Por un compromiso de regeneraci¨®n democr¨¢tica
La revitalizaci¨®n de la democracia, por la que apuesta mayoritariamente hoy la sociedad espa?ola, debe comenzar por un pacto contra la corrupci¨®n e incluir cambios en la ley electoral y en la de partidos pol¨ªticos
?La superposici¨®n de tres crisis distintas, que interact¨²an entre ellas como los tres v¨¦rtices de un tri¨¢ngulo, est¨¢ dotando de especial complejidad a la situaci¨®n espa?ola desde hace ya un lustro. Crisis econ¨®mica, que tiene su peor lacra en el desempleo masivo, principal problema de Espa?a hoy, se mire por donde se mire. Crisis de modelo de Estado y Administraci¨®n, que es crisis de gobernabilidad, con un conjunto fragmentado sin la debida articulaci¨®n en 17 unidades (en algunas de las cuales el incumplimiento de la Constituci¨®n ha pasado a ser moneda corriente), un legislativo escler¨®tico, politizada la c¨²spide del judicial y todo ello monopolizado por unos partidos pol¨ªticos que segregan una democracia de muy baja calidad. Y crisis de liderazgo pol¨ªtico y de credibilidad que afecta pr¨¢cticamente a todos los actores de ese escenario, al ser cuestionada su legitimidad de ejercicio, esto es, la que deber¨ªan haberse ganado en el desempe?o de sus cargos y responsabilidades.
Las tres crisis, la institucional, la econ¨®mica y la de credibilidad se refuerzan entre s¨ª. La crisis econ¨®mica es, en parte, consecuencia del mal funcionamiento de muchas instituciones, y sin duda ha potenciado la crisis de credibilidad pol¨ªtica. Crisis esta que, a su vez, refuerza la de algunas instituciones fundamentales, como la Corona, la justicia o el Estado de las autonom¨ªas.
Y bien, hay que se?alar de inmediato que la reacci¨®n de la sociedad espa?ola muestra una notable capacidad, no solo de resistencia, sino tambi¨¦n de vitalidad. Frente a las expectativas de casi todos (cient¨ªficos sociales incluidos), el enorme malestar contra pol¨ªticos y partidos no se ha traducido en alternativas antidemocr¨¢ticas. En Espa?a no hay partidos de extrema derecha o xen¨®fobos, que en no pocos pa¨ªses europeos cosechan hasta un 20% del electorado. Ni hay tampoco partidos anti-Europa, que florecen como hongos en no pocos sitios. Tal vez porque a los espa?oles nos ha costado mucho dolor el aprendizaje de la tolerancia y del acuerdo como bien democr¨¢tico, el aprendizaje del rechazo a la violencia como instrumento pol¨ªtico, ahora no estamos dispuestos a perder esos valores.
M¨¢s a¨²n: puede sostenerse que la sociedad espa?ola apuesta muy mayoritariamente por un compromiso de regeneraci¨®n democr¨¢tica, pues le va en ello, no ya el bienestar, sino incluso su misma persistencia como naci¨®n. Y aunque los pol¨ªticos sean el blanco central de las cr¨ªticas, ese empe?o tiene que ser encabezado por ellos, con el presidente del Gobierno y el l¨ªder de la oposici¨®n al frente, contando con el respaldo de la Jefatura del Estado. Todos deber¨¢n demostrar altura de miras y generosidad. La alternativa ser¨¢ otros pol¨ªticos capaces de ello.
Los espa?oles no han reaccionado a la crisis con actitudes xen¨®fobas o antieuropeas
Tal compromiso de regeneraci¨®n debe ser nacional en el sentido orteguiano de la palabra, es decir, debe contar con un amplio apoyo social y debe ser capaz, no solo de movilizar a la sociedad espa?ola, que ya lo est¨¢ en cierto grado, sino tambi¨¦n de darle norte y orientaci¨®n. Ha de contar con el respaldo de la mayor parte de los partidos del arco parlamentario, pues debe modificar reglas y pr¨¢cticas fundamentales de la pol¨ªtica y de otro modo lo arreglado hoy ser¨ªa objeto de reforma m¨¢s tarde, y reformado de nuevo al llegar otra mayor¨ªa, como ocurre en no pocos campos de la pol¨ªtica espa?ola. Debe ser, adem¨¢s, un compromiso p¨²blico, anunciado y probablemente rubricado con solemnidad, pues es importante que se marque y visualice un antes y un despu¨¦s, un punto de inflexi¨®n claro en la deriva de deterioro democr¨¢tico. Ha de ser, finalmente, un compromiso a medio y largo plazo, un proyecto sostenido en el tiempo con tes¨®n y perseverancia, m¨¢s de medio y largo plazo que de corto plazo. No arreglaremos el pa¨ªs en un santiam¨¦n, pues la democracia es un problema de cultura y de educaci¨®n, y se mantiene d¨ªa a d¨ªa.
Inevitablemente, ese proyecto debe comprender reformas constitucionales de envergadura, en particular para abordar el tema catal¨¢n y vasco. Aunque resulta absurdo exigir que cada generaci¨®n d¨¦ su visto bueno a la Constituci¨®n, en nuestro caso resulta razonable actualizarla tras m¨¢s de 30 a?os de rodaje, y no conviene fetichizar su texto. La realidad es din¨¢mica y tambi¨¦n debe serlo su marco normativo. Pero hay ampl¨ªsimo margen para medidas de regeneraci¨®n democr¨¢tica en el marco constitucional actual, medidas que probablemente se relegar¨ªan al abrirse la puerta de la reforma de la Constituci¨®n sin mediar las circunstancias oportunas.
Precisamente, el punto de partida deber¨ªa ser un programa de medidas urgentes, acometiendo las reformas constitucionales cuando, superada la fase m¨¢s dura de la crisis econ¨®mica, se pueda abordar con rigor tan trascendente tarea. Ni eludir ni postergar: se trata de encontrar las condiciones adecuadas. En todo caso, podr¨ªa avanzarse en ese camino con una iniciativa parlamentaria consensuada por la mayor¨ªa de los partidos, creando de inmediato un grupo de personas independientes y de alta reputaci¨®n con el mandato de hacer una propuesta de reformas constitucionales, la cual ser¨ªa sometida al tiempo a informaci¨®n p¨²blica para ir madurando y consensuando el debate.
El programa de medidas urgentes de regeneraci¨®n y vitalizaci¨®n de la democracia debe comenzar, en definitiva, por las cuatro siguientes direcciones:
Necesitamos un liderazgo para aunar las fuerzas sociales que quieren dar otro impulso a Espa?a
1. Ante todo, por lo que es hoy clamor dominante: tolerancia cero contra la corrupci¨®n en todas sus formas, ya la corrupci¨®n de alta o alt¨ªsima intensidad (como la manifestada en el caso B¨¢rcenas o en el de los ERE de Andaluc¨ªa), ya de ¡°baja¡± intensidad y que afecta a la misma ciudadan¨ªa. Pues la segunda es caldo de cultivo de la primera. Un verdadero compromiso ¨¦tico que rechace tanto cobrar sin IVA o no pagar impuestos, como las donaciones y las subvenciones sin el debido control.
2. En segundo lugar, las ¨¦lites p¨²blicas deben asumir (y casi exhibir) una ¨¦tica de estricta austeridad en el manejo de los fondos p¨²blicos. En un momento en el que se est¨¢n imponiendo sacrificios importantes a la sociedad espa?ola, las ¨¦lites pol¨ªticas y administrativas deben dar ejemplo de austeridad. M¨¢s a¨²n que la incidencia en el gasto p¨²blico, lo que importa es la relevancia simb¨®lica que tienen los inflados equipos de asesores, la profusi¨®n de coches oficiales, los billetes de primera clase, las tarjetas de cr¨¦dito¡, todo lo que contribuye a esa sensaci¨®n de ¡°clase pol¨ªtica¡± aparte. Sin duda, no se debe generalizar, y no son pocos los pol¨ªticos (y, m¨¢s a¨²n, los funcionarios) de conducta intachable; pero una buena parte de quienes integran la clase pol¨ªtica no ha interiorizado suficientemente la trascendencia que esto tiene. Y tambi¨¦n la ¨¦lite empresarial deber¨ªa seguir la misma pauta.
3. En tercer lugar, es urgente revisar la ley de partidos pol¨ªticos en un doble sentido. Por una parte, forzando a la democracia interna mediante mecanismos que rompan la actual dictadura de las secretar¨ªas generales, quiz¨¢s obligando a elecciones primarias o f¨®rmulas alternativas. Y de otra, exigiendo total y absoluta transparencia en su financiaci¨®n mediante mecanismos rigurosos de rendici¨®n de cuentas y auditor¨ªas externas. Debe replantearse todo lo concerniente a las subvenciones a los partidos (al igual que a los sindicatos o a las organizaciones patronales)
4. Finalmente, hay que revisar la ley electoral y el sistema de listas cerradas y bloqueadas, no solo para asegurar una mejor representaci¨®n reduciendo las condiciones de entrada, sino tambi¨¦n para establecer una mayor conexi¨®n entre representantes y representados y una mayor independencia de los primeros, hoy reducidos casi a la condici¨®n de empleados del partido.
Los espa?oles supimos organizar la convivencia tras 40 a?os de dictadura para darle un potente impulso de prosperidad y libertad a nuestra sociedad. Gracias a ello hoy estamos en mejores condiciones que entonces, mejor educaci¨®n, m¨¢s riqueza, mejor capital humano, mejores infraestructuras. Frente a actividades pesimistas o tentaciones de impotencia, hay que poner en valor el capital de recursos humanos, materiales e institucionales que tenemos acumulado. Ahora lo que necesitamos es un liderazgo capaz de aunar las muchas fuerzas sociales que pugnan por darle un nuevo impulso a Espa?a.
Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Delgado, Presidente y en nombre del C¨ªrculo C¨ªvico de Opini¨®n
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.