Bruma, la perra que ense?a a los maestros
Este texto es un trabajo colectivo, "de manada", un homenaje a todos los perros con los que compartimos el mundo. Lo firman, adem¨¢s de la protagonista, Bruma,el resto de la familia, liderada aqu¨ª porSoledad Medina,profesora y autora de libros de poemas comoA todas luces,S¨¦ptimo Cielo yHaikus y Haigas.
Aunque no ha estudiado magisterio ni posee un t¨ªtulo universitario, esta se?orita tan morena es maestra. Se llama Bruma, pero atiende por igual a otros nombres como Bru, Brumi, Brunilda, Brumosa o incluso Niebla o Brisa cuando alguien se sume en la confusi¨®n de la fenomenolog¨ªa atmosf¨¦rica.
De todos las familias de humanos posibles, el azar hizo que Bruma fuera a recalar en una de docentes que, aunque con varias generaciones de adolescentes educados a sus espaldas -incluidas sus propias hijas-, no ten¨ªa ni idea de collares antipulgas, variedades de piensos, garrapatas, revisiones veterinarias ni, en definitiva, de los cuidados y educaci¨®n que necesitaba una perrita.
Un d¨ªa de lluvia, esta familia humana se encontr¨® con una bola de pelo negra, con grandes ojos y patitas rechonchas, que les segu¨ªa a todas partes.Gracias al sentido com¨²n y a la intuici¨®n de Julia -la peque?a cachorra humana-, la convivencia de Bruma con la manada fue progresando adecuadamente. No negamos alg¨²n sobresalto ocasional (ingesta de calcetines, aullidos nocturnos, pises y m¨¢s que pises en lugares inadecuados, destrozo de mobiliario variado) pero afortunadamente, nunca se lleg¨® a la cat¨¢strofe.
Bruma no tra¨ªa manual de instrucciones, aunque portaba en sus genes treinta mil a?os de convivencia de sus antepasados con los de nuestra especie. Ella, con su infinita paciencia, logr¨® esquivar el grito desesperado de ¡°?la perra o yo!¡±, que en m¨¢s de una ocasi¨®n profiri¨® la mam¨¢ humana ante la visi¨®n de alg¨²n destrozo puntual, e incluso sortear alg¨²n ataque menor perpetrado a su dignidad perruna, como los disfraces navide?os, las sesiones de aseo en la ba?era, o las pr¨¢cticas de vendaje de Julia, estudiante de enfermer¨ªa.
?Cu¨¢ndo y c¨®mo acab¨® Bruma con esta torpeza pedag¨®gica humana con los canes? Sucedi¨® m¨¢gica y misteriosamente, como suceden los milagros, como en la historia del Principito y el Zorro. Lo cierto es que al final, Bruma consigui¨® domesticar a su familia humana y ense?ar a estos ense?antes a conocerla y a quererla. De ella les gustaba todo: que desayunase t¨¦ con leche y galletas, que no se separara ni un minuto de la manada e incluso los acompa?ara al v¨¢ter, que aullara cual loba esteparia si alguien -normalmente inofensivo- le infund¨ªa sospechas, que los despertara sin consideraciones los domingos siguiendo su reloj vital -o sea, al amanecer-, que los sacara a la calle tres veces al d¨ªa -lloviese, hiciera sol o nevase-, o que se escapara con el perro del notario y, tras buscarla toda la noche, regresara feliz a casa con su novio.
Durante estos doce a?os educando a humanos, Bruma ha conseguido importantes logros: el macho alfa no ha vuelto a pisar una plaza de toros porque esos nobles animales le recuerdan a ella cuando sale a su encuentro como toro del toril; las cachorras humanas son ahora miembros de varias sociedades protectoras de galgos, animales y plantas y, adem¨¢s, se han vuelto casi vegetarianas. A la madre de la manadale ha descubierto la filosof¨ªa zen y el placer de escribir haikus como estos:
Mi perra y yo
durmiendo al tibio sol,
sin amenazas.
Filosof¨ªa:
No comas animales,
escribe haiku.
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