Cuando el ¡®skate¡¯ era un monopat¨ªn
Un documental repasa los inicios, precarios y brillantes, de esta subcultura en Espa?a
Cuando los ni?os ve¨ªan llegar a esos seres encima de una tabla con ruedas, deb¨ªan sentir lo que los indios tayanes al vislumbrar a Pizarro y compa?¨ªa con sus armaduras destellantes, caballos jam¨¢s vistos y barbas hasta el ombligo: ?Ser¨¢n dioses?
Mucho antes de los v¨ªdeos en Youtube y del contrabando de cintas en VHS, una furgoneta Volkswagen azul recorr¨ªa Espa?a repleta de unos cuantos mocosos de menos de quince a?os que hab¨ªan descubierto prematuramente el skate. La marca Sancheski, que llevaba fabricando esqu¨ªs desde los a?os treinta, empez¨® a despachar monopatines (los bautiz¨® as¨ª, de hecho) a finales de los sesenta en el Pa¨ªs Vasco y, m¨¢s adelante, no le qued¨® otra que formar un equipo para que girara por todo el pa¨ªs haciendo exhibiciones en colegios, pabellones y plazas.
La del Team Sancheski, con los dos hermanos con bigote de forzudo y la camada de cachorros sobre ruedas girando por el Pa¨ªs Vasco, es s¨®lo una de las muchas historias maravillosas que esconde el documental Monopat¨ªn, dirigido por Pedro Temboury, que analiza los ¨¦picos, tragic¨®micos y genuinamente ib¨¦ricos primeros pasos de la subcultura del skate por debajo de los Pirineos.
En aquellos primeros pasos (o metros deslizados), en concreto en zonas como la de Algorta (Getxo; en el Pa¨ªs Vasco fueron los amantes del surf los que empezaron a ensayar con monopat¨ªn en d¨ªas de mar en calma), la gente patin¨® durante a?os tumbada en su tabla. No fue hasta que un c¨®mic con un verdadero skater, erguido sobre el artefacto en la contraportada, cay¨® en las manos de uno de ellos cuando supieron que en aquello se manejaba de otra forma. Es esa especie de efecto cargo cult, como esos antillanos que imitan aviones yanquis con ra¨ªces de bamb¨², com¨²n a nuestro descubrimiento de todas las subculturas for¨¢neas: desde los punks comprando chapas de Otan No y borrando con Tipp-Ex para escribir The Clash encima (aqu¨ª no las vend¨ªan) hasta los primeros hip-hoperos que se pon¨ªan la chaqueta del ch¨¢ndal del cole para emular a los negros de Nueva York o esos primeros amantes del rock and roll que se calzaban botines flamencos porque hab¨ªan visto las Chelsea boots en portadas de discos brit¨¢nicos (luego tocaban en Alemania, como explican Los Salvajes, y les gritaban toreros).
Monopat¨ªn indaga en la magia de esa precariedad y rastrea toda la historia de esta afici¨®n en Espa?a en torno a tres skate parks legendarios y con relatos memorables: el de Arenys de Munt (Barcelona), El Sindi (Madrid) y La Kantera (Bilbao). Cada uno de ellos esconde una trama que podr¨ªa dar para una pel¨ªcula de Hollywood en clave tragic¨®mica espa?ola.
Un ejemplo es El Sindi: skate park en el Parque Sindical creado gracias a un ebanista, Tom¨¢s Moreno, y construido a ojo por los propios chavales (decenas de amantes del skate con acn¨¦ d¨¢ndole a la hormigonera, cuando la hab¨ªa). Todo en su historia da para un guion de Spielberg reescrito por Rafael Chirbes: los muchachos levantando piedras a peso y colaborando en la construcci¨®n, primeros pinitos imprecisos con la tabla, visita (a lo Bienvenido Mr. Marshall sobre ruedas) de las estrellas internacionales y posterior cierre del parque para¡ construir unas pistas de paddle. Una met¨¢fora redonda como las ruedas de los monopatines. Si su historia fuera Los Goonies, s¨®lo har¨ªa falta elucubrar sobre qui¨¦n ser¨ªa, en Madrid, Mam¨¢ Fratelli.
Regreso del futuro
Por Monopat¨ªn ruedan historias an¨®nimas, pero tambi¨¦n caras reconocibles. Javier Corcobado, cantautor rock y maldito del indie espa?ol, casi se mata en una exhibici¨®n en Le¨®n (se vino abajo, cuando los patinadores esperaban en la cima, una rampa de madera de cuatro o cinco metros); Panko, DJ de Ojos de Brujo, le busca la miga po¨¦tica al movimiento, aunque en su d¨ªa qued¨® entre los primeros de un campeonato pero luego le dijeron que no le pod¨ªan entregar el premio: un viaje a EE UU; Mercedes Resino, copresentadora de Tocata, actriz y colaboradora de autores como David Trueba, era la ¨²nica chica en Madrid que se codeaba con los skaters m¨¢s talentosos (su imagen es calcada, e igual de m¨¢gica, a la de una preadolescente Nicole Kidman en Los Bicivoladores).
Pero si una escena de cine de los ochenta viene a la mente es la de Marty McFly como un tiro sobre su monopat¨ªn futurista Mattel sin ruedas y de color rosa. Algo as¨ª, una especie de viaje al futuro, es lo que vivi¨® Jos¨¦ Antonio Mu?oz-Cu¨¦llar, que en 1975 abri¨® Caribbean, la primera tienda de skate en Espa?a. ¡°Fui a estudiar unas semanas a la Universidad de Berkeley, hacia? 1973. Un d¨ªa iba paseando por la calle y de repente pas¨® por mi lado un zumbido: ?Iba rapid¨ªsimo y ni siquiera hac¨ªa ruido! Me puse a correr y a gritar como un loco detr¨¢s de ese skater. Justo hab¨ªan inventado las ruedas de uretano y aquello parec¨ªa una pasada. As¨ª que todo el dinero que me hab¨ªan dado mis padres lo gast¨¦ en comprarme dos monopatines. Ten¨ªa que coger comida del buf¨¦ libre del desayuno, para comer y cenar, porque me qued¨¦ sin dinero para el resto de mi estancia. Pero vali¨® la pena¡±. A la vuelta, en su regreso al pasado, la Espa?a de los setenta, esa misma escena se repet¨ªa con protagonistas intercambiados: ¡°Como me ped¨ªan siempre que de d¨®nde lo hab¨ªa sacado, empec¨¦ a encargar tablas y las vend¨ªa en mi Seat 133, que aparcaba en Nuevos Ministerios y zonas as¨ª. Poco despu¨¦s abrir¨ªa el negocio¡±.
Los pioneros no lo ten¨ªan f¨¢cil: no pod¨ªan acceder a nuevas figuras y posturas con un clic. Ah¨ª entraba en juego el poder de la imaginaci¨®n que surge de la precariedad: deb¨ªan imaginar todo a partir de una fotograf¨ªa. ¡°Por ejemplo, ves a un tipo volando y no sabes si viene de tirarse desde arriba de la rampa, si ha subido por la derecha o por la izquierda¡. Pero prob¨¢bamos y prob¨¢bamos hasta que consegu¨ªamos algo parecido. Y luego, claro, cuando ven¨ªa a los parques uno que hab¨ªa ido a Londres chup¨¢bamos todas las ideas. O cuando, m¨¢s adelante, vinieron al Sindi los mejores americanos¡¡±.
Ese mismo mecanismo de imitaci¨®n fantasiosa se llevaba a cabo tambi¨¦n con los looks: ¡°Cog¨ªamos calcetines de baloncesto rayados, pantalones cortos de pana¡ Y nos constru¨ªamos las tablas a imagen e las que ve¨ªamos. A veces incluso dibuj¨¢bamos el logotipo de la marca, porque aqu¨ª no llegaban todav¨ªa¡±.
Patina a muerte en Super 8
La pel¨ªcula lleva la firma de Pedro Temboury, skater, surfer y cineasta de culto con pel¨ªculas como K¨¢rate a muerte en Torremolinos y Ellos robaron la picha de Hitler. Pero el proyecto se empez¨® a cocinar en la web 402k8. Su creador, Alfredo Prados, reclam¨® desde esa plataforma material de archivo, una llamada a la que respondieron generosamente tanto Mu?oz como John McDonald, que envi¨® cintas sobre su estancia en el skate park de Arenys de Munt.
¡°Al margen de los responsables de las marcas, lo bonito es que muchos particulares enviaban sus fotograf¨ªas y pel¨ªculas caseras en Super 8. La gran mayor¨ªa de las im¨¢genes son in¨¦ditas; entonces no es como ahora, que todo el mundo graba todo con un m¨®vil. Despu¨¦s fue muy especial que compartieran su pasado y tambi¨¦n an¨¦cdotas con nosotros¡±. S¨®lo les qued¨® una espina clavada: ¡°No pudimos lograr que saliera Joaquim Roig, el empresario que cre¨® el parque de Arenys, el segundo de toda Europa. Piensa que mucha gente perdi¨® mucho dinero en aquellos primeros tiempos, cuando el skate no estaba consolidado, cuando no era ni un deporte ni un hobby; algunos prefieren no recordarlo¡±.
Sin embargo, la pel¨ªcula pulsa de maravilla la sensaci¨®n de euforia de aquellos d¨ªas de descubrimiento: ¡°Somos muy fans de pel¨ªculas como Dogtown and Z Boys [legendario documental de Stacy Peralta sobre un grupo de skaters californianos], pero ellos eran pioneros consolidados, estrellas de lo suyo¡ En cambio los nuestros eran an¨®nimos, personas humildes, normales¡±. Pero ese documental tiene su versi¨®n de ficci¨®n, Los amos de Dogtown. ?No ser¨ªa perfecto dirigir una pel¨ªcula sobre su equivalente espa?ol? ?El Vaquilla en una tabla? ?El nacimiento legendario de un parque de skate? ¡°?Te compro la idea! La verdad es que las persecuciones ser¨ªan muy emocionantes, pero las historias tambi¨¦n. Piensa en El Sindi, por ejemplo: una historia preciosa que ya est¨¢ escrita, que parece un guion¡.¡±.
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