Los despachos del poder
Rescates bancarios, administraci¨®n de justicia, Presupuestos del Estado, investigaci¨®n cient¨ªfica y el d¨ªa a d¨ªa de la soberan¨ªa popular. Cada decisi¨®n tiene su escenario. Salas casi siempre imponentes donde se toman medidas que afectan a los espa?oles y donde la mayor¨ªa de ellos nunca ponen un pie. Aqu¨ª descubrimos algunos de sus secretos.

M¨¢rmol, parqu¨¦, alfombras, banderas, sillones de piel, retratos de los antecesores que en alguna ocasi¨®n incluyen al ocupante actual ¨Ce incluso a su padre¨C, tapices, bargue?os, arte moderno¡ La visita a los despachos de los poderes p¨²blicos es un recorrido por un mundo aparte, el que cobija a quienes tienen la ¨²ltima palabra. Un mundo mullido, silencioso ¨Clas llamadas son cosa de las nutridas secretarias, el filtro obligado¨C, y abundante en relojes. Porque el tiempo tambi¨¦n es una herramienta del mando. ¡°El reloj simboliza el poder, cuyo atributo m¨¢s importante es el tiempo. Se concede un lapso determinado a quienes visitan al poderoso¡±, explica Cefer¨ª Soler, profesor de recursos humanos de la escuela de negocios ESADE. La mirada a las manecillas equivale a la palabra fin.
Los metros cuadrados son otra medida de poder ¨C¡°cuanto m¨¢s se manda, mayor es el despacho¡±, apostilla el experto¨C, pero esta pauta rige sobre todo en las empresas ¨CEl Pa¨ªs Semanal contact¨® con media docena de las compa?¨ªas del Ibex 35, de las cuales solo una accedi¨®, con condiciones, a mostrar el despacho de su m¨¢ximo responsable¨C. En los despachos p¨²blicos, el tama?o y el lujo es el que el alto cargo se encuentra. Lejos quedan las ¨¦pocas en las que pod¨ªa tener la tentaci¨®n de cambiar de arriba abajo la dependencia sin sonrojo: crisis manda, y se hereda lo que hay. El presidente Rajoy lo hizo as¨ª con el despacho de Zapatero ¨CLa Moncloa no ha permitido fotografiarlo; tampoco La Zarzuela se prest¨® a permitir el acceso al del Rey¨C. El jefe del Ejecutivo incluso ha mantenido el mismo cuadro junto a la mesa, seg¨²n las fotos que circulan de ambas ¨¦pocas.
Con todo, algunos responsables, inc¨®modos en el escenario pomposo, optan por dedicarlo a recibir visitas y se refugian en un cuartito anejo para trabajar. Estas trastiendas del poder tienen a veces un aire descabalado, como el cuarto donde se arrumban los muebles que ya no pegan en otras estancias. Aqu¨ª no hay glamour, ni tel¨¦fono rojo, el otro atributo de los grandes poderes p¨²blicos. Es el aparato para situaciones de crisis que admite comunicaciones cifradas y est¨¢ conectado a la sala de alertas de la Presidencia del Gobierno.
La historia de cada instituci¨®n marca el despacho. En algunos, el esplendor decimon¨®nico contrasta muchos d¨ªas con la realidad de tiempos duros. En uno de ellos, con ventanas a la plaza de las Cortes, trabaja la tercera autoridad del Estado ¨Cpor detr¨¢s del Rey y el jefe del Gobierno¨C, el presidente del Congreso. Las frecuentes protestas en ese escenario se cuelan en esta sala de paredes enteladas, suelo alfombrado y dos crucifijos ¨CJos¨¦ Bono hizo colocar uno antiguo de marfil en la pared, que se suma al de plata situado sobre un mueble¨C. Su autodenominado ¡°inquilino¡±, Jes¨²s Posada, oye los gritos cuando los hay, y se dice ¡°especialmente afectado¡± por el desapego ciudadano, hijo de ¡°la crisis y de la corrupci¨®n de algunos pol¨ªticos¡±. Pero hoy todo es silencio, un silencio de d¨¦cadas, alfombras y tapices: ni hay pleno, ni hay manifestaci¨®n. Tampoco hay ordenador.
¡°Este despacho impresiona, da cierta superioridad recibir en ¨¦l. Es como jugar en casa¡±, reflexiona Jes¨²s Posada, presidente del Congreso
En este despacho con un sorolla y un reloj de pared parisiense, el aparato m¨¢s moderno es el tel¨¦fono ¨Cincluido el rojo, negro en este caso, ese cuyo silencio es la mejor se?al¨C. La sala, de unos 32 metros cuadrados, est¨¢ presidida por una mesa de 1,84 metros por 0,90. El tablero est¨¢ despejado. Poco m¨¢s que un volumen muy usado de la Constituci¨®n y el reglamento del Congreso, el orden del d¨ªa de la pr¨®xima semana, las iniciativas presentadas en la jornada y abundante recado de escribir con membrete. ¡°Este sitio da intimidad y categor¨ªa¡±, dice Posada, cuya entrada advierten los ujieres con un discreto timbrazo. Los ¨²nicos objetos personales son sus fotos: del Rey, de Rajoy ¨Cdedicada¨C y con Aznar. Aqu¨ª prepara los plenos, gestiona el d¨ªa a d¨ªa, recibe a los diputados y tambi¨¦n a las visitas de fuera de la casa. ¡°Este despacho impresiona, es una baza a mi favor. Da cierta superioridad recibir en ¨¦l. Es como jugar en casa¡±, asegura.
Para la vida p¨²blica, el verdadero despacho del presidente del Congreso est¨¢ unos metros m¨¢s all¨¢. Es la presidencia del hemiciclo, desde la que, am¨¦n de diputados, p¨²blico, taqu¨ªgrafos y hasta golpes de Estado, uno puede llegar a ver mujeres a pecho descubierto y copiosas goteras ¨Clos dos momentos ¡°m¨¢s desconcertantes¡± para el titular actual¨C. All¨ª, al frente de esta C¨¢mara legislativa, es el hombre del tiempo, cuyo reparto mide y controla desde una pantalla t¨¢ctil situada sobre el tablero. A la derecha, dos botones clave: el que activa su micro y el que silencia a quien ¨¦l ha mandado antes callar.
Silencio tambi¨¦n y un n¨²mero no apto para supersticiosos: 13013, se lee a la entrada de la secretar¨ªa del presidente del Tribunal Constitucional (TC), la quinta autoridad en el orden de precedencia del protocolo del Estado, tras los presidentes de las C¨¢maras. Por esta sala que ocupan tres empleadas suele acceder a su puesto de trabajo Francisco P¨¦rez de los Cobos, la novena cabeza de esta instituci¨®n, nacida de la Ley Fundamental de 1978. El suyo es un despacho ¡°malo de guardar¡± seg¨²n la literatura: tiene tres puertas. La segunda da al sal¨®n de plenos, el lugar donde los magistrados debaten los asuntos de inconstitucionalidad ¨Ctienen unos 300 pendientes¨C. Las visitas acceden por la tercera, desde una antesala con sof¨¢s y un canogar en la pared.
El presidente del Tribunal Constitucional, el hombre que en caso de empate inclina la balanza con su voto de calidad ¨Cel organismo que interpreta la Ley Fundamental tiene en total 12 miembros¨C, dispone de una amplia dependencia. Es algo mayor que el sal¨®n de plenos donde se dirimen los fallos y donde ¨¦l tiene la ¨²ltima palabra: 72 metros cuadrados frente a 65. El poder se traduce en mayor extensi¨®n de parqu¨¦ de Guinea de tres cent¨ªmetros de grosor y cubierto por mullidas alfombras.
En esta sala de aspecto setentero, la mesa de trabajo tiene 33 a?os, tantos como esta lleva en funcionamiento. El tablero de madera noble, dos metros de largo por uno de ancho, est¨¢ ordenado y bastante despejado. Sobre ¨¦l, papeles, tres libros ¨Cun tomo de las obras completas de su predecesor Francisco Tom¨¢s y Valiente, asesinado por ETA; una edici¨®n r¨²stica de la Constituci¨®n Espa?ola y The penguin guide to the United States Constitution¨C, una agenda, la funda de las gafas, bol¨ªgrafos, dos gomas de borrar¡ El ordenador se sit¨²a en un mueble auxiliar.
Bajo la mesa, una de las inc¨®gnitas de la casa: la estufa que incorpor¨® ¡°alg¨²n predecesor de m¨¢s edad¡±, dicen las secretarias, molestas porque no logran hacerla retirar. ¡°Don Francisco es un hombre joven¡±, insisten. La estufa tiene algo de met¨¢fora del cargo: la cabeza caliente y los pies fr¨ªos, o viceversa, a la hora de tomar decisiones que marcan la vida de un pa¨ªs. Decisiones que han ido desde la legalizaci¨®n del aborto hasta el visto bueno del matrimonio entre personas del mismo sexo, pasando por el Estatuto de Catalu?a o la ley de partidos (ilegaliz¨® a Herri Batasuna).

Tras la mesa y el sill¨®n de cuero negro, el inequ¨ªvoco s¨ªmbolo de poder institucional: el tel¨¦fono rojo. Sobre el aparato, uno de los cuadros relevantes de la estancia, un mart¨ªnez novillo. Los otros dos est¨¢n en torno a las estanter¨ªas oscuras que cuajan el muro frente a los cinco ventanales. Uno es de Eusebio Sempere, y otro, una serigraf¨ªa de Picasso propiedad del presidente.
Porque P¨¦rez de los Cobos es de los que traen objetos personales al despacho; una forma de humanizarlo y tambi¨¦n de tapar huecos o favorecer la empat¨ªa. Am¨¦n de la l¨¢mina de los acr¨®batas picassianos, de su casa han venido varias decenas de libros en varios idiomas, poes¨ªa incluida. Primo Levi, Jos¨¦ Bergam¨ªn, Joan Fuster, Alfred de Vigny, Ibsen, Cunqueiro, Shakespeare, Delibes, Guill¨¦n, Cela¡ Eclecticismo literario y gusto por la m¨²sica que se traduce en una minicadena y una pila de CD de ¨®pera y m¨²sica cl¨¢sica, con espacio para el rock de Radiohead.
En el sal¨®n de plenos, el sanctasanct¨®rum del Constitucional, una gran mesa, sillas, un ejemplar enorme de la Ley Fundamental, un juego de libros de derecho para cada magistrado, muchos tomos de jurisprudencia y tres diccionarios de espa?ol, incluido el de Mar¨ªa Moliner, con aspecto de recibir pocas consultas. La sala se llena una semana s¨ª y una no: ese es el ritmo de los plenos de una instituci¨®n en el ojo del hurac¨¢n de una lucha partidaria que ha llegado a paralizar su renovaci¨®n ¨Cun tercio de los miembros debe cambiar cada tres a?os¨C. En los pr¨®ximos meses o a?os ¨Ctiene alg¨²n recurso en espera desde 2003¨C, el pleno deber¨¢ decidir de nuevo sobre el aborto y tambi¨¦n sobre la reforma laboral y de las pensiones, los recortes en educaci¨®n y sanidad o el soberanismo catal¨¢n. Solo los recursos de amparo electoral tienen un plazo m¨¢ximo de tiempo para resolver: 48 horas.
Tambi¨¦n de conflictos saben mucho en la instituci¨®n que el protocolo del Estado coloca en sexto lugar: la presidencia del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Aqu¨ª reina el dios Jano. Una cabeza, dos caras: una rige el ¨®rgano de gobierno de los jueces y otra preside el Tribunal Supremo. Dos despachos para una sola persona. Del funcionalismo trist¨®n, precedido por una garita blindada donde se instala el escolta, al esplendor de sedas y dorados. Con solo bajar seis escalones y cruzar la calle del Marqu¨¦s de la Ensenada se pasa del cargo m¨¢s pol¨ªtico al m¨¢s t¨¦cnico.
El Consejo, como el TC, es un escenario de pugna para lograr mayor¨ªas afines, pero el n¨²mero de miembros es impar ¨C21¨C y no existe voto de calidad presidencial. Las batallas se sustancian en el sal¨®n de plenos ¨C73 m2 frente a los 56 del despacho presidencial¨C, en torno a una mesa de ocho por dos donde se acomodan los vocales por orden de nacimiento. Aqu¨ª se dice la ¨²ltima palabra sobre nombramientos de altos cargos de la administraci¨®n de justicia, informes de ciertas leyes, disciplina interna¡ Son las misiones de un ¨®rgano creado para proteger la independencia del tercer poder del Estado, la judicatura. El pleno se re¨²ne al menos una vez al mes en este sal¨®n adornado con dos plantas artificiales. La dependencia, separada del despacho presidencial por una antesala, comparte con ¨¦l parqu¨¦ de haya e impolutas paredes de color crema.
La oficina del presidente, sin objetos personales, tiene un aire as¨¦ptico. Ha desaparecido el crucifijo que trajo Carlos D¨ªvar, el sexto responsable de la instituci¨®n que dimiti¨® por el esc¨¢ndalo de los largos viajes de fin de semana abonados con dinero p¨²blico. El tablero sobre el que trabaja el que es su presidente cuando se realiza este reportaje, Gonzalo Moliner, mide 2,10 metros por 1. Sobre ¨¦l, un ejemplar peque?o y en r¨²stica de la Constituci¨®n y varias leyes. Expedientes, bol¨ªgrafos, tijeras. Una radio es la ¨²nica sorpresa junto con un ambientador con olor de melocot¨®n situado en un mueble a la espalda, muy cerca del ¡®tel¨¦fono rojo¡¯.
Al cruzar la calle, Moliner retrocede m¨¢s de un siglo. Desde 1876, el Tribunal Supremo ocupa un monasterio dieciochesco y desamortizado, el de las Salesas, pasto de las llamas en 1915. El despacho del presidente, 35 metros cuadrados con paredes de seda, es un t¨²nel del tiempo. Aqu¨ª no hay ordenador ni tel¨¦fono rojo, pero s¨ª unos muebles impresionantes. Son los que, ¡°sin ajustar antes un presupuesto¡±, encarg¨® la reina Isabel II para su propio despacho, han detallado en un estudio Mar¨ªa Paz Aguil¨®, del Instituto de Historia del CSIC, y Jos¨¦ Luis Sancho Gaspar, de Patrimonio Nacional. Llev¨® casi una d¨¦cada tenerlos listos, la factura se dispar¨® y la reina nunca los us¨®: acabaron en el Supremo.
El mobiliario de la monarca, cuyo retrato de ni?a ocupa el despacho, se reparte entre esta dependencia y la espectacular antesala, llamada La Rotonda, donde cuelga el original del retrato del Rey con toga pintado por Ricardo Macarr¨®n, cuyas copias menudean en otros despachos judiciales. La mesa de Isabel II, de 1,50 metros de largo y 0,88 de ancho, como las sillas y los dos bargue?os, est¨¢ profusamente decorada, escudo real incluido. Marqueter¨ªa manda. Fueron en su d¨ªa muebles distintos para tiempos diferentes.
Si el despacho y La Rotonda son ahora espacios de representaci¨®n, no ocurre lo mismo con el sal¨®n de plenos del Supremo, otra dependencia de ¨¦poca con un gran Cristo donde se ha juzgado a Baltasar Garz¨®n o se ha decidido la ilegalizaci¨®n de algunas formaciones abertzales. Aqu¨ª se re¨²ne la sala del 61, que re¨²ne a representantes de las salas en las que trabajan 82 magistrados.
¡°A m¨¢s poder, menos papel¡±, afirma Cefer¨ª Soler, profesor de ESADE. Y a?ade: ¡°Cuanto m¨¢s se manda, mayor es el despacho¡±
Del esplendor antiguo a los indicadores econ¨®micos. Los brotes verdes s¨ª se ven en el despacho del ministro de Econom¨ªa y Competitividad, Luis de Guindos. Al menos en sentido literal: son los de las cuatro macetas que lo adornan, ficus incluido. Es una sala espaciosa y funcional (52 metros cuadrados), de parqu¨¦ brillante, paredes claras y mesa moderna en diagonal. Est¨¢ vac¨ªa, salvo el ordenador y alg¨²n artilugio de oficina. Ni rastro de las conversaciones sobre el rescate financiero que en 2012 se o¨ªan en esta dependencia moderna del paseo de la Castellana.
Cuando le nombraron, De Guindos comenz¨® a trabajar en la gran sala, pero al poco tom¨® la misma decisi¨®n que su colega ¨Cy a veces rival¨C de Hacienda: mudarse a un cuarto m¨¢s peque?o y acogedor. As¨ª que solo usa el despacho formal para recibir a esas visitas que reparan en el objeto m¨¢s chocante de la sala: un enorme reloj rococ¨® dorado que una ayudante del ministro lograr¨¢ que retiren poco despu¨¦s de la visita de El Pa¨ªs Semanal.
El despacho de verdad est¨¢ en una sala contigua de 19 metros cuadrados. Una mesa de 1,70 por 1,20 metros, otra m¨¢s peque?a con ordenador ¨Cel ministro prefiere el iPad¨C, cuatro sillas, una televisi¨®n y un par de estanter¨ªas. Ese es el reducto de trabajo del responsable de un ministerio clave. Sobre el tablero est¨¢ el portafirmas, el estuche de las gafas, un l¨¢piz usado con su nombre y la prensa econ¨®mica angl¨®fona. No hay papeles a la vista.
En un par de estanter¨ªas, los escasos objetos personales: una foto de los padres de De Guindos, otra descolorida de su equipo de f¨²tbol en la universidad y un libro sobre el tenista Rafael Nadal. Sobre las baldas han ca¨ªdo estatuillas y distinciones; libros como Las setas en la naturaleza ¨Ctres tomos¨C; Obras en verso, de Luis de G¨®ngora, o El crac de 2008, y siete carteras, incluida la oficial ¨Cpesada, vac¨ªa y muy poco usada.
Tambi¨¦n la cartera del ministro de Hacienda est¨¢ arrumbada en un cuartito. Sin estrenar en un caser¨®n hist¨®rico, el del fisco. ¡°Real Casa Aduana¡±. Mandada construir por el rey Carlos III y concluida en 1769. Tras esa placa en la fachada se cobija desde entonces el despacho donde se manejan los dineros p¨²blicos. Es el escenario del tira y afloja del poder pol¨ªtico, ese pedir-conceder-denegar que siempre se plasma en los Presupuestos del Estado. Aqu¨ª, las tijeras, literales y figuradas, son herramienta habitual.
Las de Crist¨®bal Montoro tienen el mango recubierto de pl¨¢stico azul. Est¨¢n bastante a mano pese al enorme tama?o de la mesa ¨C2,20 por 1,10 metros¨C, por lo dem¨¢s semivac¨ªa. El ministro solo usa este despacho ¨Csin ordenador¨C para recibir a las visitas. La impresi¨®n suntuosa que causan m¨¢rmoles ¨Cforman una rosa de los vientos en el suelo¨C, ara?a de cristal, chimenea y cuadros de ¨¦poca de esta estancia de 50 metros cuadrados juega a favor de su inquilino, cree el actual. ¡°A la gente le gusta entrar en la guarida¡±, sostiene el ministro, aunque lo hacen para dar ¡°malas noticias¡± ¨C¡°y si alguien cuenta algo bueno, a continuaci¨®n pide¡±¨C. Califica esta dependencia como una ¡°trinchera¡±. El verdadero puesto de mando donde se gobiernan impuestos y presupuestos est¨¢ al otro lado de la puerta. Es una trastienda de 18 metros donde la palabra glamour resulta impronunciable. Suelo de parqu¨¦, estanter¨ªas, una anticuada y peque?a mesa de ordenador, otra mesa redonda de 1,30 de di¨¢metro, un cuadro de la Virgen del Perpetuo Socorro¡ Y un solo objeto personal: un tronco de madera. Apenas hay papeles m¨¢s all¨¢ del libro amarillo de los presupuestos. Todo est¨¢ en el iPad blanco que el ministro lleva y trae y en la gastada cartera marr¨®n que ha dejado sobre una silla.
De recortes tambi¨¦n saben mucho en otro despacho imponente, el de la presidencia del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). Aqu¨ª ocurre como en Hacienda: el alto cargo actual, Emilio Lora-Tamayo, lo es por segunda vez. Y hay un elemento a?adido, el hereditario. Tambi¨¦n su padre, ministro de Educaci¨®n durante el franquismo, presidi¨® el gran organismo p¨²blico de la ciencia espa?ola. As¨ª que el presidente est¨¢ en familia en la sala de reuniones, adornada con los retratos de sus antecesores. ¡°No me imaginaba que volver¨ªa, ni la dureza de este momento¡±, reflexiona.
El despacho, de 52 metros, es obra del arquitecto Miguel Fisac, que dise?¨® hasta las alfombras granates con greca amarilla. Lo preside el tapiz La fuente de la sabidur¨ªa, cuya agua mana sobre la cabeza del presidente de turno. Ni hablar de cambios: todo est¨¢ protegido. En las paredes, madera, cuadros de V¨¢zquez D¨ªaz y uno de Mompou que diluye ligeramente el aire imperial que prima en este edificio de los a?os cuarenta del pasado siglo ¨Cm¨¢rmoles, maderas, grandes espacios¨C. La mesa, tambi¨¦n obra del arquitecto (2,40 por 1,10 metros), est¨¢ repleta de carpetas. Tambi¨¦n, entre otras muchas cosas, una calculadora y dos tijeras. Otra met¨¢fora, vistos los apuros econ¨®micos del organismo bandera de la investigaci¨®n cient¨ªfica. Lora-Tamayo mira de refil¨®n hacia la mesa. ¡°El poder se mide en funci¨®n de c¨®mo est¨¦. Los poderosos de verdad la tienen desocupada y sin ordenador¡±, bromea. El experto Soler le da la raz¨®n: ¡°A m¨¢s poder, menos papel¡±.
Pero esa m¨¢xima admite excepciones. El gobernador del Banco de Espa?a, Luis Mar¨ªa Linde, tiene un bell¨ªsimo e imponente despacho sobre el paseo del Prado¡ y una mesa con papeles en abundancia. En esta casa decimon¨®nica en origen y ampliada varias veces, rica en patrimonio art¨ªstico ¨Cocho goyas, entre otros bienes¨C, tambi¨¦n existen dos despachos. En los 86 metros del oficial tienen cabida un tapiz con cart¨®n de Teniers, una escultura de Chillida o un dibujo de Picasso ¨CHomme couch¨¦ et femme asise¨C. Flores frescas frente a los sof¨¢s, una gran mesa de reuniones dise?ada por el arquitecto Rafael Moneo y otra de trabajo muy despejada.
Los ¨²ltimos gobernadores tambi¨¦n se han refugiado para trabajar en un cuartito contiguo m¨¢s peque?o ¨C26 metros y tel¨¦fono rojo¨C, aunque con la misma altura de techos: 6,50 metros, detalla el conservador de la entidad, Jos¨¦ Mar¨ªa Vi?uela. En esta dependencia, donde se han gestado rescates y fusiones financieras o l¨ªmites al inter¨¦s de los dep¨®sitos, a plazo hay cuatro grabados de Goya, una escultura de Julio Gonz¨¢lez, un mapa de Espa?a del siglo XVII y la Virgen del Lirio, de Cornelis van Cleve, del siglo XVI. Mucho arte y bastante realidad: dos pantallas de ordenador, una de ella de la agencia de noticias financieras Bloomberg. La mesa, de 1,80 por 0,90 metros, tiene expedientes, alguna nota manuscrita y material de oficina, tijeras incluidas. Son los tiempos del euro y la globalizaci¨®n, con gobernadores que un par de veces al mes deben acudir a Fr¨¢ncfort, a la sede del Banco Central Europeo. Aunque a 30 metros bajo tierra se mantenga la ¡°caja del oro¡±, la c¨¢mara acorazada que solo se abre con la presencia de tres personas y otras tantas llaves. Hay cosas que no cambian
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.