Las cosas de Mariscal
Capaz de emocionarse con un palo, pero libre de nostalgias, el dise?ador Javier Mariscal anima con an¨¦cdotas los objetos de su estudio
No hay bol¨ªgrafos rojos en el escritorio de Javier Mariscal. No quiere verlos ni en pintura, pero esa man¨ªa tampoco esconde un turbio episodio dom¨¦stico como el que inspiraba la fobia al color sangre de Marnie la Ladrona: ¡°Es que se lo cuentas a un psiquiatra y te dice que le ten¨ªas pavor a tu familia (foto 2). ?Bah! Mi recuerdo es darle besitos a mi padre, que ol¨ªa a Chesterfield¡±. Sin embargo, esa ausencia s¨ª oculta otro tipo de trauma: ¡°Un d¨ªa en el colegio me pidieron que escribiera ¡®mi mam¨¢ me mima¡¯ y yo lo hac¨ªa con las os y con la a¡±, le planta ojos y boca a las os y coletas y trenzas a las as. ¡°Me dec¨ªan que estaba [voz de dios del Antiguo Testamento] todo mal y me tachaban en rojo. Y yo ah¨ª, llorando como un imb¨¦cil¡±.
El multidisciplinar dise?ador naci¨® en Valencia en 1950 y lleva en Barcelona desde los setenta. Ha pasado medio siglo desde aquella escena, pero a¨²n se crispa cuando la recrea en el estudio que lleva su nombre en Palo Alto, complejo que en su d¨ªa acogi¨® f¨¢bricas textiles. Hoy solo queda la chimenea que sirvi¨®, chiste mediante, para bautizarlo. Tras la fachada tapizada de buganvillas (dan m¨¢s trabajo que otras enredaderas, ¡°pero es que son muy bonitas, no fastidies¡±) trabajan dise?adores y artistas al servicio de las ideas del creador del Cobi (7). Incluso hay un grupo de m¨²sica formado por empleados del estudio: de vez en cuando se convierte en una marching band que recorre el edificio. Desde su rinc¨®n, m¨¢s tranquilo que antes (recortes de personal), garabatea en un folio y a?ade: ¡°El sistema de ense?anza est¨¢ en contra de la imaginaci¨®n a lo bestia, justo cuando el cerebro est¨¢ haciendo conxiones interesantes¡ [carcajada siniestra del hombre que en su estudio guarda un utensilio ornitol¨®gico (6) para imitar el sonido de los p¨¢jaros] ?Zas!¡±.
Aunque todo el estudio es la proyecci¨®n mental de su universo (bocetos, maquetas y esculturas de sus creaciones), su mesa de trabajo es mucho m¨¢s espartana. Tinta china (13), l¨¢pices (ninguno rojo), pinturas pastel de la marca Sennelier (18), una antolog¨ªa de la revista Raw (9), un cenicero que ya no usa y un Seat 600 verde aceituna de techo corredizo (12), que acaba de pinzar con el ¨ªndice y el pulgar: ¡°Todo se acaba cuando alguien coge esto y ya no se cree que puede volar. Hasta los 10 o 15 a?os levantan una piedra y dicen que es un avi¨®n, luego dejan de jugar¡±.
"He podido estar en El Cairo durante semanas y ver una pir¨¢mide de casualidad"
Un instante despu¨¦s, Javier Mariscal se convierte en un dibujo de Mariscal y durante un minuto y cincuenta segundos engola una voz rob¨®tica que escupe un idioma imposible, mientras maneja el brazo del flexo (la tulipa es una especie de m¨®vil de ¨²ltima generaci¨®n). De repente: ¡°Hostia, ?qu¨¦ susto! Esto no es m¨ªo, ?no?¡±. Acaba de descubrir la pantalla astillada del tel¨¦fono del entrevistador.
Los objetos en el estudio de Mariscal aparecen y desaparecen como en Toy Story. Aunque no les profesa la devoci¨®n que siente Andy por sus juguetes, la Vespa (4) aparcada encima de una alfombra multicolor es bonita porque ¡°parece una cubana con un culazo precioso¡±; unas posaderas similares a las de esa otra mulata con vestido blanco, una estatuilla de escayola (13) que parece la versi¨®n de bazar de la que ¨¦l imagin¨® para la pel¨ªcula Chico y Rita: ¡°Ni idea de qui¨¦n me regal¨® eso. Nunca me fijo. Es que yo no soy muy de objetos¡±, confiesa al enunciarle el t¨ªtulo de esta secci¨®n. Las cosas de Mariscal no ser¨¢n, en adelante, los objetos de Mariscal, sino sus cosas, en cursiva.
El chatarrero de las estrellas
Al artista valenciano le gustaba visitar a un chatarrero del barrio barcelon¨¦s de Poble Nou. Pon¨ªa esas antiguallas encima de unas mesas enormes y esperaba a que interactuaran entre ellas. Pero lo que realmente le fascina es su iPhone 5, porque le permite apuntar cosas en la agenda (¡°es que los medios son [voz de adolescente asqueado] tan aburriiiiiiidos¡ Parece que hagan todas las noticias en la misma sopa¡±). Tambi¨¦n le profesa un singular amor a aquel primer Mac 128 K (11) que decora una estanter¨ªa. Su estudio fue de los primeros equipados con estos trastos y a¨²n recuerda esas epifan¨ªas: ¡°Con Nazario hac¨ªamos fanzines con el ciclostil. Era un co?azo ¡ Luego vino eso que era como una m¨¢quina de escribir con fotocopiadora: ?el ordenador!¡±. Es curioso que los ¨²nicos objetos que desatan en ¨¦l alg¨²n brote melanc¨®lico, aunque siempre celebratorio, son los que en su d¨ªa parec¨ªan futuristas: ¡°No entiendo la movida de la nostalgia. Hace unos d¨ªas sal¨ª a tomar algo y me encontr¨¦ con el t¨ªpico se?or con melenas blancas y calvorota [voz de andaluz que se ha pasado con la cazalla]: ¡®Hojtia Marishcal, c¨®mo lo pasemos en los setenta, t¨² estabas con una francesa que era mi prima y yo dale que te dale¡ ?La bomba, nen, era la bomba!¡¯. Y ahora qu¨¦, t¨ªo, joder, ?que ahora hay internet!¡±. Mientras, suena un solo de guitarra y ¨¦l se?ala una pila con discos. A?ade: ¡°Lo que mol¨® fue el pick up¡ ?fli-p¨¦! El soul y el rocanrol me siguen enrollando, no como el progresivo, que te salen granos si lo escuchas mucho¡±. Sus a?os de hippismo (¡°con 500 pelas y el pelo largo te ibas a cualquier sitio. Pero a vivirlos, nunca a visitar piedras. He podido estar en El Cairo semanas y ver una pir¨¢mide de casualidad¡±) cristalizan en el juguete de una Volkswagen T2 (16): ¡°Me acuerdo de los rituales: te met¨ªas con los Levi¡¯s en el mar para que pillaran tu forma y era como tener el traje para ir a la Luna. Ahora mis hijos los quieren ya rotos: alucino¡±, dice el hombre que dise?¨® el taburete D¨²plex (1).
Cobi violado
Durante una de sus excursiones con el pintor (5) Miquel Barcel¨®, le profanaron la mascota que hab¨ªa ideado para Barcelona 92: ¡°Aprovecharon que estaba fuera para crear ese monstruo (7) con los brazos abiertos y marcado con el logotipo como si fuera un toro. Y le pusieron ese tono lechoso y estaba [voz de dama victoriana escandalizada] desnuuuuudo¡±. Por culpa de esa mascota se vio en el centro de una pol¨¦mica casi c¨®mica: Se hablaba del caso Mariscal y se acusaba a CiU de azuzar la ira contra el can. A Montalb¨¢n le parec¨ªa ¡°un perro atropellado en una autopista de peaje¡±. El animal, casi escondido en una estanter¨ªa de su oficina junto a un premio Goya y una copia de un New Yorker ilustrado por ¨¦l (10), le dio una fama de la que ni reniega ni alardea. Eso s¨ª, siente m¨¢s facinaci¨®n por la maquinita que le permite modular las voces para su conferencia teatral Colors (3) o por los videojuegos de sus hijos y sobrinos, de los que s¨ª guarda cerca de su escritorio acuarelas firmadas por ellos (15): ¡°El otro d¨ªa unas ni?as jugaban a que ten¨ªan que hacer comida porque si no los zombis llegaban y se las com¨ªan a ellas. Fabuloso. Yo, de peque?o ve¨ªa las mulas [voz de campesino valenciano] ¡®arreeee...¡¯, y crec¨ª rodeado de hazadas, hasta que, ?hala!, flip¨¦ con el primer transistor que me trajeron de Andorra o con los platos Duralex que, ?plas!, los tirabas y no se romp¨ªan¡ Pues eso, es bonito ver lo de ahora. Hay que vivir lo que te toque con gusto y no perder la curiosidad. Es que tengo teor¨ªas como de tebeo todo el rato¡±.
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