Los espa?oles y el arraigo
No consigo definir como un drama personal el irse con un contrato a un laboratorio de investigaci¨®n puntera en otro pa¨ªs
Somos prisioneros de una paradoja. Es desconcertante que este pa¨ªs en el que sus habitantes rechazan y ponen en tela de juicio tan a menudo su sentido de pertenencia a ¨¦l, que hasta abominan de su mismo nombre, Espa?a, provoque a su vez un sentimiento de arraigo casi enfermizo. Si a un estadounidense se le mostrara el v¨ªdeo que hace unos d¨ªas se reprodujo cientos de miles de veces en Internet (hasta lo emiti¨® TVE) en el que se ve¨ªa c¨®mo unos j¨®venes espa?oles que trabajaban en el extranjero volv¨ªan por sorpresa a la casa materna y se abrazaban a sus progenitores en medio de llantos y gritos en un tono de anuncio navide?o de Nescaf¨¦, si un estadounidense lo viera, digo, no podr¨ªa entender en d¨®nde resid¨ªa el drama.
Tampoco creo que lo entendieran muy bien los argentinos, los ecuatorianos, los colombianos, los venezolanos, por no decir aquellos que tratan de acercarse al primer mundo en embarcaciones dudosas, clandestinamente, arriesgando su vida y las de sus hijos. La nostalgia es patrimonio de cualquiera, sea cual fuere su nacionalidad, pero no se sabe por qu¨¦ raz¨®n, el espa?ol piensa que la suya es de mayor calidad y que en su caso est¨¢ m¨¢s justificada. Muchos le¨ªmos la carta de una cient¨ªfica que se ve¨ªa en la obligaci¨®n de marcharse a EE UU porque en Espa?a carec¨ªa ya de cualquier oportunidad laboral. Yo quise entender su protesta como una llamada de auxilio para la situaci¨®n moribunda de la investigaci¨®n en nuestro pa¨ªs, porque realmente no consigo definir como un drama personal el irse con un contrato a un laboratorio de investigaci¨®n puntera en otro pa¨ªs. Por otra parte, el periodista e investigador William Chislett ha publicado datos (que nos empe?amos en no leer) que nos definen como un pa¨ªs poco dado a la emigraci¨®n. Las cifras cantan. No se han ido tantos. Hay m¨¢s drama dentro de nuestras fronteras que fuera.
Pero, como dec¨ªa, me sorprende nuestra peculiar manera de hacer compatible el rechazo a nuestro pa¨ªs y nuestra insuperable nostalgia de ¨¦l cuando estamos fuera. ?Solo echamos de menos a nuestras madres? No lo creo. Desde que se invent¨® Skype, las madres est¨¢n amenazadoramente cerca de sus cachorros. Lo que echamos en falta es un universo peque?o y protector, de gran apego familiar y con una red de amistades que nos facilitan la vida m¨¢s de lo que estamos dispuestos a reconocer. Sobre este asunto he pensado obsesivamente estos d¨ªas pasados en los que me entregu¨¦ con avidez lectora, como hac¨ªa tiempo que no me ocurr¨ªa, a la novela Canad¨¢, de Richard Ford.
Me rend¨ª a la primera frase en la que se despeja casi todo el suspense de esta historia que se vertebra en la narraci¨®n de Dell Parsons, un profesor a punto de jubilarse que narra c¨®mo sus padres cometieron un atraco cuando ¨¦l contaba 15 a?os, en los sesenta, que le cambi¨® la vida y le oblig¨® a refugiarse al otro lado de la frontera, en Canad¨¢. El coraz¨®n de la novela es el desarraigo, el argumento mismo de un pa¨ªs que se fund¨® a fuerza de unir tantas desventuradas soledades. Algo que conforma la ¨¦pica de la narraci¨®n americana: el joven que ha de huir del sistema; el joven que ha de hacerse un hombre en la m¨¢s pura soledad, construy¨¦ndose una personalidad sin tener referencias paternas, enfrentado a una naturaleza salvaje; el joven que se convierte en aventurero sin pretenderlo, obligado por la dureza de las circunstancias; el joven que sabe que no cabe la rendici¨®n, que la misma vida es lucha continua en la que uno, como reza el Evangelio, ha de ser manso como un cordero y astuto como una serpiente.
Tomando unas referencias muy locales, las del Estado de Montana y la provincia de Saskatchewan, y eligiendo como protagonista a un adolescente del que poco se sabr¨ªa si no fuera por el empe?o del novelista, Richard Ford vuelve a poner en pie la ¨¦pica americana que ha consistido, tanto en la literatura como en el cine, en enfrentar al individuo a una aventura sin red en la que la mayor victoria es llegar a viejo para contarla. La sensaci¨®n es la de asistir a la narraci¨®n de una historia que hemos escuchado muchas veces, que nos resulta familiar por su parecido a tantas otras, pero que es distinta, de la misma forma en que cada individuo hace diferente su experiencia. Si el inabarcable espacio americano ya no se puede entender sin las pel¨ªculas de John Ford, el desarraigo de este pa¨ªs salvaje queda ya para siempre certificado en la novela de este otro Ford, Richard. Es la mirada de un individuo obligado por el delito de sus padres a observar para siempre su pa¨ªs desde el otro lado de la frontera.
El desarraigo produce seres humanos rocosos, sufridos, individualistas por necesidad, desapegados por pura supervivencia, emigrantes perpetuos en su propio pa¨ªs e inventores de mil vidas dentro de una sola biograf¨ªa. Es posible que ninguno de nosotros, tan apegados a lo nuestro (m¨¢s de lo que estamos dispuestos a reconocer), quisi¨¦ramos cambiar nuestro destino por cualquiera de los de estos aventureros involuntarios. Pero aun as¨ª debemos reconocer que esas existencias tan agrestes, lanzadas a la intemperie casi desde el vientre de la madre, son m¨¢s proclives a conformar una ¨¦pica poderosa, casi de categor¨ªa hom¨¦rica. Alguna ventaja hab¨ªa de tener el crecer lejos del abrazo materno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.