Participaci¨®n y legitimidad en el Chile de Bachelet
La abstenci¨®n se ha multiplicado en la ¨²ltima vuelta de las elecciones y revela la necesidad de modernizar las instituciones
"En este tiempo Chile se ha mirado s¨ª mismo, ha mirado de frente su trayectoria, su pasado reciente, sus heridas, sus gestas, sus tareas pendientes y este Chile ha decidido que es momento de iniciar transformaciones de fondo".
Michelle Bachelet, despu¨¦s de ganar las elecciones chilenas el ¨²ltimo 15 de diciembre
Hace un par de a?os, Chile reform¨® su sistema de registro e instaur¨® el mecanismo de voto voluntario para todas las elecciones populares. La reforma pretend¨ªa dinamizar la democracia en un pa¨ªs donde las instituciones han sido objeto de m¨²ltiples cr¨ªticas por parte de los ciudadanos. El pasado domingo tuvo lugar la segunda vuelta de la primera elecci¨®n presidencial bajo esta nueva modalidad. Los resultados est¨¢n a la vista: la abstenci¨®n se multiplic¨® a tal punto, que la candidata electa, la socialista Michelle Bachelet, ser¨¢ la presidente en ejercicio con el menor respaldo ciudadano en todo el continente americano.
Los presidentes de la regi¨®n son electos, en promedio, con el 40% de votos de la poblaci¨®n adulta. Es el caso de Humala, Kirchner y Correa. Candidatos popular¨ªsimos, como fueron Rouseff y Mujica, estuvieron m¨¢s cerca del 50%. Otros igualmente conocidos, pero provenientes de pa¨ªses con baja participaci¨®n hist¨®rica, como Obama y Santos, fueron elegidos con apenas un 30. El reciente 26% de Michelle Bachelet en Chile ¡ªel 62% de votos de un total de 42% de participaci¨®n¡ª es, entonces, una novedad continental. No es mera modernidad, es rareza.
La participaci¨®n no institucional, a trav¨¦s de las redes sociales o de las protestas, ha crecido
Esta magra cifra ha detonado en Chile un debate sobre los efectos del ausentismo sobre la legitimidad democr¨¢tica. Para algunos, esta se asegura por el mero cumplimiento de las reglas del juego democr¨¢tico. ?Es apropiado afirmar que la legitimidad no es un asunto de participaci¨®n, sino de reglas?
No, no lo es, salvo que confundamos legitimidad con legalidad. Seg¨²n la definici¨®n cl¨¢sica de Lipset, la legitimidad democr¨¢tica es ¡°la capacidad del sistema pol¨ªtico de engendrar y mantener la creencia de que las instituciones pol¨ªticas existentes son las m¨¢s apropiadas para la sociedad¡±. Es decir, no se trata de cumplir las reglas, sino de preferir dichas reglas. La legitimidad es medible de manera directa ¡ªpor medio de preguntas en encuestas sobre valoraci¨®n de nuestra democracia, del sistema de partidos y nuestras instituciones¡ª, pero adem¨¢s incide y es influida por los modos de participaci¨®n pol¨ªtica.
Durante los ¨²ltimos a?os, Chile ha experimentado un doble proceso en el que la participaci¨®n pol¨ªtica institucional ¡ªelecciones, participaci¨®n en partidos pol¨ªticos¡ª ha disminuido, mientras la participaci¨®n no institucional ¡ªdesde redes sociales a protesta¡ª ha mostrado un aumento sostenido. Estos dos movimientos simult¨¢neos sugieren que el pa¨ªs americano no enfrenta simplemente un proceso de despolitizaci¨®n o apat¨ªa pol¨ªtica, sino que una fracci¨®n importante de sus ciudadanos prefiere canalizar su participaci¨®n por v¨ªas no institucionales. De hecho, el movimiento social chileno ha sido expl¨ªcito en su cr¨ªtica a las instituciones, tildando el sistema pol¨ªtico de ¡°poco representativo¡± y llamando a ¡°cambiar las reglas del juego¡±.
En este contexto, el 26% de Bachelet s¨ª dice algo, m¨¢s bien confirma algo, sobre la legitimidad de la democracia en Chile. La reciente abstenci¨®n es consistente con una serie de otras mediciones que muestran una visi¨®n muy negativa entre los ciudadanos chilenos respecto a sus instituciones, todas cifras que apuntan, de manera objetiva, a una crisis de legitimidad pol¨ªtica.
Pero entonces, ?es poco leg¨ªtimo el futuro gobierno de Bachelet, dada su baja adhesi¨®n en el total de la poblaci¨®n?
De ninguna manera: la legitimidad democr¨¢tica est¨¢ referida al apoyo de los ciudadanos al sistema pol¨ªtico, y no a las preferencias espec¨ªficas a una determinada administraci¨®n. De hecho, el actual presidente Sebasti¨¢n Pi?era fue electo con menos del treinta por ciento de los sufragios de los chilenos adultos, lo cual ya era anormalmente bajo en el ¨¢mbito internacional. M¨¢s a¨²n, Pi?era obtuvo menos votos que Aylwin, el primer presidente electo despu¨¦s de la dictadura a comienzos de los 90s, a pesar de que la poblaci¨®n en edad de votar hab¨ªa aumentado en m¨¢s de cuatro millones de ciudadanos.
La cr¨ªtica a la elecci¨®n de Bachelet en t¨¦rminos de ausentismo conlleva una cr¨ªtica a todos quienes han sido electos en Chile durante la ¨²ltima d¨¦cada. Tal generalidad es exagerada, salvo que consideremos la falta de legitimidad como algo m¨¢s general y de largo plazo, relacionado con las reglas, m¨¢s que con los actores pol¨ªticos.
Y es en esta dimensi¨®n que se debe evaluar la importancia del triunfo de Bachelet en Chile. La singular abstenci¨®n electoral de los chilenos est¨¢ asociada a una falta de legitimidad de su sistema de representaci¨®n, pero esto s¨®lo reafirma la urgencia de consolidar el momento constitucional que vive el pa¨ªs e impulsar una sustantiva reforma que modernice sus instituciones. Esta reforma es, de hecho, la columna vertebral del programa de Michelle Bachelet, quien se ha comprometido a modificar la Constituci¨®n autoritaria impuesta por la dictadura de Pinochet y que ha regido el pa¨ªs desde entonces.
Alejandro Corvalan es licenciado en f¨ªsica y economista, PhD en Econom¨ªa en la Universidad de Nueva York (NYU). profesor de Econom¨ªa Pol¨ªtica.en la Universidad Diego Portales (Chile).
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