La ONG de mama Mary
Es domingo por la ma?ana y en Mzingazi est¨¢n de fiesta de cumplea?os. Mzingazi es un asentamiento de barracas, lo que el apartheid llam¨® township, un gueto para negros. A tan s¨®lo 10 kil¨®metros de distancia, luce Richards Bay, un centro de turismo sudafricano gracias a un clima tropical permanente, vegetaci¨®n exuberante y unas playas de aguas cristalinas y azules. Eso es lo que vende el folleto promocional pero nada dice de Mzingazi.
Mary Mlambo, tras la fiesta de cumplea?os, ante lapuerta de los m¨®dulos de Lungelo.
La fiesta es para Uriska, que por primera vez hoy pisa Mzingazi. Supo de esta barriada a trav¨¦s de su madre, una fiscal de Richards Bay, y tras un viaje a la India de sus antepasados decidi¨® estrenar los 15 a?os con una celebraci¨®n en el township. La condici¨®n que puso a amigos y familiares es que los regalos no fueran para ella sino para los ni?os del poblado. Y as¨ª fue.
Decenas de personas ajenas a este township llegan en coches de gran cilindrada y pasan un rato con unos chavales alucinados por todo lo que pasa en un lugar donde casi nunca pasa nada. Los forasteros han tra¨ªdo juguetes, ropa, l¨¢pices de colores, bocadillos, pasteles, refrescos y hasta dos castillos hinchables. Lo normal en una fiesta. Hay alegr¨ªa por las novedades pero lo que en realidad abunda entre los menores es la estupefacci¨®n.
¡°Muchos ni?os no han tenido jam¨¢s un regalo y no entienden qu¨¦ est¨¢ pasando¡±. La conexi¨®n de Uriska con el barrio se llama Mary Mlambo, quien en febrero de 2013 registr¨® Lungelo Youth Development, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro min¨²scula que ya se ha convertido en el epicentro del gueto para los j¨®venes y ni?o.
La idea primigenia de Mlambo, mama Mary, era poner en marcha una asociaci¨®n para que la juventud del poblado tuviera un punto de encuentro para hablar de sus deseos, preocupaciones, problemas. Sin parafernalias ni local se instal¨® en el patio que una ¡°buena vecina¡± le dej¨® y al poco tiempo consigui¨® que ¡°un donante trajera dos contenedores grandes¡±. Ahora esos espacios son la sede, su oficina, la sala de juegos, la guarder¨ªa y el comedor.
Sin embargo, la realidad del barrio se impuso. ¡°Un d¨ªa me trajeron a un ni?o de meses para que lo cuidara unas horas y no pude decir que no¡±, explica esta mujer. Fue el primhttp://www.typepad.com/site/blogs/6a00d8341bfb1653ef0162fbf378bb970d/post/6a00d8341bfb1653ef019aff957060970c/edit?saved=eero de la sesentena de menores de tres a?os que ahora tiene a cargo casi desde que amanece y hasta que oscurece. Ese fue el nacimiento de una ONG al uso, de la ONG de mama Mary. Aunque nace sin buscarlo ni quererlo, tras unos meses de funcionamiento esta mujer afirma estar satisfecha porque los peque?os encuentran en Lungelo un sitio donde socializarse ya que la alternativa es "estar en casa sin hacer nada" y donde tener las necesidades b¨¢sicas cubiertas.
¡°Los de dos o tres a?os vienen solos o con sus hermanos mayores, que los dejan a primera hora antes de ir al colegio¡±, detalla mientras los beb¨¦s duermen encima de colchones que Mary ha ido recogiendo o recibiendo. En Lungelo, estos ni?os desayunan, comen, hacen la siesta y juegan. A veces, Mlambo asegura que se desespera cuando le traen un beb¨¦ ¡°sin pa?ales o tan sucio que tiene la piel irritada¡±. La mayor¨ªa son hijos de madres adolescentes, sin pareja conocida o con un padre a la fuga al saber de su descendencia.
Lungelo no cuenta con fondos ni subvenciones p¨²blicas, as¨ª que gran parte del trabajo de Mlambo es buscar dinero con el que costear la comida, los productos de higiene y recolectar material did¨¢ctico, de cocina, higi¨¦nico, libros que necesita para atender a los menores. ¡°No tiro nada de lo que me dan¡±, se r¨ªe pero admite que todo es muy lento y que en el Ayuntamiento la ignoran respondi¨¦ndole que ya hay otras organizaciones y servicios sociales.
Es mediod¨ªa y en el poblado apreta el calor. Los peque?os se tumban en los colchones para dormir la siesta. Mary se?ala a un peque?o de ocho meses y una ni?a de cinco meses que descansa en la cuna. Comparten un padre de 21 a?os seropositivo que ha contagiado al mayor de los menores y a su madre. La historia es dram¨¢tica y Mlambo dice que podr¨ªa estar horas contando dramas sin salir del barrio. Cuando empezaron a llegar estos cr¨ªos tan peque?os a Lungelo se puso en contacto con los servicios sociales y el juzgado de la ciudad para buscar asesoramiento y ayuda pero como estan desbordados le pidieron que manejara la situaci¨®n "tan bien como pudiera". De ah¨ª surge la relaci¨®n de Mary con la mandre de la adolescente Uriska, que ejerce de fiscal.
De la fiesta surge una noticia inesperada que satisface y emociona a Mlambo. Uno de los invitados es doctor en un centro hospitalario privado de la ciudad y al ver a Siphamandla, uno de los chavales con discapacidad motriz y ps¨ªquica, se ofrece para llevarlo a la consulta del fisioterapeuta. ¡°Esto es una bendici¨®n de Dios¡±, exclama Mary, que pocos d¨ªas despu¨¦s se encargar¨¢ de que el ni?os, de cuatro a?os, est¨¦ preparado para ir al m¨¦dico. ?Y su madre? "Se lo dir¨¦ pero no se va a levantar para acompa?arlo ella y como tengo los permisos del juzgado lo llevar¨¦ yo", contesta sin titubear.
Lungelo se vac¨ªa tras la fiesta. Antes, invitados y ni?os han recogido los trastos y los papeles del c¨¦sped del patio y quien ha querido ha podido ver por dentro una ambulancia medicalizada, propiedad de uno de los forasteros. Sostiene Mlambo que los peque?os tienen que ¡°aprender disciplina y orden y adoptar buenos modelos que en casa no encuentran¡±.
Lungelo ahora dinamiza dos grupos de j¨®venes y cuida de los ni?os que a¨²n no est¨¢n escolarizados. Varias chicas se turnan como voluntarias para dar clases de ingl¨¦s, explicar historias a los m¨¢s peque?os o, simplemente, estar pendientes de los m¨¢s peque?os. La ONG ya ha organizado, por ejemplo, una jornada de limpieza por los alrededores del poblado pero la falta de dinero de la propia organizaci¨®n y de los j¨®venes limita cualquier movimiento. Los mayores est¨¢n enfrascados buscando fondos tambi¨¦n pero el problema es que muchos no tienen ni para los 80 c¨¦ntimos de euro que vale el transporte hasta el pueblo. "Nos gustar¨ªa hacer pulseras o artesan¨ªa y venderlas en alg¨²n mercado de Richards Bay pero ?de d¨®nde sacamos el dinero para ir hasta alli?", se queja Celiwe. "El problema tambi¨¦n es que se piensan que s¨®lo por tener una idea se van a hacer ricos de la noche a la ma?ana y cuando se dan cuenta de que no es f¨¢cil, de que hay que trabajar duro, se vienen abajo y se desaniman. Y entonces ya tengo que volver a estimularlos", constata Mary. Con todo, esta mujer, nacida en Soweto y zul¨² por matrimonio, asegura estar comprometida con la suerte de los j¨®venes y ni?os de Mzingazi.
Todas las im¨¢genes de la autora.
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