El gran error de la sumisi¨®n femenina
El placer de dominar y ser dominado es en gran medida masculino
El arzobispo de Granada ha demostrado ser una de las mentes m¨¢s audaces del cristianismo y ha tenido adem¨¢s la generosidad de hacer p¨²blico su gran descubrimiento: que el secreto de la Iglesia cat¨®lica (como el de todas las instituciones muy jerarquizadas) es la portentosa habilidad con que sabe manejar la fuerza er¨®tica de la sumisi¨®n.
La importancia del tema rebasa el ¨¢mbito religioso: ya en el Discurso sobre la servidumbre voluntaria (1576) se?al¨® La Bo¨¦tie que lo malo no es que las masas se resignen a obedecer, sino que les encante someterse a la obediencia. Pero las consecuencias pol¨ªticas de ello est¨¢n relacionadas con otro plano: el de las conductas personales ¨ªntimas, en las que esas relaciones dominante-sumiso, seg¨²n como se manejen, pueden causar el m¨¢s cruel de los sufrimientos o el m¨¢s voluptuoso de los placeres. Foucault explor¨® bastante el tema y fue precisamente en su investigaci¨®n emp¨ªrica sobre el segundo plano donde tuvo el ¡°accidente laboral¡± que acab¨® con su vida.
Si solo conoci¨¦semos el t¨ªtulo del librillo publicado en la editorial del arzobispo (C¨¢sate y s¨¦ sumisa. Experiencia radical para mujeres sin miedo) probablemente pensar¨ªamos que es una m¨¢s entre las tropecientas imitaciones de Cincuenta sombras de Grey que inundan las librer¨ªas. Una r¨¢pida lectura de C¨¢sate y s¨¦ sumisa (su texto, pedestre y repetitivo, no invita precisamente a una lectura detenida) deja claro que ambos libros son de ¨ªnfima calidad, pero muy significativos: han empezado a mostrar a las masas (sin asustarlas demasiado) el v¨ªnculo profundo que une a las instituciones autoritarias (como los colegios tradicionales, los cuarteles y las iglesias) con los placeres ¨ªntimos basados en el juego de la dominaci¨®n-sumisi¨®n.
Cincuenta sombras de Grey es una novela de Cor¨ªn Tellado con sal y pimienta para lectoras desinhibidas. C¨¢sate y s¨¦ sumisa es un serm¨®n cat¨®lico disfrazado de best-seller americano y trufado de chistecitos caseros sobre pa?ales y galletas de chocolate. Pero ambos bodrios plantean en el fondo (sin que sus autoras lo adviertan, aunque sus lectoras lo intuyan) un asunto radical que apunta al n¨²cleo mismo de la naturaleza humana: c¨®mo la sumisi¨®n se transforma en fascinaci¨®n, c¨®mo el dolor cambia a placer, c¨®mo la humillaci¨®n se convierte en excitaci¨®n.
'C¨¢sate y s¨¦ sumisa' no es otra imitaci¨®n de 'Cincuenta sombras de Grey', sino un serm¨®n cat¨®lico
No escasean los antecedentes ilustres (y casi todos cometen el mismo error: pensar que la tendencia a la sumisi¨®n es particularmente femenina). Juan de la Cruz (en Dichos de luz y amor) aconsejaba a las monjas: ¡°D¨¦jate ense?ar, d¨¦jate mandar, d¨¦jate sujetar y despreciar y ser¨¢s perfecta¡± (¡) ¡°Prontitud en la obediencia, gozo en el padecer, mortificar la vista, no querer saber nada, silencio y esperanza¡±. Teresa de ?vila (gran experta en el arte de formar sumisas) escribe en Avisos de la madre Teresa de Jes¨²s para sus monjas: ¡°Cuando un superior manda una cosa, no digas que lo contrario manda otro, sino piensa que todos tienen santos fines, y obedece a lo que te mandan¡±. ¡°Jam¨¢s deje de humillarse y mortificarse hasta la muerte en todas las cosas¡±.
Ahora bien: si la cultura tradicional enfatiza la sumisi¨®n y la humillaci¨®n femenina (aunque la extienda tambi¨¦n a los varones, como es f¨¢cil comprobar observando los m¨¦todos ¡°pedag¨®gicos¡± de reformatorios y cuarteles), la amplia documentaci¨®n que hoy ofrece Internet sobre el tema apunta en otro sentido.
No abundan las estad¨ªsticas sobre el porcentaje de hombres y mujeres que eligen el rol sumiso en los juegos sexuales consentidos de dominaci¨®n-sumisi¨®n (a veces denominados ¡°transferencia er¨®tica de poder¡±); como se?ala Pere Stupinya en su reciente libro S=EX2, hay poca investigaci¨®n cient¨ªfica sobre el tema, lo que contrasta con la pasi¨®n de las masas por engendros literarios como los mencionados, que lo plantean subrepticiamente y lo explotan comercialmente. Quiz¨¢ la intuici¨®n popular intuye que la v¨ªa regia para indagar en nuestros abismos m¨¢s profundos no est¨¢ (como pensaba Freud) en la interpretaci¨®n de los sue?os, sino en el an¨¢lisis de las fantas¨ªas y los juegos de dominaci¨®n-sumisi¨®n.
Pero sin necesidad de estad¨ªsticas rigurosas, basta hacer un m¨ªnimo trabajo de campo en las p¨¢ginas web especializadas para constatar que el n¨²mero de sumisas en busca de Amo es muy inferior al de sumisos en busca de Domina (o de Amo, porque la b¨²squeda de la sumisi¨®n abunda tanto en el mundo ¡°hetero¡± como en el ¡°homo¡±).
De hecho, esas p¨¢ginas son un buen ejemplo de pol¨ªtica de la igualdad: todas las combinaciones de hombre-mujer-dominante-sumiso aparecen en ellas. Pero no con la misma frecuencia: el n¨²mero de varones es muy superior al de mujeres en todos los roles de este tipo. Y es que por mucho que se empe?en los cl¨¢sicos en recomendar la sumisi¨®n a las mujeres, el placer de dominar y ser dominado, como el de humillar y ser humillado, es en una gran medida masculino. Y sobre todo es humano, demasiado humano.
Jos¨¦ L¨¢zaro es profesor de Humanidades M¨¦dicas en la UAM. Autor de Vidas y muertes de Luis Mart¨ªn-Santos y de La violencia de los fan¨¢ticos. Un ensayo de novela.
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