"No entiendo por qu¨¦ la gente se enfada al ver mis fotos"
Martin Parr, jefe de filas del costumbrismo brit¨¢nico, revisa sus inicios en la fotograf¨ªa con una nueva muestra en Londres.
Una dama de los suburbios londinenses sonr¨ªe mientras fuma arrodillada, con los rulos en la cabeza y ni un solo diente en la boca, en la puerta de una modesta peluquer¨ªa de Lewisham. Doce estaciones al oeste, en el m¨¢s distinguido barrio de South Kensington, un se?or vestido como si fuera a una boda en 1956 saluda al transe¨²nte retir¨¢ndose el sombrero. En el pub de la esquina, los integrantes de una despedida de soltero se sirven su primera ronda a las once de la ma?ana. Cre¨ªamos habernos perdido, pero este de ser el buen camino hacia la nueva exposici¨®n de Martin Parr en la capital brit¨¢nica.
Only in England, que inaugura en el nuevo espacio destinado a la fotograf¨ªa en el Science Museum de Londres, contrapone sus primeras im¨¢genes en blanco y negro, tomadas cuando era solo un veintea?ero reci¨¦n salido de su art school, con las de su aut¨¦ntico maestro, el malogrado Tony Ray-Jones, pionero de ese costumbrismo juguet¨®n, fallecido de leucemia en 1972, a los 31 a?os. "Fue capaz de retratar el esp¨ªritu del tiempo como nadie lo hab¨ªa conseguido antes", dir¨¢ Parr sobre su ap¨®stol unos d¨ªas m¨¢s tarde, durante una conversaci¨®n en la que no se esforzar¨¢ en disimular su desgana. "No se lo tome mal. Es solo que llega tras veinte entrevistas. Siempre me digo que no tendr¨ªa que dar m¨¢s. Ya sabe que las preguntas siempre son las mismas", explica, enarbolando esa reivindicaci¨®n hist¨®rica del colectivo de entrevistados. "Ojal¨¢ le hubiera tocado el viernes y no hoy".
Le guste o no ¨Ces decir, lo segundo¨C, los imperativos promocionales le obligan a recorrer de nuevo sus primeros d¨ªas en el oficio. Coincidiendo con la muestra, se acaba de editar Los inconformistas (La F¨¢brica), donde re¨²ne las im¨¢genes que captur¨® en una comunidad rural de Yorkshire durante los setenta. Una pintoresca parroquia de ancianos vestidos de tweed, atiborr¨¢ndose de canap¨¦s en ceremonias municipales y tomando el t¨¦ de las cinco en fiestas montadas en capillas metodistas, que reflejaban un estilo de vida en v¨ªas de extinci¨®n ante la irrupci¨®n de la supuesta modernidad. Menos sard¨®nico que de costumbre, Parr celebr¨® esa peculiaridad insular contra la americanizaci¨®n creciente del hemisferio norte. Tony Ray-Jones aseguraba que lo que defin¨ªa el car¨¢cter ingl¨¦s era la excentricidad. "Es una calidad que mis conciudadanos aprecian por encima de todas las dem¨¢s", dej¨® escrito en sus diarios. "Existe cierta nostalgia y reivindicaci¨®n de esa extravagancia en mis primeras fotos", concede Parr. "Lo gracioso es que los brit¨¢nicos no se consideren exc¨¦ntricos. Supongo que serlo implica no reconocerlo".
¨C Y usted, ?se reconoce en el adjetivo?
¨C Nunca me he considerado un exc¨¦ntrico.
¨C Entonces, siguiendo su razonamiento, s¨ª lo es.
¨C No soy yo quien debe decirlo. La vida es demasiado corta para preguntarse estas cosas. Prefiero perder el tiempo de otra forma.
Le guste o no ¨Cde nuevo, lo segundo¨C, el mundo de la fotograf¨ªa siempre le ha dado de comer aparte. Cuando empez¨®, sus colegas apostaban por los temas may¨²sculos y las puestas en escena tremendistas. Parr, cruce de sesudo antrop¨®logo y s¨¢tiro con malas pulgas, prefer¨ªa irse a la vuelta de la esquina y observar a ba?istas apilados en playas artificiales y parejas aburridas en restaurantes de poca monta. "No fue una reacci¨®n a la norma, sino una elecci¨®n obvia. No me pida que lo intelectualice. Simplemente entend¨ª que eso era lo que quer¨ªa hacer", asegura. Parr tom¨® su primera foto en el interior de un mugriento fish and chips. Ten¨ªa 16 a?os. "Cuando lo vi, me entraron unas ganas repentinas e inexplicables de dejar constancia de ese momento y lugar. Sent¨ª que era eso lo que me atra¨ªa. Ahora tengo 61 a?os, pero ese entusiasmo sigue intacto", afirma.
Encasillado en la escuela documental y la fotograf¨ªa callejera, Parr afirma que lo suyo no es realismo. "Me gusta crear ficci¨®n a partir de la realidad", dijo una vez. Le pregunto, con cierta aprensi¨®n, c¨®mo lo consigue. "No se esfuerce", responde con sorna. "Son cosas que me invento para tener a los periodistas contentos. ?No es eso lo que quer¨¦is o¨ªr?". Hay quien cree que mira a sus personajes por encima del hombro, lo cual se niega a aceptar. En 1994 ingres¨® en la agencia Magnum, aunque no sin levantar polvareda. Henri Cartier-Bresson le lleg¨® a decir que pertenec¨ªan "a planetas distintos". "No me recibieron bien", reconoce. "Cuando lleg¨® la hora de votar, hubo gritos y pelea". Al final, consigui¨® el 66% de los votos, porcentaje necesario para ser aceptado. Parr sigue sin entender por qu¨¦ sus im¨¢genes generan controversia. "Siempre me admira que alguien las pueda encontrar provocativas. A m¨ª me parecen de lo m¨¢s sosas. Nunca he entendido por qu¨¦ las fotos de guerra y hambruna no suponen ning¨²n problema, pero las m¨ªas s¨ª", prosigue. Dice que ninguno de sus personajes le ha llevado ante la justicia al descubrir sus retratos. "Menos un se?or alem¨¢n que me pidi¨® que retirara su imagen de la serie Luxury [sobre la ostentaci¨®n de los nuevos ricos]. Nunca he entendido por qu¨¦ la gente se enfada conmigo al verse en mis fotos. Simplemente les muestro tal como son".
Parr niega que el c¨®digo fuente de su fotograf¨ªa se encuentre en su infancia. Se le intuye como un ni?o solitario, sumergido en el hast¨ªo de los suburbios londinenses y el conformismo de la clase media. "Tuve una juventud normal, com¨²n, aburrida", responde. Su biograf¨ªa jura que su primera vocaci¨®n fue la de actor. ?Tal vez para escapar a esa normalidad aplastante? "Simplemente me interesaba. Era una afici¨®n como cualquier otra. No tengo mucho que decir al respecto", corrige con su habitual parsimonia.
¨C Dice que no es exc¨¦ntrico. ?Y flem¨¢tico?
¨C No s¨¦ a qu¨¦ se refiere exactamente.
¨C El diccionario dice esto: "De disposici¨®n impasible o imp¨¢vida".
¨C Entonces dir¨¦ que no, porque no soy indiferente a lo que sucede a mi alrededor. Siempre y cuando me interese, of course.
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