Retroceso en Egipto
Los militares utilizan la lucha contra los islamistas para mantenerse en el poder
Este 6 de octubre, la c¨²pula militar y las fuerzas vivas de Egipto conmemoraron el 40? aniversario de la guerra contra Israel con una aparatosa ceremonia. El general Abdel Fatah al Sisi, ministro de Defensa y l¨ªder de facto, apel¨® en su discurso al ¡°mandato popular¡± para combatir ¡°el terrorismo¡±. Mientras, en las calles, los choques con los Hermanos Musulmanes causaron medio centenar de muertos. Ambas escenas reflejan bien la situaci¨®n que se vive en Egipto, con una c¨²pula militar cada vez m¨¢s enquistada en el poder, una sociedad cada vez m¨¢s polarizada y un horizonte oscurecido por la violencia.
Desde el derrocamiento del presidente islamista Mohamed Morsi, el pasado julio, la ofensiva contra los Hermanos Musulmanes no ha conocido tregua: a la represi¨®n directa, que ha provocado ya centenares de muertos, y el encarcelamiento de sus dirigentes, incluido el del propio Morsi, se ha sumado la ilegalizaci¨®n del grupo y la confiscaci¨®n de sus bienes. Al mismo tiempo, han aumentado los atentados contra las fuerzas de seguridad ¡ªayer murieron nueve militares y polic¨ªas en dos ataques¡ª, especialmente en la pen¨ªnsula del Sina¨ª. El Ej¨¦rcito egipcio ha emprendido una ofensiva sin precedentes para controlar este territorio sin ley, convertido en refugio para organizaciones violentas de toda laya. Y el Gobierno aprovecha para vincular, sin mayores pruebas, a los Hermanos Musulmanes con Al Qaeda.
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Amparados en el enorme descontento popular que gener¨® la desastrosa gesti¨®n de Morsi, los militares, que han regido Egipto desde hace 60 a?os, han aprovechado para tomar de nuevo las riendas. La confrontaci¨®n con los islamistas no ha tra¨ªdo estabilidad, pero s¨ª ha aumentado la popularidad del Ej¨¦rcito, que cuenta con el apoyo acr¨ªtico de buena parte de los medios. De hecho, Al Sisi suena ya como eventual candidato en unas elecciones prometidas, pero de momento olvidadas. Alg¨²n ¨¦xito en el Sina¨ª reforzar¨ªa su posici¨®n.
La intransigencia e incompetencia de los islamistas ha facilitado este callej¨®n sin salida, pero la alternativa no resulta tranquilizadora. Los sectores liberales que impulsaron la ca¨ªda de Mubarak ven en algunos de los gestos ¡ªel control de los medios, la demonizaci¨®n de los grupos opositores o el furibundo discurso nacionalista¡ª el regreso a una etapa que ya se cre¨ªa superada. La esperanza de una democracia libre de tutelas castrenses se diluye peligrosamente en Egipto.
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