Historia de dos islas
Los j¨®venes cubanos piensan su pa¨ªs de manera diferente a sus padres y abuelos
Nueva York es buen lugar para leer la nueva Cuba que nace con el siglo XXI. Un nuevo pa¨ªs en el viejo Caribe parece sentirse aqu¨ª, cuando recorremos los restaurantes cubanos de West New York o galer¨ªas como The 8th Floor, donde se ha visto algo de lo mejor del arte producido en la isla y la di¨¢spora en los ¨²ltimos a?os. Hay aqu¨ª, como en Miami, la Ciudad de M¨¦xico, Madrid, Par¨ªs o Berl¨ªn, una comunidad de cubanos j¨®venes, de paso o asentados m¨¢s firmemente, que piensan su pa¨ªs de manera distinta a como lo hicieron sus padres y abuelos.
Piensan un pa¨ªs diferente porque viven un pa¨ªs diferente, aunque residan fuera de la isla. Un pa¨ªs que no es ¡°una revoluci¨®n¡±, ¡°un l¨ªder¡±, ¡°un proyecto¡± o ¡°un s¨ªmbolo¡±, sino una comunidad heterog¨¦nea de ciudadanos, que comparten sonidos y lecturas, sabores y ritmos. Se hace m¨¢s dif¨ªcil aqu¨ª distinguir a los cubanos de otros caribe?os, pero la distinci¨®n, con desgano o sin mayor ¨¦nfasis, emerge al final. Para diferenciar a ese nuevo cubano de cualquier otro caribe?o del siglo XXI, es preciso, como sugiere la profesora de la Universidad de Princeton, Alexandra V¨¢zquez, estudiosa de la m¨²sica, ¡°escuchar en detalle¡±.
He tomado prestado el t¨ªtulo que Jorge Volpi tom¨® prestado, a su vez, de Charles Dickens, para comentar la manera en que esa Cuba del siglo XXI se atisba desde Nueva York. Ha sido siempre esta ciudad atl¨¢ntica un lugar privilegiado de la conversaci¨®n caribe?a. Aqu¨ª se planearon las independencias de Cuba y Puerto Rico, se criticaron las intervenciones norteamericanas de principios del siglo XX, se celebr¨® la Revoluci¨®n Cubana de 1933 y se conspir¨® contra dictadores como Fulgencio Batista o Rafael Le¨®nidas Trujillo.
Aqu¨ª tambi¨¦n se aplaudi¨® la otra Revoluci¨®n, la de 1959. Ning¨²n otro peri¨®dico fuera de la isla dedic¨® tantas p¨¢ginas a esa Revoluci¨®n como The New York Times entre 1957 y 1962. La insurrecci¨®n rural y urbana contra Batista, las primeras medidas y purgas del Gobierno revolucionario y, por supuesto, el ¡°fiasco¡±, la ¡°debacle¡± o el ¡°desastre¡± ¡ªlas tres palabras que m¨¢s usaron sus editores¡ª de Bah¨ªa de Cochinos, en abril de 1961, fueron exhaustivamente glosados en las p¨¢ginas del Times. Fue durante la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, que los l¨ªderes cubanos aparecieron por primera vez como personas que amenazaban la seguridad y la vida de los neoyorkinos.
El ¡°problema cubano¡± ha dejado de girar en la ¨®rbita de Fidel Castro
Los art¨ªculos que en aquellos a?os escribieron Ruby Hart Phillips, la c¨¦lebre corresponsal del diario en La Habana desde los a?os 30, Herbert L. Matthews y Tad Szulc moldearon, en buena medida, la percepci¨®n de la Revoluci¨®n Cubana y sus comandantes en esta ciudad. Los viajes de Fidel Castro y del Che Guevara a Nueva York, en 1959, 1960 y 1964, fueron apote¨®sicos, como ya han recapitulado algunos historiadores. El del Che, por ejemplo, sum¨® al espect¨¢culo un intento fallido de atentado con bazuca contra la sede de Naciones Unidas y una cena con la alta burgues¨ªa de Manhattan en el town house de Bobo Rockefeller, cuya extra?eza fue admirablemente narrada por Stephanie Harrington en The Village Voice, luego de la muerte de Guevara en Bolivia, en octubre de 1967.
En una ciudad tan endemoniadamente plural como Nueva York nunca ha habido consenso sobre la realidad cubana. Aqu¨ª criticaron duramente la deriva comunista y prosovi¨¦tica de la Revoluci¨®n pensadores liberales como Waldo Frank y Carleton Beals, Theodore Draper o Michael Walzer, pero tambi¨¦n comprendieron esa deriva, aunque sin dejar de cuestionarla, pensadores socialistas como C. Wright Mills o Paul M. Sweezy. Aqu¨ª se refut¨® te¨®rica e ideol¨®gicamente el socialismo cubano, en publicaciones como Dissent, pero tambi¨¦n se elogiaron sus medidas populares en revistas como Monthly Review.
Medio siglo despu¨¦s se sigue debatiendo a Cuba en Nueva York. Pero hoy lo que se debate ya no es la Revoluci¨®n o el socialismo, la alianza con la URSS o el periodo especial. Hoy lo que se debate es la vuelta de la isla a la compleja realidad de sociedades capitalistas del Caribe, con problemas comunes de disparidad y violencia y retos afines como la migraci¨®n y el racismo. Los reportajes de Victoria Burnett para The New York Times hablan justamente de ese avance de la l¨®gica del mercado en la econom¨ªa, la cultura y la vida cotidiana de los cubanos.
Una desventaja y una ventaja podr¨ªan detectarse en ese abandono del relato de la excepcionalidad en las percepciones sobre Cuba desde Nueva York. La desventaja es que al imaginar un pa¨ªs como cualquier otro latinoamericano o caribe?o del siglo XXI se pierde de vista que en la isla persisten instituciones singulares, por decir lo menos, como el partido comunista ¨²nico, el control estatal de los medios de comunicaci¨®n y fuertes restricciones constitucionales y penales a la libertad de asociaci¨®n y expresi¨®n, que merecen ser cuestionadas.
Lo que? hoy se debate son problemas? como la violencia o? la migraci¨®n?
La ventaja, en cambio, es que el debate sobre Cuba cada d¨ªa se despega m¨¢s y m¨¢s de la figura polarizante de Fidel Castro. Con celeridad, el ¡°problema cubano¡± pierde estatuto p¨²blico o deja de girar en la ¨®rbita avasallante de Fidel Castro y las m¨²ltiples formas de resistencia que su hegemon¨ªa personal provoc¨® dentro y fuera de la isla, especialmente en Estados Unidos. Esa saludable despersonalizaci¨®n deber¨ªa rebasar la pol¨ªtica e incidir en la manera cada vez m¨¢s diversificada en que pensamos las artes, la m¨²sica o la literatura.
La m¨¢s reciente ¡®Letter from Havana¡¯ de Jon Lee Anderson para The New Yorker comparte ese atisbo de una nueva Cuba desde Nueva York. Pero Anderson personaliza el estado actual de la literatura cubana en Leonardo Padura. Dice que Padura se ha quedado sin pares en la isla y s¨®lo menciona como antecedente suyo a Eliseo Alberto, un escritor con el que no contrae deudas est¨¦ticas, y como interlocutores a Pedro Juan Guti¨¦rrez y Wendy Guerra, dos autores muy dis¨ªmiles y sin mayor parentesco estil¨ªstico. Por suerte, como sabemos, la literatura cubana es desde los 90 mucho m¨¢s inapresable.
No se puede pensar seriamente la literatura, aferrados al paradigma de la cr¨®nica o el testimonio de la vida insular que, desde distintas estrategias, esos autores preservan. La literatura cubana es un territorio diseminado por la experimentaci¨®n y el exilio, el vanguardismo y la errancia. Una constelaci¨®n transnacional de autores de todas las edades y estilos, memorias y duelos, de la isla o la di¨¢spora, como Jos¨¦ Kozer y Nivaria Tejera, Reina Mar¨ªa Rodr¨ªguez y Legna Rodr¨ªguez Iglesias, Abilio Est¨¦vez y Antonio Jos¨¦ Ponte, Ena Luc¨ªa Portela y Jorge Enrique Lage, Jos¨¦ Manuel Prieto y Rolando S¨¢nchez Mej¨ªas, Iv¨¢n de la Nuez y Gerardo Fern¨¢ndez Fe. Para leer la nueva Cuba hay que leer a todos sus buenos escritores, vivan donde vivan.
Rafael Rojas es profesor del CIDE (M¨¦xico D.F.) y Global Scholar en la Universidad de Princeton. Su ¨²ltimo libro es La vanguardia peregrina (M¨¦xico D.F., Fondo de Cultura Econ¨®mica, 2013).
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