M¨¦todos humanos
El Gobierno debe renunciar a las cuchillas y buscar otro sistema de controlar las fronteras
No se puede impedir la entrada de inmigrantes indocumentados en territorio espa?ol a cualquier precio, como el que implica la reinstalaci¨®n de cuchillas en las verjas de Melilla, cuya retirada deber¨ªa ser ordenada por el Gobierno. Los Estados tienen el derecho de controlar sus fronteras, naturalmente, pero ni los inmigrantes son enemigos, ni los gobernantes pueden recurrir a m¨¦todos inhumanos con tal de no verse acusados de debilidad ante la inmigraci¨®n ilegal.
Las cuchillas melillenses han llamado la atenci¨®n de la comisaria de Interior de la UE, Cecilia Malmstr?m, que ha preguntado por ellas al ministro espa?ol del ramo, Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz. Es cierto que los problemas no se ven igual desde los despachos que en fronteras tan tensas como las del sur de Europa. La Comisi¨®n no logra concretar una pol¨ªtica comunitaria de inmigraci¨®n por razones de soberan¨ªa nacional y porque cada Gobierno prefiere arregl¨¢rselas por su cuenta, antes que aportar fondos adicionales a una misi¨®n europea de vigilancia y asistencia que cubra el Mediterr¨¢neo.
En cualquier caso, la tecnolog¨ªa del siglo XXI tiene que aportar soluciones para el control de las fronteras. Los radares instalados al sur de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica y en Canarias, unidos a la vigilancia f¨ªsica, han reducido el peligro de los naufragios y las llegadas a territorio espa?ol de viajeros sin documentos por v¨ªa mar¨ªtima. Quiz¨¢ no puede hacerse del mismo modo en l¨ªmites terrestres como los de Ceuta y Melilla, pero es exigible al Gobierno que piense en planes disuasorios y no agresivos. Y si se quiere controlarlo todo, har¨¢ falta incrementar los efectivos de las Fuerzas de Seguridad, en vez de ahorrar costes a base de cuchillas ¡°pasivas¡±, en la terminolog¨ªa ministerial.
Los inmigrantes sin papeles no son un ej¨¦rcito hostil, sino personas desasistidas, muchas de ellas deudoras de traficantes de seres humanos, sin trabajo y en situaci¨®n de riesgo por la inestabilidad de sus zonas de origen (Mal¨ª y muchos otros pa¨ªses). Pretenden saltar el escal¨®n econ¨®mico que separa a Espa?a del norte de ?frica y de ah¨ª el simbolismo que para ellos supone traspasar las verjas melillenses. A Espa?a le toca gestionar este problema; y a la Uni¨®n Europea, en su conjunto, ocuparse de evitar que Europa se convierta, parad¨®jicamente, en la fortaleza donde se atrincheran los pueblos b¨¢rbaros.
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