La gran revoluci¨®n de la energ¨ªa
Es urgente encontrar un denominador com¨²n en la cumbre de Varsovia
Justo ahora se est¨¢ dise?ando un nuevo acuerdo global sobre cambio clim¨¢tico en la cumbre de la Convenci¨®n Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Clim¨¢tico (UNFCCC, en sus siglas en ingl¨¦s) ¡ªel 22 de noviembre termina la decimonovena conferencia de las partes, COP19, en Varsovia¡ª, que se quiere culminar en 2015. Al hilo de la negociaci¨®n, y dado que la mayor¨ªa de las emisiones de di¨®xido de carbono en el mundo provienen de la producci¨®n el¨¦ctrica y el transporte, merece la pena revisar la gran evoluci¨®n que ha sufrido el panorama energ¨¦tico.
El siglo XXI ser¨¢ global y se definir¨¢ por la interdependencia econ¨®mica. Por ello, la revoluci¨®n de los hidrocarburos no convencionales ¡ªque ha provocado un aut¨¦ntico terremoto¡ª tendr¨¢ consecuencias a escala mundial. Ya se empiezan, de hecho, a sentir. Con la explotaci¨®n del fracking, y en solo cinco a?os, la producci¨®n estadounidense de petr¨®leo ha crecido un 30% y la de gas, un 25%. El a?o pasado, el gas de esquisto represent¨® el 34% de toda la producci¨®n de gas en Estados Unidos. La Administraci¨®n de Informaci¨®n Energ¨¦tica americana (EIA, en sus siglas en ingl¨¦s) prev¨¦ que represente la mitad del total de gas en 2040.
Estados Unidos va camino de la autosuficiencia energ¨¦tica y est¨¢ ya sacando partido de los beneficios econ¨®micos que ello conlleva. La explotaci¨®n del gas y petr¨®leo no convencional gener¨® 2,1 millones de puestos de trabajo y 74.000 millones de d¨®lares para las arcas del Estado en 2012. Su competitividad industrial se ha disparado dado el diferencial de precio con Europa y Asia, y las refiner¨ªas e industrias petroqu¨ªmicas est¨¢n acudiendo en masa a Estados Unidos.
Esto no significa, sin embargo, que Estados Unidos pueda encerrarse en s¨ª mismo. La energ¨ªa es una commodity global en un mundo interconectado. Se aprecia perfectamente cuando se mira al precio del petr¨®leo, que se establece de manera global: la historia ense?a ejemplos suficientes de las p¨¦simas consecuencias que tienen los aumentos repentinos del precio del barril. Aunque la aportaci¨®n del petr¨®leo al mix energ¨¦tico est¨¢ disminuyendo, y la capacidad excedente est¨¢ razonablemente asegurada ¡ªsobre todo por Arabia Saud¨ª¡ª, un shock en los precios tendr¨ªa efectos en todos los rincones del mundo.
El coste actual de la contaminaci¨®n es muy bajo; el nivel de urgencia es alto
Los precios del gas, en cambio, var¨ªan mucho por regiones. Desde los menos de cuatro d¨®lares por MMBtu (unidad est¨¢ndar de medida) en Estados Unidos a los aproximadamente 10 y 15 en Europa y Asia, respectivamente. Hasta que el mercado del gas se haga m¨¢s l¨ªquido y global la diferencia persistir¨¢. Sin embargo, la interdependencia econ¨®mica global significa que a cada pa¨ªs le pesa la factura de otros. Si la econom¨ªa de una regi¨®n empeora, todos los pa¨ªses ¡ªemergentes y desarrollados¡ª se resienten.
En Europa, hasta ahora, los recursos de esquisto han permanecido dentro de la roca, pero la revoluci¨®n de los hidrocarburos no convencionales en el otro lado del Atl¨¢ntico ha tenido muchos y diversos efectos. En primer lugar, la ca¨ªda de la demanda estadounidense de gas natural licuado (GNL) ha permitido que bajen los precios en Europa. Eso ha dado margen de negociaci¨®n a los diferentes proveedores energ¨¦ticos europeos con gigantes como Gazprom ¡ªpese a los contratos de suministro de petr¨®leo a largo plazo¡ª. Por otro lado, la competitividad est¨¢ en peligro: las compa?¨ªas europeas pagan tres veces m¨¢s que las americanas por el gas. Es improbable que esto cambie a corto plazo, ya que el coste de la licuaci¨®n y del transporte mantendr¨¢ el precio del GNL alto incluso si EE<TH>UU permitiera m¨¢s exportaciones.
Por ¨²ltimo, las fuentes de energ¨ªa usadas en Europa est¨¢n haciendo que el continente se aleje gradualmente de sus objetivos de lucha contra el cambio clim¨¢tico. En Estados Unidos, el gas natural le est¨¢ ganado parte de la cuota tradicional que llevaba el carb¨®n en la producci¨®n de electricidad, provocando una oferta mayor de carb¨®n barato para la exportaci¨®n hacia Europa. Especialmente en Alemania, donde la energiewende (transici¨®n energ¨¦tica) ¡ªpuesta en marcha a ra¨ªz del desastre de Fukushima¡ª ha tenido un efecto perverso que ha provocado un aumento del consumo de carb¨®n en el pa¨ªs: el carb¨®n va camino de representar la mitad del consumo energ¨¦tico de Alemania. La posici¨®n europea de campeona contra el cambio clim¨¢tico est¨¢ en peligro. Las emisiones de gases de efecto invernadero han podido descender como consecuencia de la ca¨ªda en producci¨®n durante la crisis, pero el repunte en el uso del carb¨®n es una muy mala noticia ante el futuro.
El carb¨®n tambi¨¦n es el recurso estrella en China, donde representa m¨¢s de dos tercios del consumo energ¨¦tico. Pero los mandatarios chinos saben que la situaci¨®n no es sostenible. No solo por la contaminaci¨®n medioambiental, sino porque la diversificaci¨®n de fuentes energ¨¦ticas es clave para la seguridad nacional y la supervivencia del r¨¦gimen.
La reciente ca¨ªda de las emisiones de gases de efecto invernadero corre el riesgo de ser anulada por las emisiones del carb¨®n
El volumen de las reservas de energ¨ªa no convencional en China est¨¢ a¨²n por determinar. Sin embargo, la densidad de poblaci¨®n y la escasez de agua pueden ser factores que inhiban su explotaci¨®n. China mantiene intensos contactos para asegurar y diversificar sus fuentes energ¨¦ticas, tanto con productores tradicionales en Oriente Medio como con emergentes como Birmania o Rusia. El mes pasado, tras la primera visita de Dmitri Medv¨¦dev a China como primer ministro, China acord¨® con la empresa rusa Rosneft un contrato de suministro de petr¨®leo por 10 a?os valorado en 85.000 millones de d¨®lares. El gas natural, sin embargo, es la gran debilidad. Los gasoductos en Asia est¨¢n subdesarrollados y los precios son los m¨¢s altos del mundo.
Los principales productores de gas rusos comienzan a mirar hacia Asia, sobre todo ahora que el suministro en Europa ha bajado por la campa?a de diversificaci¨®n de matriz energ¨¦tica. Recordemos que Rusia obtiene la mitad de su presupuesto federal de los ingresos por gas y petr¨®leo. El Gobierno ruso tiene que moverse r¨¢pido para adaptarse a los cambios y sostener al Estado. Hay oportunidades bajo la taiga siberiana, sobre todo en la regi¨®n de Bazhenov, que podr¨ªa albergar una de las mayores reservas de hidrocarburos no convencionales del mundo. Sin embargo, el Estado podr¨ªa no ser capaz de atraer la inversi¨®n necesaria si no hace antes una reforma fiscal.
La revoluci¨®n de los hidrocarburos no convencionales, que empez¨® en EE UU, est¨¢ provocando grandes cambios en todo el mundo. Incorporar el gas de esquisto al mix energ¨¦tico mundial podr¨ªa suponer un puente hacia un futuro bajo en carbono. Las emisiones por la combusti¨®n del gas de esquisto pueden ser significativamente menores que las del petr¨®leo, si se llegan a controlar las fugas de metano. Sin embargo, a trav¨¦s de interrelaciones complejas, hemos visto un resurgir en el uso del carb¨®n ¡ªaltamente contaminante¡ª en Europa. China, por su parte, tambi¨¦n sigue dependiendo del carb¨®n para el 70% de sus necesidades energ¨¦ticas. De esta manera, la reciente ca¨ªda de las emisiones de gases de efecto invernadero ¡ªlas emisiones de CO2 en Estados Unidos est¨¢n en su punto m¨¢s bajo en 16 a?os, igual que en Europa han descendido por la crisis¡ª corre el riesgo de ser anulada por las emisiones del carb¨®n.
El problema clave es que las fuentes baratas de energ¨ªa a veces conllevan grandes costes, que solo se revelan despu¨¦s de un tiempo mayor, lo cual dificulta la formulaci¨®n de pol¨ªticas para regular su uso. Las externalidades medioambientales de la combusti¨®n de carb¨®n son importantes y deben ser tratadas. Es fundamental que la comunidad internacional alcance un denominador com¨²n lo suficientemente ambicioso en Varsovia. Si no, no seremos capaces de limitar el aumento de la temperatura global hasta niveles sostenibles. El coste actual de la contaminaci¨®n es demasiado bajo; sin embargo, el nivel de urgencia es muy alto.
Javier Solana es distinguido senior fellow de Brookings Institution y presidente del Centro de Econom¨ªa y Geopol¨ªtica Global de ESADE.
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