La propaganda de las reformas
La crisis puede marcar la entrada de Espa?a en una fase de decadencia que nos har¨¢ m¨¢s pobres y desiguales. Una reforma de verdad se planea con tiempo, se negocia con los implicados y se desarrolla seg¨²n un plan
En lo tocante a las reformas econ¨®micas, probablemente todo el pescado ya est¨¦ vendido para lo que queda de legislatura. A menos que el presidente Rajoy tenga un desconocido gusto por los experimentos, y si ning¨²n factor exterior obliga a tomar medidas imprevistas, la l¨®gica preelectoral que gobierna a nuestros gobiernos ser¨¢ cada vez m¨¢s implacable. En un momento en el que el pa¨ªs necesita di¨¢logo y colaboraci¨®n de todos para resolver los problemas pendientes, lo m¨¢s probable es que en los dos pr¨®ximos a?os el Gobierno siga a la defensiva frente a una oposici¨®n que es francamente poco constructiva. Cuando m¨¢s necesitamos de la pol¨ªtica para corregir la econom¨ªa es cuando parece que menos podemos esperar de ella.
No es ahora el momento, ni mucho menos, de hacer balances. Como la labor del Gobierno no ha terminado, ello no es posible y, adem¨¢s, ya habr¨¢ tiempo. Ahora bien, no todo ni todos en Espa?a pueden esperar. Puede que para algunos, tanto en el poder como en la oposici¨®n, mantener el status quo signifique ganar tiempo, pero me temo para la mayor¨ªa de ciudadanos significa perderlo.
La realidad seg¨²n la ¨²ltima EPA es que en Espa?a hay casi 6 millones de parados y m¨¢s de 1,8 millones de hogares con todos sus miembros en paro. Las cifras conocidas a finales de octubre representan unos incrementos del 2% y del 4% respectivamente en relaci¨®n a las del a?o anterior. El paro se extiende, la morosidad alcanza cotas nunca vistas y el sistema financiero, aut¨¦ntico pozo sin fondo de recursos p¨²blicos e inyecciones de liquidez, sigue averiado y sin cumplir su funci¨®n social fundamental de apoyar a la actividad econ¨®mica y la creaci¨®n de empleo.
Deber¨ªa ser evidente que la crisis econ¨®mica es algo mucho m¨¢s serio que un baj¨®n c¨ªclico o una cadena de trimestres de recesi¨®n. Puede marcar la entrada de Espa?a en una fase de decadencia m¨¢s o menos lenta y prolongada, que nos dejar¨¢ m¨¢s pobres y, probablemente, desiguales entre s¨ª. Nuestra situaci¨®n econ¨®mica actual es el resultado de la superposici¨®n de problemas a tres niveles. Empezando por lo m¨¢s cercano, el modelo econ¨®mico-financiero espa?ol de crecimiento iniciado a principios de los a?os noventa est¨¢ agotado y sin recambio. En cuanto a la UE, todav¨ªa no est¨¢ claro c¨®mo nos coordinaremos en cuestiones clave de pol¨ªtica econ¨®mica, como la uni¨®n bancaria y la fiscal. Estas dudas, naturalmente, penalizan m¨¢s a los Estados m¨¢s d¨¦biles y que han necesitado asistencia, como Espa?a. Finalmente, lo que s¨ª est¨¢ claro es que el peso econ¨®mico, comercial, demogr¨¢fico ¡ªy por tanto, pol¨ªtico¡ª de las econom¨ªas desarrolladas se reducir¨¢ a favor de las econom¨ªas emergentes, cuyos menores costes de producci¨®n siguen ganando contratos internacionales.
Espa?a necesita repensar su futuro econ¨®mico si quiere salvar el progreso acumulado desde 1975
A todo ello hay que a?adir las mutaciones que el capitalismo experimenta en todo el mundo. Por citar s¨®lo dos: se va desdibujando el perfil del empresario tradicional, que asum¨ªa riesgos propios en un negocio que conoc¨ªa y que gestionaba de forma m¨¢s o menos personal, y vamos hacia un mundo en el que las empresas mismas son bienes que se compran y venden. En paralelo, se est¨¢n quebrando los fundamentos del contrato social vigente, dado que, por un lado, las rentas del capital crecen de forma sostenida m¨¢s que la remuneraci¨®n al trabajo y, por otro, la viabilidad de los Estados de bienestar, tal como est¨¢n ahora, est¨¢ seriamente comprometida.
Frente a este cuadro, relajarse y hablar de recuperaci¨®n por una alegr¨ªa de la prima de riesgo, unas d¨¦cimas de mejora en las previsiones de crecimiento o el aumento del gasto de los extranjeros en nuestro pa¨ªs es pura superficialidad. Espa?a necesita repensar muy seriamente su futuro econ¨®mico si quiere preservar el avance en nivel de vida y progreso social que, de forma tan clara y tangible, hemos alcanzado desde 1975. Mucho de lo anterior es tambi¨¦n aplicable para el resto de la UE, pero esto no reduce la urgencia y la profundidad de los cambios que debemos operar aqu¨ª.
Para afrontar una situaci¨®n tan delicada, el Gobierno ha optado por la paciencia, forzando a muchos ciudadanos a vivir la situaci¨®n con resignaci¨®n y abraz¨¢ndose al mismo tiempo a la propaganda de las ¡°reformas¡±. Y en este punto Espa?a s¨ª que es algo original. Aqu¨ª las reformas se definen por exclusi¨®n: todo aquello que hace el Gobierno y que no son recortes son necesariamente reformas. Como atenuante, cabe decir que parte de Europa participa de este juego. Pide reformas en el sur y luego, cuando llegan, sea lo que sea lo que llegue (salvo en casos muy exagerados, como la propuesta espa?ola inicial de creaci¨®n de la CNMC), las aplauden a medio gas, se felicitan por la direcci¨®n pero demandan m¨¢s intensidad. Naturalmente, estos juegos de cubrimiento mutuo terminan por minar la credibilidad de las instituciones.
?C¨®mo son las verdaderas reformas? Los estudios internacionales, por ejemplo los de la OCDE, muestran que las reformas m¨¢s eficaces son aquellas que se preparan con tiempo (el periodo de preparaci¨®n activa parece rondar los dos a?os en promedio), en las que se dialoga con las partes implicadas, cuentan con un mandato electoral claro y se desarrollan de forma gradual y conforme a un plan. Por contra, las reformas r¨¢pidas e impuestas suelen ser de dise?o defectuoso, vuelo bajo y corto recorrido. En definitiva se trata de relajar al m¨¢ximo la tensi¨®n que genera toda reforma verdaderamente estructural: sus perjuicios suelen estar concentrados pero sus beneficios, dispersos. En Espa?a quedan unas cuantas pendientes: la educaci¨®n, las pol¨ªticas activas de empleo, la administraci¨®n p¨²blica, el sistema impositivo, el Estado de bienestar o la agencia de investigaci¨®n, por citar algunos ejemplos. No es este el lugar para hablar de todas ellas en detalle, pero en todos estos expedientes contamos con experiencias internacionales que se pueden estudiar a fondo para tomar o dejar los elementos que m¨¢s nos convengan. Un trabajo de este tipo ser¨ªa el primer paso para hacer reformas en condiciones.
Europa pide cambios al Sur; cuando llegan, los aplaude a medio gas y reclama m¨¢ intensidad
?C¨®mo se sacan adelante las reformas? En una democracia no hay otro camino que las explicaciones claras y la participaci¨®n ciudadana. Adem¨¢s es importante que los que las proponen muestren con objetividad los costes de no reformar y que se prevean mecanismos para compensar a los perjudicados. Por supuesto, una primera condici¨®n para reformar con legitimidad es incluir el plan de la reforma con suficiente definici¨®n en el programa electoral, sin perjuicio de que se encargue a los expertos la concreci¨®n final. Estas condiciones pueden parecer elementales en otros pa¨ªses pero, desgraciadamente, resultan ut¨®picas en Espa?a.
?Es f¨¢cil reformar? Naturalmente que no. La historia reciente de Italia es aleccionadora y muestra con claridad lo complejo de la cuesti¨®n. Muchos en Espa?a envidiaron durante un tiempo a los italianos por contar con una figura como la de Mario Monti que parec¨ªa acercarse al reformador ideal. Se trata de un pol¨ªtico experto, serio, honesto y bien relacionado con Bruselas. Sea como fuere, Mario Monti gobern¨® por virtud de gestiones de despacho y cuando lleg¨® el momento de la verdad y present¨® a los votantes su proyecto, obtuvo una rotunda (y tal vez injusta) derrota.
?Es imposible reformar? Como contrapunto, y por citar s¨®lo algunos, los casos de Suecia, Finlandia, Australia, Holanda, Alemania (¨¦ste, con luces y sombras) y, sin ir m¨¢s lejos, el de Espa?a al inicio de la Transici¨®n, muestran que las reformas de calado son posibles. Adem¨¢s, un suceso reciente ocurrido dentro de la pen¨ªnsula italiana, pero ajeno a la pol¨ªtica, puede que tenga algo que ense?arnos sobre el esp¨ªritu y la din¨¢mica de las reformas: la elecci¨®n del papa Francisco. El nuevo papa, que se enfrenta tambi¨¦n a una tarea compleja, empez¨® por renovar los gestos y sigui¨® con las palabras. Ahora faltan por llegar los hechos; veremos qu¨¦ hace y qu¨¦ le dejan hacer. Pero quiz¨¢ lo m¨¢s importante es hasta qu¨¦ punto sus reformas movilicen y motiven a su gente y generen un clima ¡°prorreforma¡± en la base, que a su vez, mueva a las estructuras a avanzar en esta direcci¨®n. Ese clima es, precisamente, otro de los factores que los estudios internacionales citan como condici¨®n para realizar con ¨¦xito las reformas estructurales.
Salvando todas las distancias, puede que algo as¨ª nos viniera bien por aqu¨ª. Y tenemos dos a?os por delante.
Ramon Xifr¨¦ Oliva es profesor de Negocios Internacionales en ESCI-UPF e investigador en el Centro Sector P¨²blico-Sector Privado del IESE.
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