que te atiende, ayudado por un sistema inform¨¢tico potente y exacto.
Y sale uno del llamado centro de contacto con la sentencia en la mano: dentro de un mes estar¨¢ jubilado y comenzar¨¢ a cobrar la prestaci¨®n correspondiente en el banco que prefiera.
El c¨¢lido aire de este oto?o tard¨ªo besa la cara del protagonista. ?Qu¨¦ hacer ahora, a las diez de la ma?ana sabiendo que ya forma parte del ej¨¦rcito de pasivos? Pues tomar un caf¨¦ y dar una vuelta por el Retiro.
Sin darse cuenta, el protagonista de la historia aten¨²a la velocidad habitual de su marcha y se coge las manos por la espalda. Pasea con la cabeza algo gacha y se deleita con el sabor de un caf¨¦, poco tostado por una vez, en una terraza. El tiempo ha cambiado de ritmo. Discurre de otra manera, como si temiera asustar al reci¨¦n llegado al estatus de la tercera edad. Es una situaci¨®n amable. Bueno, al menos lo es durante la primera hora.
?Qu¨¦ va a ser lo que viene luego? Uno se nota con fuerzas, con la cabeza despejada, incluso con proyectos que no incluyen bailar con el Imserso ni pasar fines de semana en Port Aventura. Ni siquiera hay nietos de por medio. Una honda sensaci¨®n de paz penetra hasta los huesos.
Al que me llame yayoflauta le parto la cara.
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