Bergman, Eichmann y los justos
?Qu¨¦ tienen en com¨²n un genio del bien y un genio del mal? ?Hay algo que une, aparte de su condici¨®n de humanos, a Ingmar Bergman y a Adolf Eichmann, a uno de los mayores talentos de la historia del cine y uno de los mayores criminales de la historia de la humanidad, el ingeniero nazi del exterminio de los jud¨ªos europeos? ?Puede existir un v¨ªnculo relevante entre la visi¨®n del mundo de un hombre que se dedic¨® a crear y la de otro que se dedic¨® a destruir, la de un hombre que ilumin¨® el mundo y dej¨® tras s¨ª un reguero de belleza y de irresolubles complejidades y la de otro que oscureci¨® el mundo y que dej¨® a su paso un reguero de simplicidad letal y de inconcebible destrucci¨®n?
Estas preguntas me asaltaron mientras ve¨ªa no hace mucho Un especialista, un documental de Rony Brauman y Eyal Sivan realizado con las im¨¢genes grabadas por Leo Hurwitz durante el juicio que, a finales de 1961, se le instruy¨® a Eichmann en Jerusal¨¦n. Poco antes hab¨ªa visto otro documental, ¨¦ste titulado La isla de Bergman, obra de Marie Nyrer?d. All¨ª, un Bergman crepuscular habla a tumba abierta de todo o de casi todo, y en alg¨²n momento la entrevistadora menciona a los nueve hijos que el cineasta tuvo en sus diferentes matrimonios y le pregunta: ¡°?No tienes remordimientos por haberlos abandonado?¡±. Bergman responde casi sin pensarlo, como si hubiera reflexionado mucho sobre el asunto. ¡°Los ten¨ªa¡±, reconoce. ¡°Hasta que descubr¨ª que tener remordimientos por algo tan serio como abandonar a tus hijos es puro teatro, una forma de vivir con un sufrimiento que no es comparable al sufrimiento que has causado¡±. La respuesta me impresion¨®. Volv¨ª a recordar a Spinoza, que afirma que el remordimiento es uno de los dos peores enemigos del g¨¦nero humano (el otro es el odio), una cosa repugnante y triste que a larga nos destruye, y me dije que la de Bergman es la respuesta de un hombre libre, valiente y honesto, que conoce a los hombres y sabe que es indigno a?adir al pecado de haber cometido un error el pecado de sufrir por haberlo cometido. Esto explica que d¨ªas m¨¢s tarde, mientras ve¨ªa el documental de Brauman y Sivan, sintiera un escalofr¨ªo al o¨ªrle pronunciar a Eichmann unas palabras parecidas a las de Bergman. En efecto, hacia el final del juicio el fiscal le pregunta al reo si se siente culpable del asesinato de millones de jud¨ªos. ¡°Desde el punto de vista humano, s¨ª¡±, responde Eichmann. ¡°Porque soy culpable de haber organizado las deportaciones¡±. Y a?ade: ¡°Pero los remordimientos son in¨²tiles, no resucitar¨¢n a los muertos. Los remordimientos no tienen ning¨²n sentido. Los remordimientos est¨¢n bien para los ni?os. Lo que importa es encontrar la forma de evitar estos hechos en el porvenir¡±. ?Ten¨ªa raz¨®n Eichmann? ?C¨®mo es posible no sentir remordimientos por haber provocado la muerte de millones de personas? Salvando por un momento la insalvable distancia entre el error de Bergman y el crimen de Eichmann, ?un¨ªa de verdad ese rechazo del arrepentimiento al genio del bien y el del mal? ?C¨®mo? ?Un mismo precepto ¨¦tico puede ser honesto y valiente en labios de una persona y abyecto y cobarde en labios de otra? ?O todo depende de la diferencia entre un crimen horrendo y un simple error moral? ?Quedaba en el antiguo SS alg¨²n rastro de decencia?
Descubr¨ª que tener remordimientos es puro teatro, una forma de vivir con un sufrimiento
Una respuesta a esos interrogantes (o lo que entonces me pareci¨® una respuesta) lleg¨® acto seguido, en el mismo documental, cuando, poco despu¨¦s de aceptar que era culpable del exterminio de los jud¨ªos, Eichmann lo neg¨®, recuperando su l¨ªnea de defensa habitual en el juicio: consideraba lo ocurrido con los jud¨ªos un crimen monstruoso, pero ¨¦l s¨®lo pudo obrar como obr¨®, porque no era m¨¢s que un t¨¦cnico y estaba obligado por su juramento de obediencia a hacer lo que hizo; por tanto, en su fuero interno se sent¨ªa ¡°libre de toda responsabilidad¡±. La primera diferencia entre Bergman y Eichmann es, claro, el tama?o de sus errores; la segunda tampoco es banal: Bergman acepta del todo su responsabilidad; Eichmann, solo en apariencia: en realidad la rechaza. Pascal observ¨® que s¨®lo existen dos clases de hombres: los unos, justos que se creen pecadores; los otros, pecadores que se creen justos. Bergman quiz¨¢ era un pecador, pero, a diferencia de Eichmann, no se cre¨ªa un justo. Esa es quiz¨¢ la primera condici¨®n para ser un justo.
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