Doris Lessing, la escritora combativa
Recuperamos una entrevista a Doris Lessing que realiz¨® Rosa Montero en 1997, antes de que obtuviera el premio Nobel. Entonces ten¨ªa 78 a?os. "Sigue siendo combativa e ind¨®mita", escrib¨ªa Montero. En aquellos d¨ªas se acaba de publicar la primera parte de su autobiograf¨ªa
Mientras bajamos del taxi la vemos asomada a la ventana de su casita de ladrillos t¨ªpicamente inglesa, con su mo?o blanco y su chaleco azul, una anciana tan guapa y tan pulcra como el hada madrina de un cuento para ni?os. Hay que subir por las escaleras, llenas de cajas de libros, hasta el primer piso, que es donde la escritora tiene el cuarto de estar y nos espera. Aunque en realidad ella s¨®lo esperaba a una persona:
¡ªNo sab¨ªa que iba a venir un fot¨®grafo... ¡ªrefunfu?a.
Porque el hada madrina Doris Lessing tiene un genio de mil demonios, un car¨¢cter fort¨ªsimo que le ha hecho ser quien es y sobrevivir a trav¨¦s de penosas circunstancias. De esas circunstancias habla extensamente Lessing en su fascinante autobiograf¨ªa, cuyo primer volumen, Dentro de m¨ª, ser¨¢ publicado en Espa?a en estos d¨ªas por la editorial Destino. Para apoyar el libro, precisamente, ha consentido que la entrevistaran, cosa que odia; de manera que ahora est¨¢ aqu¨ª, enfrente de m¨ª, para nada antip¨¢tica, porque es primorosamente cort¨¦s y sonr¨ªe mucho; pero s¨ª muy tensa, sin duda muy inc¨®moda, deseosa de acabar con este trance. Cuando el fot¨®grafo la retrate despu¨¦s durante media hora, ella, la coquet¨ªsima Lessing (¡°si me quito el chaleco parecer¨¦ dos veces m¨¢s gorda¡±), aguantar¨¢ la sesi¨®n con mucha m¨¢s calma y m¨¢s paciencia; pero la palabra, que es su territorio, la pone nerviosa. Tal vez tema no explicarse bien, o, para ser exactos, tal vez tema la incomprensi¨®n del mundo, personificada en m¨ª en estos momentos: durante la entrevista se muestra a la defensiva varias veces. Sea como fuere, la nuestra es una conversaci¨®n dif¨ªcil, tartamuda, a ratos ¨ªntima, a ratos remota; llena de evidentes y mutuos deseos de entendernos, pero lastrada por no s¨¦ qu¨¦ distancia insalvable, por ese peque?o abismo transparente que a veces a¨ªsla de modo irresoluble a las personas.
¡ªEn Espa?a es usted conocida sobre todo como la autora de El cuaderno dorado, que fue un hito para muchas personas de mi generaci¨®n. Es su novela m¨¢s famosa en todo el mundo, pero me pregunto si no estar¨¢ usted un poco harta de que todos le hablen de ese libro, que fue publicado en 1962, y de ser conocida sobre todo como autora realista, cuando ha hecho usted muchas otras cosas, como, por ejemplo, una estupenda serie de ciencia-ficci¨®n compuesta por cinco novelas...
¡ªBueno, ya sabe usted lo que son los t¨®picos, la gente necesita poner etiquetas en las cosas. Por eso es por lo que siempre hablan de El cuaderno dorado, porque es m¨¢s f¨¢cil decir: Doris Lessing es la autora de El cuaderno dorado, y ya est¨¢. Pero eso le sucede a todo el mundo.
¡ª?Y no le desespera?
¡ªMe irrita un poco... Pero ahora que me estoy haciendo vieja soy m¨¢s tolerante.
¡ª?Fue por eso, para escapar de esos estereotipos, por lo que public¨® aquellos dos libros con el nombre de Jane Sommers? [En 1984, Lessing escribi¨® dos novelas con seud¨®nimo; sus editores habituales se las rechazaron, y cuando consigui¨® publicarlas las cr¨ªticas fueron regulares y vendi¨® muy poco].
¡ªNo, lo hice porque me pareci¨® un experimento interesante. Adem¨¢s luego he descubierto que eso lo han hecho otros autores, s¨®lo que no se ha hecho p¨²blico. Simplemente pens¨¦: voy a ver qu¨¦ pasa. Los cr¨ªticos dijeron que El diario de una buena vecina era una primera novela prometedora... Lo cual resulta curioso. Y tambi¨¦n recib¨ª cartas interesant¨ªsimas, como una que ven¨ªa de una escritora de libros rom¨¢nticos muy, muy conocida, que me dijo que llevaba publicados, no s¨¦, pongamos que 73 libros, y siempre era maravillosa y fant¨¢stica y fenomenal para todo el mundo, y vend¨ªa millones de ejemplares de cada uno; y entonces escribi¨® una novela m¨¢s, pongamos que la n¨²mero 74, y puso un seud¨®nimo y la mand¨® a sus mismos editores, y se la devolvieron diciendo que no se pod¨ªa publicar, que no les gustaba mucho, y que le suger¨ªan que estudiara las obras de Fulana, o sea, de ella misma. Y entonces ella volvi¨® a enviar el manuscrito a sus editores, esta vez con su propio nombre, y le dijeron: oh, maravilloso, estupendo, querida, c¨®mo lo consigues, siempre escribes tan bien...
¡ªComo usted misma dijo cuando el experimento Sommers, nada tiene tanto ¨¦xito como el ¨¦xito...
¡ªEn efecto, es absolutamente as¨ª.
¡ªUsted parece tom¨¢rselo muy filos¨®ficamente, pero a m¨ª me resulta terrible. Se dir¨ªa que es imposible lograr una apreciaci¨®n m¨ªnimamente objetiva de las obras...
¡ªBueno, esa apreciaci¨®n lleva cierto tiempo. Cada libro tiene su propia vida. Por lo general, todos los libros tienen que luchar al principio contra la negatividad y la indiferencia. La mayor¨ªa de mis libros han tenido violentas reacciones negativas en contra, especialmente los de ciencia-ficci¨®n, pero los dem¨¢s tambi¨¦n.
Ahora estoy escribiendo una novela de aventuras, es la primera vez en mi vida que hago algo semejante, y estoy disfrutando much¨ªsimo. Bueno, pues tengo inter¨¦s en ver qu¨¦ ocurre 1 cuando salga este libro, porque es un campo completamente nuevo en mi literatura. Y seguro que los cr¨ªticos volver¨¢n a decir lo mismo: pero por qu¨¦ est¨¢ haciendo esto, Doris, por qu¨¦ est¨¢ perdiendo el tiempo... Es una actitud totalmente predecible.
¡ªMe admira esa seguridad en s¨ª misma que muestra: por ejemplo, a pesar del varapalo de los cr¨ªticos a sus obras de cienciaficci¨®n, usted sigui¨® escribiendo novela tras novela hasta terminar la pentalog¨ªa...
¡ªPorque me divert¨ªa haci¨¦ndolas. Tambi¨¦n me est¨¢ divirtiendo mucho este libro de aventuras que ahora escribo, y si despu¨¦s a la gente no le gusta me dar¨¢ igual, porque de todas formas habr¨¦ disfrutado haci¨¦ndolo.
¡ª?Nunca se qued¨® bloqueada, nunca pas¨® por una ¨¦poca de sequ¨ªa creativa?
¡ªNo, no. A veces he querido escribir un libro concreto y no he sabido c¨®mo hacerlo, c¨®mo resolverlo, y me he pasado 10 a?os hasta encontrar el modo. Pero mientras tanto hac¨ªa otros libros. Bueno, he estado algunas ¨¦pocas sin escribir, pero por decisi¨®n propia. Una vez me pas¨¦ un a?o entero sin escribir, a prop¨®sito, para ver qu¨¦ suced¨ªa. Tuve muchos problemas. Creo que no i me sienta bien no escribir: me pongo de muy mal humor. La escritura te da una especie de equilibrio.
Es orgullosa como el h¨¦roe de las viejas pel¨ªculas del Oeste, ella sola y siempre rebelde contra el mundo, contra los cr¨ªticos j adocenados, contra las injusticias, contra la estupidez, contra los abusos. Al envejecer todos nos vamos solidificando en nuestra especificidad y nuestras rarezas, y esta digna anciana de peque?os e intensos ojos verdes parece hoy m¨¢s ind¨®mita que nunca. Naci¨® j en Persia en 1919, pero a partir de los cinco a?os vivi¨® en la antigua colonia brit¨¢nica de Rodesia, hoy Zimbabue, en una modesta granja en mitad de los montes, en donde creci¨® obstinada y algo salvaje. A los 14 a?os se march¨® de casa, a los 18 se cas¨®; luego se divorci¨®, abandonando a sus dos primeros hijos; se enfrent¨® al r¨¦gimen racista de la colonia y se hizo del partido comunista, pero a?os despu¨¦s dej¨® la militancia y denunci¨® l¨²cida y tempranamente el comunismo, lo cual le acarre¨® bastantes cr¨ªticas.
Llen¨® su vida, en fin, de actos inconvenientes, y ni siquiera el hecho de llevar 20 a?os siendo nominada para el Nobel ha hecho de Doris Lessing una mujer convencional. La sala de su casa apenas si tiene muebles: hay unas cuantas alfombras persas muy ra¨ªdas y varios cojines viejos por los suelos, como en el piso de un hippy o de un okupa. En una esquina, una gran mesa de madera est¨¢ cubierta por entero de libros y papeles (un ejemplar en ingl¨¦s de Fortunata y Jacinta, un diccionario de ruso abierto por la mitad, un ¨¢lbum de pinturas); como no hay sillas a la vista, es de suponer que Doris lee de pie. El sof¨¢ en el que nos encontramos tiene las patas serradas, de manera que queda exageradamente bajo. No resulta el asiento m¨¢s apropiado para una mujer que est¨¢ cumpliendo ahora 78 a?os, pero a la luchadora Lessing parecen indignarle las trabas f¨ªsicas de la edad, e insiste en sentarse en los suelos como si semejante gimnasia no le costara nada. Pero s¨ª que le cuesta, por supuesto, aunque a¨²n est¨¦ bastante ¨¢gil. Se apoya en la rodilla y gru?e: ¡°Esto es la vejez, ?se da cuenta? La vejez es esta dificultad para levantarse¡±.
Toda mi generaci¨®n tiene madres frustradas y amargadas. Y todas estuvimos intentando escaparnos de lo que ellas eran ¡±
¡ªTengo entendido que ha escogido usted a Michael Holroyd para que sea su bi¨®grafo oficial...
¡ªLe¨ª la biograf¨ªa que le hizo a Bernard Shaw, y era tan buena, tan llena de sensibilidad y entendimiento de la penosa infancia de Shaw, que pens¨¦ que, si me ten¨ªan que hacer alguna biograf¨ªa, prefer¨ªa que fuera ¨¦l quien la hiciese.
¡ª?Le preocupa la posteridad?
¡ªNo. Pero es que han empezado a hacerse biograf¨ªas sobre m¨ª por ah¨ª. En un momento determinado de mi vida yo puse en mi testamento que no quer¨ªa que me hicieran biograf¨ªas, pero luego me di cuenta de que eso no serv¨ªa para nada, porque otros escritores tambi¨¦n lo pusieron en sus testamentos y nadie ha respetados sus deseos. Y la cosa es que, si van a hacer libros sobre m¨ª de todos modos, preferir¨ªa que al menos uno fuera de Holroyd.
¡ªHabla usted de la penosa infancia de Shaw... Usted dijo en una entrevista: ¡°He sido una ni?a terriblemente da?ada, terriblemente neur¨®tica, con una sensibilidad y una capacidad de sufrimiento exageradas¡±. Y en el primer volumen de sus memorias escribe: ¡°Estaba luchando por mi vida contra mi madre¡±. Desde luego no parece una ni?ez muy agradable.
¡ªFue una infancia muy tensa, y creo que la mayor¨ªa de los escritores han tenido una infancia as¨ª, aunque esto no quiere decir necesariamente que tenga que ser muy desgraciada, sino que me refiero a ese tipo de ni?ez que te hace ser muy consciente, desde muy temprano, de lo que est¨¢s viviendo, que es lo que me sucedi¨® a m¨ª.
¡ªSu autobiograf¨ªa est¨¢ llena de mujeres frustradas, y la primera de ellas es su madre. Era un ambiente muy opresivo del que usted necesitaba huir.
¡ªS¨ª, mi primera sensaci¨®n era: tengo que escapar de aqu¨ª. Ahora bien, cuanto m¨¢s mayor me hago m¨¢s entiendo a mi madre, no la condeno en absoluto. Ahora entiendo exactamente c¨®mo era y por qu¨¦ hac¨ªa las cosas que hac¨ªa. Entiendo su drama, y tambi¨¦n entiendo que para ella fue una tragedia tener una hija como yo. Si hubiera tenido una hija distinta las cosas le hubieran ido mucho mejor.
¡ª?Cu¨¢ndo muri¨® su madre?
¡ªUhhh... A principios de los sesenta.
¡ª?Y consigui¨® usted decirle que la entend¨ªa?
¡ªNo. Desear¨ªa haber estado m¨¢s cerca de ella. Y eso es una cosa terrible. ?ramos personas tan diferentes, temperamentalmente hablando. Y eso fue una tragedia. Simplemente no pod¨ªamos comunicarnos la una con la otra. Y eso no fue culpa de nadie. Yo he tenido tres hijos, sabe, y s¨¦ que los hijos son una loter¨ªa.
¡ªEn su autobiograf¨ªa, de todas formas, su madre es un personaje maravilloso. Frustrada, autoritaria y depresiva en ocasiones, pero al mismo tiempo tan fuerte, tan valiente, matando serpientes a escopetazos y llevando adelante una existencia de lo m¨¢s dif¨ªcil.
¡ªS¨ª, era un personaje extremadamente fuerte y muy capaz. Odiaba su vida, y sin embargo se enfrent¨® a ella y la manej¨® muy bien y con gran valor.
¡ªUsted se recuerda, de ni?a, dici¨¦ndose mentalmente una y otra vez: ¡°No ser¨¦ como ella, no ser¨¦ como ella¡±. Y sin embargo me parece que de alg¨²n modo es usted muy parecida a ella.
¡ªS¨ª, seguro que s¨ª. Hay en m¨ª una dureza y un rigor que seguro que vienen de mi madre. Y me alegro, porque ciertamente era una mujer muy resistente.
¡ªY usted tambi¨¦n lo es.
¡ªHe tenido que serlo.
¡ªYa s¨¦ que nunca llora.
¡ªEso no es cierto.
¡ªEn sus memorias, usted misma dice que por desgracia llora muy raramente.
¡ªBueno, desear¨ªa llorar m¨¢s. S¨ª, es una pena que no llore m¨¢s. De hecho creo que eso es lo que subyace tras este tremendo fen¨®meno que se ha suscitado con la muerte de Diana. Le¨ª en un peri¨®dico que el mundo entero estaba necesitado de una buena llantina, y que la gente aprovech¨® la excusa de la muerte de Diana para darse una panzada a llorar. Y s¨ª, creo que eso es la verdad m¨¢s absoluta, porque de otro modo ese l¨ªo absurdo que se mont¨® no tendr¨ªa ning¨²n sentido.
¡ªOscar Wilde dijo que la desgracia de los hombres era que nunca se parec¨ªan a sus padres, mientras que la desgracia de las mujeres era que siempre se parec¨ªan a sus madres...
¡ªWilde dijo muchas cosas agudas, pero no necesariamente verdaderas. Otra es: todo hombre mata aquello que ama, y t¨² te dices: oh, s¨ª, qu¨¦ brillante. Pero luego te pones a pensarlo y te dices: pero si no es verdad.
¡ªTiene usted raz¨®n, pero esa frase de Wilde sobre los padres me parece acertada. Claro que ¨¦l se est¨¢ refiriendo a aquellas madres tradicionales que no pod¨ªan desarrollar una vida independiente. Ahora las cosas han cambiado, pero ha habido unas cuantas generaciones de mujeres que crecieron intentando huir, a menudo sin ¨¦xito, del destino de sus amargadas madres.
¡ªS¨ª. Yo siempre sent¨ª pena por mi madre. Incluso desde que yo era muy peque?a pude percibir muy claramente lo desgraciada que era. La combinaci¨®n de encontrarla intolerable, y sentir al mismo tiempo una desesperada compasi¨®n por ella, era lo que hac¨ªa la situaci¨®n dif¨ªcil de soportar. Ahora, en efecto, las cosas han mejorado much¨ªsimo, porque ahora las mujeres trabajan, y el principal problema de muchas de aquellas mujeres era que hubieran querido trabajar y no pod¨ªan. En realidad ya no veo mujeres como mi madre alrededor. Era terrible lo que pasaba antes. Toda mi generaci¨®n tiene madres frustradas y amargadas. Y todas estuvimos intentando escaparnos de lo que ellas eran.
¡ªSus memorias dejan la clara impresi¨®n de que usted se sent¨ªa muy distinta a todos cuando era peque?a, y esa diferencia, llevada hasta su extremo, es la locura. ?Ha tenido usted alguna vez miedo a volverse loca?
¡ªMire, esto es muy interesante. No creo haber temido la locura, porque, primero, ech¨¦ mis miedos fuera a trav¨¦s de la literatura, es decir, escrib¨ª mi miedo a la locura. Y, en segundo lugar, creo que tengo muchos puntos de contacto con aquellas personas que est¨¢n locas, pero creo que yo puedo... Es algo en s¨ª mismo interesante, creo que puedo... no me gusta la palabra sublimar, pero, en fin, creo que puedo simplemente pasar mi locura a... tal vez a otra gente. Puedo rebotarla fuera de m¨ª.
Una vez me pas¨¦ un a?o entero sin escribir, a prop¨®sito, para ver qu¨¦ suced¨ªa. No me sienta bien, me puse de muy mal humor¡±
¡ªEn un momento del libro cuenta usted que durante muchos a?os llor¨® con tan lacerante desconsuelo la muerte de los gatos que por fuerza ten¨ªa que pensar que estaba algo demente.
¡ªEs que hay algo loco en una persona que llora con absoluta y total desesperaci¨®n durante 10 d¨ªas por la muerte de un gato, cuando no se ha comportado as¨ª en la muerte de su propia madre. Es algo demencial, irracional. Es un desplazamiento del dolor.
Siempre buena anfitriona, Lessing nos pregunta media docena de veces si queremos tomar algo. No, no queremos nada, muchas gracias. Al final de la entrevista, entre el alivio de haber acabado y la inquietud de no haber sido lo suficientemente afectuosa, Lessing me regala dos de sus libros, e insiste en que tomemos un pedacito de dulce de jengibre. Salimos al jard¨ªn a hacer las fotos: el piso bajo y la cocina est¨¢n atestados de libros y de trastos. Al parecer siempre fue bastante desordenada, y vivir solo suele multiplicar nuestra tendencia al caos. Hasta hace muy poco, Lessing vivi¨® con Peter, su tercer hijo, que debe de andar por los 50: ¡°Pero ahora ¨¦l se ha cogido un apartamento por su cuenta¡±.
De modo que Doris se ha quedado en la casita de ladrillo acompa?ada por El Magn¨ªfico, un gato guapo y grande pero viej¨ªsimo, un animal de 17 a?os al que acaban de amputarle una pata porque ten¨ªa c¨¢ncer en el hombro. ¡°Pobre¡±, suspira Doris: ¡°El pobre est¨¢ muy anciano y con s¨®lo tres patas. Pero qu¨¦ se le va a hacer, as¨ª es la vida¡±. La vida para Doris, me parece, es una negrura contra la que hay que luchar enarbolando palabras luminosas. O es como su jard¨ªn, tan crecido como una selva: ¡°En primavera estuvo hermoso, pero ahora, ya lo ve¡±. Ahora est¨¢ devorado por la maleza. Es la vida como un asedio, en fin, y afuera se agolpan la edad, la muerte, la decadencia y la melancol¨ªa. Pero ella resiste los ataques y sigue defendiendo la plaza d¨ªa a d¨ªa, valerosa Lessing, luchadora, tan bella con su mo?o bien atusado y sus ropas coquetas, tan poderosa a¨²n con su lucidez y su prosa perfecta.
¡ªEn sus memorias se refiere de pasada a una ¨¦poca en la que sufri¨® much¨ªsimo...
¡ªAh, s¨ª, habla usted de la ¨¦poca de depresi¨®n... Fue un dolor tan enorme, tan poderoso... Creo que entiendo lo que es el dolor, ?sabe? Suprimimos cosas de nuestra conciencia, reprimimos sentimientos y los llevamos enterrados en el fondo del coraz¨®n. Y de repente sucede algo como... No s¨¦, como el asunto de Diana, por ejemplo, y la gente encuentra una raz¨®n para llorar. Porque en realidad est¨¢n llorando por s¨ª mismos.
¡ª?Y qu¨¦ le sucedi¨® en aquella ocasi¨®n, para sufrir as¨ª?
¡ªNo importa lo que sucedi¨®, seguro que fueron razones de lo m¨¢s irrelevantes. Lo importante es saber que sucede as¨ª, que un d¨ªa de repente, inesperadamente, cae sobre ti toda esa pena y te inunda, y entonces te tienes que preguntar sobre qu¨¦ habr¨¢s estado sent¨¢ndote, qu¨¦ te habr¨¢s estado silenciando a ti misma durante todos los a?os anteriores.
¡ªSi le pregunto sobre la raz¨®n de aquella ca¨ªda, no es por mera curiosidad. Usted es una persona que vive, reflexiona sobre lo que vive, y escribe despu¨¦s sobre todo ello, y para m¨ª, y para muchos otros de sus lectores, es una especie de exploradora de la existencia, una pionera que camina delante...
¡ªEsa es una imagen bonita.
¡ªEs el adelantado que nos va explicando a los dem¨¢s lo que nos espera en la vida.
¡ªMe gusta mucho esa idea.
¡ªY me gustar¨ªa saber qu¨¦ es lo que hay ah¨ª delante que puede resultar tan doloroso.
¡ªTendr¨ªa que pensar sobre ello. He conocido a personas que est¨¢n deprimidas cl¨ªnicamente hablando, y cuando yo experiment¨¦ aquellos momentos de intensa pena me pareci¨® que s¨®lo hab¨ªa un escal¨®n de bajada entre mi pena y la depresi¨®n cl¨ªnica, que era muy f¨¢cil bajar de la una a la otra. Y entonces tienes que preguntarte de d¨®nde viene todo ese dolor. No s¨¦, creo que la gente bloquea a menudo el recuerdo de sus infancias porque les resulta un recuerdo intolerable. Simplemente no quieren pensar en ello. Y a menudo est¨¢ muy bien que no nos acordemos, porque de otro modo ser¨ªamos incapaces de vivir. De manera que paso mucho tiempo de mi vida mirando a los beb¨¦s y a los ni?os peque?os y pensando: qu¨¦ estar¨¢ sucediendo realmente por ah¨ª abajo.
¡ªPor cierto que usted, al separarse de su primer marido, tuvo que abandonar a sus dos ni?os. Debi¨® de ser algo muy doloroso.
¡ªFue una cosa terrible, pero tuve que hacerlo. No puedo decir que fuera una buena decisi¨®n, pero pudo haber salido mucho peor en todos los sentidos. Mis hijos fueron siempre extremadamente generosos, ni mi hijo ni mi hija me condenaron jam¨¢s y siempre me apoyaron. Mi hijo John muri¨®, no s¨¦ si lo sabe. Muri¨® hace algunos a?os de un ataque al coraz¨®n.
¡ªNo lo sab¨ªa. Deb¨ªa de ser muy joven.
¡ªMucho. Cincuenta y pocos a?os. Beb¨ªa mucho, com¨ªa mucho, era una de esas personas que ten¨ªan que vivir al l¨ªmite... Pero, en fin, el caso es que tuve que dejar a mis hijos, tuve que hacerlo, era cuesti¨®n de vida o muerte para m¨ª. No hubiera podido seguir soportando aquella vida de blancos en Sur¨¢frica. En fin, qu¨¦ m¨¢s da. Todo esto ya es agua pasada hace mucho, mucho tiempo...
¡ªUsted siempre ha hecho y dicho cosas poco convencionales. Es la ant¨ªtesis de lo pol¨ªticamente correcto. Y esto le ha granjeado muchas cr¨ªticas: los de derechas la odian, la izquierda ortodoxa considera que es una traidora...
¡ªAs¨ª es.
¡ªEse lugar suyo del rigor y la lucidez, ?no es muy solitario?
¡ªBueno, alguien dijo que uno de los grandes problemas de ser viejo era que no puedes decir en voz alta casi ninguna de las cosas que realmente piensas, porque siempre resultas rid¨ªculo o chocante o molesto.
¡ªSuena bastante triste.
¡ªSiempre puedes hablar con los contempor¨¢neos.
¡ª?Y c¨®mo vive usted todo esto, c¨®mo vive sus 78 a?os?
¡ªLo que est¨¢ usted preguntando es c¨®mo llevo ser vieja, ?no? Pues bien, ?qu¨¦ le vas a hacer? No hay m¨¢s remedio que vivir la vejez. No puedes hacer nada contra ella.
¡ªYa le he dicho antes que para m¨ª usted es una especie de exploradora. Por favor, d¨ªgame que tambi¨¦n a esa edad hay momentos en los que la vida resulta hermosa.
¡ªYo nunca pens¨¦ que la vida fuera hermosa.
¡ªPues entonces d¨ªgame por lo menos que todav¨ªa se conserva la curiosidad, y la excitaci¨®n de conocer cosas nuevas, y el placer de escribir...
¡ªS¨ª, eso s¨ª. Todo eso se mantiene a¨²n intacto.
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