El ¡®gourmet¡¯ m¨¢s viejo del mundo
Un centenario neoyorquino cena solo cada noche en un restaurante, siempre toma pescado y pur¨¦ de verduras, y una copita de 'chardonnay' Pero lo que le levanta el esp¨ªritu es charlar con todo el mundo
Te tiras media vida animando a la gente a que cocine. Te crees el profeta Isa¨ªas de la comida casera clamando en el desierto de la dejadez culinaria (aunque en el fondo no seas m¨¢s que un petimetre con un blog). Sueltas a la primera de cambio que los restaurantes est¨¢n muy bien, pero que dejar por completo tu alimentaci¨®n en manos de otros no es la mejor idea. Y entonces te enteras de una historia humana que tira por tierra tus sagrados principios.
Esto es lo que me pas¨® al leer una maravillosa pieza que le dedic¨® el New York Times a Harry Rosen, uno de esos personajes cuya existencia cuesta imaginar en otro lugar que no sea Nueva York. Este buen hombre es noticia porque tiene 103 a?os de edad y lleva unos cuantos cenando todos los d¨ªas en restaurantes guays. ?l solo. No es insultantemente rico -vive en un modesto estudio en Manhattan-, pero s¨ª gan¨® lo suficiente como due?o de un negocio de material de oficina como para permitirse sus lujos, entre ellos el de gastarse una media de 100 d¨®lares (unos 75 euros) por noche en buena comida.
Rosen siempre toma pescado, verduras en pur¨¦ que hagan amistad con su dentadura postiza y una copita de chardonnay. Aunque seg¨²n ¨¦l, no es el omega 3, ni las vitaminas ni el resveratrol del vino lo que le mantiene m¨¢s lechuga que pasa a pesar de llevar m¨¢s de un siglo sobre la chepa. Es el dormir boca arriba, secreto de longevidad que ley¨® hace a?os en un peri¨®dico y que yo me dispongo a practicar aunque mi columna muera en el intento.
Nacido en Ucrania, el gourmet m¨¢s viejo del mundo particip¨® siendo un chaval en las marchas de la Revoluci¨®n Rusa, y viaj¨® a Estados Unidos con su familia huyendo de los pogromos antisemitas. En Nueva York medr¨® y se cas¨® con su esposa, que falleci¨® hace cinco a?os. Desde entonces -no es co?a-, Rosen ha ido a clubes de singles y ha tenido un rollete con una moza de 90 tacos a la que conoci¨® en la sinagoga. Hoy todav¨ªa se declara "abierto a conocer a alguien" que le acompa?e en sus cenas.
Soy muy sensible a los cuentos de ancianitos centenarios rumberos, porque me parece una aut¨¦ntica proeza llegar a esas edades con cuerpo de after. Pero para m¨ª el verdadero descubrimiento del art¨ªculo ha sido el uso del restaurante como terapia. Cuando sale a cenar, Rosen charla con todo el mundo, se encuentra a gusto y siente que su esp¨ªritu "se levanta". ?Ser¨¢ su rutina m¨¢s antioxidante que todas las ensaladas que te puedas hacer en casa?
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