Se tienen ganas
Hay una sensaci¨®n finisecular aunque la realidad sea que estamos reci¨¦n estrenando un siglo
Hay una necesidad imperiosa de hablar y de ser escuchado. Pero tambi¨¦n de gritar, de insultar, de despreciar, de maldecir, de vengarse, de discutir, de liarse a empujones, de tomar a ciertos individuos por las solapas y zarandearlos. Hay ganas de insultar, de manifestarse, de ir a la puerta de los juzgados a vocear contra un acusado o contra una juez. Hay urgencia por abuchear a personajes p¨²blicos. Hay un deseo de que algo se construya, de sentir que algo nos sosiegue el ¨¢nimo, pero tambi¨¦n hay ansias de destrucci¨®n que se tornan indiscriminadas, un deseo m¨®rbido de que se acabe ¡°esto¡± de una puta vez, aunque no sepamos muy bien qu¨¦ es esto de lo que estamos hablando. Hay ganas de escuchar, s¨ª, pero muchas menos que de soltar el mitin. Hay ganas de acudir a una conferencia que trate de lo que nos est¨¢ pasando para que el conferenciante nos d¨¦ la raz¨®n y resarcirnos luego en el turno de palabra para poner los puntos sobre las ¨ªes.
Hay ganas de leer art¨ªculos en los que se afirme que no hay soluci¨®n, en los que se denuncie todo de una tacada. Hay ganas de bronca. Hay un deseo (imperioso) de esa teor¨ªa total en la que pasado, presente y futuro est¨¦n m¨¢gicamente hilados y pasados a limpio: Franco, la Transici¨®n y su c¨¦lebre bajada de pantalones, la burbuja inmobiliaria, el informe PISA, el abandono escolar, el GAL, el caso Fais¨¢n, el saqueo a Catalu?a, los sobres de B¨¢rcenas, el 11-M, el contenido de la maleta de la juez Alaya, la corrupci¨®n, la fuga de cerebros, el 15-M, la T-4 y El Prat, la pirater¨ªa, y as¨ª hasta el final.
Hay ganas de tirar del hilo y de que tirando tirando salga de una sola vez toda la putrefacci¨®n, toda la mierda. Hay hambre de verdades, pero tambi¨¦n de teor¨ªas conspirativas. Hay ganas de h¨¦roes y hero¨ªnas, de ese tipo de personajes que lo cuentan todo de una, a lo bestia, sin andarse por las ramas, ganas de gente clarividente, que no deja t¨ªtere con cabeza, de esos gur¨²s que cuando t¨² vas ellos han vuelto ya varias veces. Hay deseos de aplaudir hasta que las manos piquen, de aplaudir a alguien que diga verdades como pu?os, verdades que ratifiquen tu pensamiento al ciento por ciento.
A veces con raz¨®n, otras por envidia. Pero hay una agresividad, un enconamiento que se palpa en el ambiente
Hay mucha rabia y el convencimiento de que solo se apaciguar¨¢ si alguien paga el pato. Hay urgencia porque alg¨²n imputado vaya a la c¨¢rcel y desconsuelo porque se tiene la sensaci¨®n de que el culpable nunca paga. Hay un creciente desprecio por las instituciones. Hay hartazgo porque los asuntos que nos irritan no parecen tener fin, ni B¨¢rcenas, ni la financiaci¨®n auton¨®mica, ni la consulta catalana, ni el caso Urdangarin. Hay la sospecha de que nuestros hijos heredar¨¢n los mismos titulares de los peri¨®dicos. Ay. Hay tambi¨¦n la idea de que los responsables son aquellos, pero nunca nosotros, con lo cual hay una sensaci¨®n de inocencia del pueblo soberano. Hay miedo tambi¨¦n. Miedo a que en una jornada que se te?ir¨¢ de negro alguno de esos inocentes se tome la justicia por su mano. Hay una sensaci¨®n finisecular aunque la realidad sea que estamos reci¨¦n estrenando un siglo. Hay ganas de que algo pase y terror a que pase algo. Hay muy mala hostia.
Hay comentarios que quieren parecer pol¨ªticos, pero que encubren algo que se llamar¨ªa resentimiento o rencor. Hay v¨ªctimas de verdad y hay victimismo. Hay personajes acomodados que alientan a las v¨ªctimas de verdad a que se venguen de su situaci¨®n de manera expeditiva. Hay gente que llama a la violencia, pero para que sean otros los que se manchen las manos. Hay t¨ªos que se preguntan sin despegar el culo del sof¨¢, ¡°?y c¨®mo es posible que todav¨ªa la gente no se ha liado a hostias?¡±. Hay individuos que aseguran que esto se arreglar¨ªa matando a este y al otro. Tambi¨¦n existe la sensaci¨®n de que no tenemos arreglo. De que cuando no es por una cosa es por otra. De que lo mejor es el yo a lo m¨ªo y que les den por saco a todos. Hay una inercia que lleva a pensar que dado que todos roban hay que seguir votando a los mismos, total. Hay quien asegura que en Espa?a unos trabajan y otros viven de las subvenciones.
A veces los acusados de vivir de las subvenciones son del sur, y otras son del cine o artistas en general. Abunda la tendencia a pensar que quien no opina como t¨² es un perfecto gilipollas. O es un fascista. O un pijo progre. Los gilipollas siempre est¨¢n enfrente. Hay gente que tiene muchas ganas a otra gente. A veces con raz¨®n, otras por pura envidia. Pero hay una agresividad, un enconamiento que se palpa en el ambiente. Hay quien dice que son los medios de comunicaci¨®n quienes han ido aumentando el nivel de la furia. Otros que ha sido la torpeza, la ineficacia, la inoperancia de la clase pol¨ªtica. O el car¨¢cter de rapi?a de los que administraban nuestros dineros. Hay pol¨ªticos que no creen en los pol¨ªticos y te lo dicen al o¨ªdo. Hay toda una peligrosa sensaci¨®n de fracaso, tan extendida ya, dif¨ªcil de concretar y f¨¢cil de manejar. Hay pol¨ªticos que se enrocan y callan, y otros que gritan y proponen huidas hacia delante. Hay mucha irresponsabilidad. Hay una necesidad urgente de que la situaci¨®n mejore, que algunos debates se den por terminados, que la realidad se defina, que se hable de lo esencial. Y como no se perciban pronto esas ganas de desahogo puede pasar como tantas otras veces, que paguen justos por pecadores.
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