Un lugar en la historia
El legado de Jackie e Isabel son sus l¨¢grimas por sus difuntos maridos; el de Rajoy, su ley de seguridad, y el de Rouco, sus tres trajes en la boda de los pr¨ªncipes
Observando esta semana las im¨¢genes del magnicidio de Kennedy en Dallas y ese momento en que Jackie Kennedy se encarama a la parte posterior del Cadillac en marcha para recoger los restos de su marido, se puede concluir que nunca sabemos exactamente lo que la historia har¨¢ recordar de tu vida.
Jackie no pod¨ªa imaginarse que esa ser¨ªa la imagen que determinar¨ªa su historia. Al igual que Isabel Pantoja con las im¨¢genes de la muerte de su marido, Paquirri, en Pozoblanco, hubo un a?o en que la viuda de Am¨¦rica presion¨® para que esa secuencia no se mostrara m¨¢s. Fue en vano en ambos casos. Si Pantoja hubiera conocido a Jackie, seguro que le habr¨ªa dicho: ¡°Usted y yo tenemos tanto en com¨²n¡±; tambi¨¦n se lo sugiri¨® a la infanta Cristina, aunque por diferente motivo. De momento hay que celebrar este 50? aniversario de la muerte de Kennedy, porque mantiene vivos tanto su legado como la factor¨ªa norteamericana para crear y reproducir iconos que conservan su capacidad de propaganda. De hecho esta semana, en la presentaci¨®n de credenciales como embajadora americana en Tokio de Caroline Kennedy, la ¨²nica persona viva de ese fallido Camelot de los sesenta, fue un despliegue de glamour. Caroline (que en su adolescencia se hizo hippy y desgre?ada para martirizar a ese icono de la feminidad que fue su madre) saludaba desde una carroza ribeteada en oro a los japoneses alineados en las calles. Agitaba la mano como una reina dem¨®crata y republicana. Por momentos era como si Jackie hubiera encontrado la forma de volver a pasear por Oriente. Y la constataci¨®n de que el legado pol¨ªtico de Kennedy es un combinado de estilo, poder y juventud.
?Cu¨¢l ser¨¢ el legado de Mariano Rajoy? Incluir¨¢ su abrumadora ley de seguridad, un instrumento para delimitar el orden y el desorden p¨²blico. Escalofriantes multas por manifestarse delante del Congreso para mayor tranquilidad de los diputados. Tambi¨¦n pertenece a ese legado Ana Botella, la alcaldesa esposa del hombre que le design¨® sucesor. Botella, m¨¢s tranquila con su finiquito del tema de las basuras, ha decidido empezar una cruzada contra la fiesta del Orgullo Gay. Ha multado a la organizaci¨®n con 160.000 euros por superar el nivel de ruido permitido. Habr¨ªa que recordarle que al asesor que ensay¨® y prepar¨® su famoso discurso ante el comit¨¦ ol¨ªmpico en Buenos Aires le abonaron 220.000 euros. Y mira que caus¨® estruendo el discurso, vaya, un bullicio que a¨²n debe retumbarle en las orejas. Demostrar¨ªa buena gesti¨®n que la alcaldesa reclamase tambi¨¦n ese dinero tan mal invertido.
En oto?o, el mercado editorial se agita. A las memorias pol¨ªticas del exministro Solbes se ha unido el libro de Bel¨¦n Esteban. Ambos libros han hecho muchos ruidos. En el de Solbes, todo parece estar centrado en que se sinti¨® desalojado y que sab¨ªan de la recesi¨®n, pero estaban preocupados en no revelarla. Sab¨ªan, pero no dec¨ªan. ?C¨®mo responder¨¢ Zapatero en sus memorias? Por ahora, esas memorias son a las de Solbes lo que las de Jesul¨ªn de Ubrique a las de Bel¨¦n Esteban: bullicio. En su libro, Bel¨¦n explica c¨®mo fue su ¡°desalojo¡± de Ambiciones, esa casa que durante la burbuja inmobiliaria atra¨ªa a turistas nipones y que puso de moda la palabra ¡°balaustrada¡± en referencia a las peque?as columnas d¨®ricas que en fila adornan kil¨®metros de chalet como una cerca elegante. Bel¨¦n cuenta que fue el padre del padre de su hija el que la empuj¨® fuera y cerr¨® la puerta, dej¨¢ndola a ella y a su hija en la calle. Sin saberlo, estaban escribiendo un Lo que el viento se llev¨® a lo espa?ol. El nacimiento de esa Scarlett O¡¯Hara propia y camale¨®nica que conocemos como Bel¨¦n Esteban.
Mientras entre Barcelona y Madrid se encrespa la competencia de qu¨¦ ciudad acoge la mejor fiesta prenavide?a, el papa Francisco nos anuncia que las cuentas del Vaticano, un Estado min¨²sculo, pero casi infinito, las llevar¨¢ la c¨¦lebre auditora internacional Ernst & Young. Un paso m¨¢s del papa Francisco para modernizar ese extra?o para¨ªso de dos kil¨®metros cuadrados y facilitarle la eternidad. Supimos por las noticias que Ana Boyer Preysler empezar¨¢ a trabajar muy pronto en Ernst & Young. Alguien deber¨ªa advertirle de que dentro del Vaticano no acepte tisanas de ninguna monjita obsequiosa. Quiz¨¢ necesiten contratar tanto a un experto exorcista financiero como a un estudioso del lat¨ªn para descifrar esos divinos libros que conservan con tanto celo las cuentas de Dios.
Oyendo que el papa Francisco quiere arrasar entre la juventud, monse?or Rouco Varela ha decidido presentar su jubilaci¨®n. Un disgusto entre los que han defendido su ruidos¨ªsima radicalidad creyente y pol¨ªtica. Pero el p¨²blico en general ha hecho o¨ªdos sordos ante el anuncio de su retiro. Todos estamos ocupados con otras cosas. Yo no creo que lo extra?e, no me hab¨ªa acostumbrado a ese torvo gesto suyo. Eso s¨ª, jam¨¢s olvidar¨¦ su habilidad para cambiarse de modelo durante la boda de los Pr¨ªncipes de Asturias. ?Jo!, pero ni Beyonc¨¦ en sus mejores conciertos, esa jornada un Rouco en plena forma ense?¨® tres looks completamente diferentes, de los pies a la cabeza. ?Cu¨¢nta tela! Como si se hubiera propuesto eclipsar a Carolina de M¨®naco o a la propia novia. Un aut¨¦ntico despliegue, tanto de medios como de empe?o personal, que forman ahora su olvidable legado.
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