Mudanzas en los partidos
La poscrisis puede ser una oportunidad para enfrentarse al fin a la complejidad
La historia de los partidos pol¨ªticos tiene algo que ver con la memoria compartida de una experiencia pol¨ªtica, y m¨¢s todav¨ªa si en el curso de los tiempos ¡ªcomo ocurri¨® con la transici¨®n democr¨¢tica¡ª ha contribuido a consensos fundacionales y a la posibilidad de un lenguaje compaginable entre generaciones. Frente a la percepci¨®n negativa de unos partidos pol¨ªticos devastados por el estr¨¦s, tambi¨¦n es verdad que a la vez son modos de gesti¨®n, tradici¨®n pol¨ªtica, dep¨®sitos de ideas, maquinarias de movilizaci¨®n electoral, coaliciones de intereses, inercias ideol¨®gicas y tambi¨¦n sistemas simb¨®licos. Eso es lo que les da su lugar en la vida p¨²blica y hace posible que representen algo, a una parte de la sociedad, y tengan una concepci¨®n propia del bien com¨²n, lo que se traslada a la acci¨®n de gobierno cuando llegan al poder. A pesar de los porcentajes de descr¨¦dito de la pol¨ªtica, la crisis econ¨®mica no ha alterado estas circunstancias centrales o solo en la medida en que las erupciones populistas alcanzasen la hechura de statu quo. La poscrisis va a incidir en una transformaci¨®n del lenguaje pol¨ªtico, como ya se est¨¢ viendo. Los partidos pol¨ªticos tienen que destilar con honra su presencia hist¨®rica y al mismo tiempo adaptarse continuamente a los cambios tect¨®nicos o microsociales, en busca de un equilibrio entre v¨ªnculos d¨¦biles y v¨ªnculos fuertes. Ahora mismo, esta adaptaci¨®n se est¨¢ haciendo en gran parte, a tientas y a ciegas, seg¨²n las encuestas o las reacciones en la calle. Por el contrario, la poscrisis puede convertirse en nueva oportunidad para los partidos pol¨ªticos si saben formular el lenguaje renovado para describir claramente la complejidad. M¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica, con los m¨¢s de 2.000 a?os de historia de la Iglesia cat¨®lica el nuevo papado ha iniciado una fascinante matizaci¨®n de sus modos expresivos, de su voz en la plaza p¨²blica.
En Espa?a, queda pendiente una actualizaci¨®n del lenguaje de la cosa p¨²blica, con la m¨¢xima transparencia
En Espa?a, por ejemplo, lo que menos falta le hace al centroderecha es incorporar a sus conocidas tensiones internas la configuraci¨®n de un Tea Party. Los resultados de las elecciones a gobernador en Nueva Jersey aconsejan todo lo contrario: el actual gobernador republicano, Chris Christie, repite mandato, con un resultado muy holgado y habiendo incrementando el voto femenino, el joven, negro e hispano. Es tan significativo que ya han comenzado, seg¨²n una propensi¨®n muy propia de la vida pol¨ªtica americana, las disquisiciones sobre si Chris Christie ser¨ªa un buen candidato republicano a la Casa Blanca. Su victoria se debe, precisamente, a haberse dado cuenta del fiasco notorio del Tea Party y de la necesidad estrat¨¦gica de que el Partido Republicano vuelva a los cauces de la moderaci¨®n central que tan buenos r¨¦ditos le dieron en el pasado. Nunca est¨¢ de m¨¢s distinguir entre las ret¨®ricas del descontento y la textura real de las cosas. Los republicanos ¨²nicamente pueden recuperar la Casa Blanca con un candidato de centro que guarde bajo siete llaves aquella pulsi¨®n confusa y pol¨ªticamente tan inadecuada que fue Sarah Palin como pen¨²ltimo autoenga?o neoconservador. La tentaci¨®n del Tea Party en la derecha espa?ola conllevar¨ªa truncar la traves¨ªa hacia el centro reformista. A su vez, la victoria electoral de Angela Merkel aporta sentido a lo que, m¨¢s all¨¢ de las radicalizaciones populistas, es el juego central de la pol¨ªtica europea. Esa misma evidencia posibilita en Alemania una gran coalici¨®n gobernante. En Espa?a, queda pendiente completar las labores del pragmatismo con un horizonte de futuro. De nuevo, una actualizaci¨®n del lenguaje de la cosa p¨²blica, con la m¨¢xima transparencia.
En Francia, acabamos de presenciar como la contundencia del ministro de interior, Manuel Valls, en materia inmigratoria paliaba visiblemente el derrumbe de Fran?ois Hollande en los ¨ªndices de apreciaci¨®n. Se trata de atajar la estampida de votos hacia Marine Le Pen, aunque eso tenga muchos riesgos t¨¢cticos puesto que el populismo merma la opci¨®n de los consensos y las coaliciones que corresponde a la democracia en la Europa de posguerra, hasta hoy y ma?ana. Para el PSOE, sus actuales dilemas de estrategia pol¨ªtica colapsan los mecanismos de adaptaci¨®n en la crisis socialdem¨®crata. Deslizarse hacia la izquierda le alejar¨ªa del centro. El efecto galvanizador que se logre en las bases del partido al final posiblemente puede no compensar la realidad axial del centro, que es el verdadero gozne de la alternancia entre centroderecha y centroizquierda, y al rev¨¦s. Lo m¨¢s saludable para los partidos pol¨ªticos es avivar la creatividad de sus estrategias innovando con energ¨ªa intelectual y con relevos generacionales, si es posible, lo que llamamos aparato de partido para que se sincronice mejor con la sociedad y atienda simult¨¢neamente a la diversidad y a la cohesi¨®n, a la continuidad y a la permanencia. Por parte tanto del PP como del PSE, esa cadencia articulada podr¨ªa mejorar la eficiencia y calidad del sistema representativo. Para eso se hacen las mudanzas, si es que estamos hablando de bien com¨²n.
Valent¨ª Puig es escritor.
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