Un siglo bajando a las minas sudafricanas
Para m¨¢s informaci¨®n sobre el especial Mozambique, consultar el reportaje de El Pa¨ªs Semanal"Mozambique, salud y revoluci¨®n" y la entrevista con el escritor Mia Couto. A este pa¨ªs viajamos de la mano del Comit¨¦ espa?ol de UNICEF que presentar¨¢ en breve el informe sobre Salud e Infancia en el pa¨ªs realizado por Gonzalo Fanjul. Este blog cuenta con una categor¨ªa sobre Mozambique donde se incluyen los once posts del "Viaje a Mozambique" de Chema Caballero, que os recomendamos. Posts de los ¨²ltimos d¨ªas: "Necesitamos un sue?o" Por Lola Huete Machado "Aqu¨ª no se paga nada". Mozambique, a trav¨¦s de sus carteles Por Diana Valcarcel
La vecindad ha hecho que Sud¨¢frica y Mozambique mantengan viejas relaciones de todo tipo y al mismo tiempo se miren de reojo. En com¨²n cuentan con una historia colonial violenta, la tribu tsonga, y Gra?a Machel, la ¨²nica primera dama de dos presidentes, ya que es viuda del socialista mozambique?o Samora Machel, asesinado supuestamente por el r¨¦gimen del apartheid en 1986, y desde 1998 est¨¢ casada con Nelson Mandela.
Pero tambi¨¦n hay reproches, por ambas bandas. Los mozambique?os se sienten dolidos porque los sudafricanos nunca les han reconocido la cooperaci¨®n y solidaridad con los luchadores contra el apartheid que se refugiaron en este pa¨ªs y ahora, encima, los blancos acomodados toman las paradis¨ªacas playas como si fueran suyas.
En el otro lado de la frontera, los sudafricanos pobres culpabilizan a los inmigrantes mozambique?os de ocupar puestos de trabajo mientras el desempleo entre los locales alcanza cifras oficiosas del 40%. Esta situaci¨®n dispar¨® en mayo de 2008 ataques violentos contra trabajadores extranjeros y se cobr¨® la vida de 62 personas, aunque un tercio eran nacionales. Desde entonces abundan los mensajes en contra de la xenofobia.
Mozambique ha sido y es una de los grandes dispensadores de mano de obra a Sud¨¢frica. De hecho, los mozambique?os son el segundo colectivo extranjero m¨¢s numeroso, seguido del de los originarios de Zimbabue. Seg¨²n datos de 2011, la di¨¢spora la formaban medio mill¨®n de personas, de las que menos de la mitad ten¨ªa sus permisos de residencia y trabajo en regla. El resto, estaba en situaci¨®n irregular o eran familiares o ni?os sin autorizaci¨®n para trabajar.
En total, los inmigrantes mozambique?os enviaron aquel a?o 1.589 millones de rands (unos 117 millones de euros al cambio) en remesas a su pa¨ªs, seg¨²n recoge el anuario del Instituto Sudafricano de Relaciones Raciales (SAIRR, por sus siglas en ingl¨¦s). El Producto Interior Bruto por c¨¢pita es de 579 d¨®lares (428 euros), atendiendo a los c¨¢lculos m¨¢s actualizados del Banco Mundial.
Las ricas minas de cobre, diamantes, platino y oro contin¨²an siendo las grandes receptoras de los inmigrantes, aunque la crisis tambi¨¦n est¨¢ azotando el sector y ha recortado las plantillas. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, 100.000 mineros menos.
Hay que destacar que en 2002, Sud¨¢frica aprob¨® una Ley de Inmigraci¨®n que dificulta la contrataci¨®n de extranjeros y as¨ª, el n¨²mero de mineros locales ha ido creciendo paulatinamente. La medida ha tenido una consecuencia directa en el colectivo mozambique?o, que en 15 a?os ha perdido un 4% de ocupados, hasta llegar a los casi 53.000 en 2011. Los datos son de la consultora DNA y reflejan que este grupo supone el 12% de los extranjeros que se sumergen cada d¨ªa al interior de las profundas galer¨ªas.
In¨¢cio Ricoisio es uno de ellos. En 2006 dej¨® su Mozambique natal para intentar mejorar su vida. Lleg¨® a Rustenburg, la capital minera del norte de Johannesburgo y el epicentro de la mayor reserva de platino del mundo. Dos a?os despu¨¦s se traslad¨® hasta la vecina mina de Lonmin, en Marikana, tristemente conocida porque el 16 de agosto de 2012 la polic¨ªa zanj¨® a tiros una huelga declarada ilegal. El resultado: 34 mineros muertos ese d¨ªa, a los que hay que sumar una decena de personas m¨¢s fallecidas durante la semana anterior.
En Marikana, al norte de Johannesburgo, hay poca oferta de ocio para desconectar
del trabajo tras terminar el turno.
El mozambique?o lamenta que esas v¨ªctimas ¡°fueron en vano¡± porque poco han mejorado las condiciones. In¨¢cio termina su turno en la mina y camina con un compa?ero sudafricano que tambi¨¦n huy¨® de la pobreza severa de su regi¨®n, en el sureste del pa¨ªs. Ambos residen en Wonderkop, un asentamiento informal que da cobijo a los mineros. Viven solos en una barraca con luz que cogen prestada de una l¨ªnea pero no disponen de grifos, as¨ª que tienen que ir a buscarse el agua para cocinar o asearse en alguna de las fuentes p¨²blicas del barrio.
Desde la matanza, la empresa accedi¨® a incrementar los salarios entre un 11 y un 22% pero mucho menos de la reclamaci¨®n de los trabajadores, que pretend¨ªan duplicarlos. Ricoisio asegura que, a pesar del aumento, le queda poco sueldo para sus gastos personales porque cada mes env¨ªa dinero a su mujer, que se hace cargo de sus dos hijas preadolescentes y los suegros. As¨ª que el mozambique?o tiene pocas alternativas de ocio para desconectar del ¡°estr¨¦s¡± que provoca pasarse m¨¢s de ocho horas a ¡°quil¨®metros bajo tierra¡±. A sus 34 a?os, la tarde de asueto la pasar¨¢ ¡°jugando con el m¨®vil¡±, explica riendo.
La historia Santos Tavira difiere de la de su compatriota. Aunque naci¨® en una aldea rural mozambique?a, su padre ya trabajaba en las minas sudafricanas y ¨¦l sigui¨® sus pasos cuando cumpli¨® los 16. Ahora tiene 32. En su pa¨ªs dej¨® a madre y hermanas y con los a?os tambi¨¦n a sus tres hijos, que viven con su ex mujer.
Los primeros mozambique?os que emigraron a Sud¨¢frica para trabajar en sus minas empezaron a llegar hace m¨¢s de un siglo y fueron el colectivo mayoritario en las explotaciones alrededor de Johannesburgo, ocupando casi la mitad de los puestos de trabajo. Esta masiva salida de trabajadores ha tenido un fuerte impacto en la desestructuraci¨®n de las familias de las ¨¢reas rurales de Mozambique, subraya en un estudio del Instituto de Miner¨ªa y Metalurgia de Sud¨¢frica sobre la inmigraci¨®n y las explotaciones.
De eso sabe el minero Tavira, que ha repetido el patr¨®n visto y aprendido del padre: pasar largu¨ªsimas temporadas en Sud¨¢frica trabajando y visitar a la mujer una vez al a?o o cada dos. Y por cada visita, casi un embarazo. ¡°Ahora prefiero enviar m¨¢s dinero que ir al pueblo, as¨ª ahorro el billete¡±, admite este minero, que anuncia que busca ¡°chica¡±.
Todas las fotos son de la autora
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