La lucha contin¨²a en 'la bella durmiente'
Itumeleng sube las escaleras y abre la puerta de Keleketla justo antes de que la tormenta arrecie y deje las calles de Johannesburgo vac¨ªas hasta que pasen las nubes que en el verano dejan casi con toda seguridad lluvia diaria. La ni?a tiene ocho a?os y acostumbra a estar unas horas en esta biblioteca que en febrero de 2008 abri¨® las puertas, en uno de los edificios medio ruinosos declarados Patrimonio Nacional del centro hist¨®rico de la capital. Se sienta en una butaca con un libro en la mano de un nivel inferior al que requiere su edad y lee murmurando en voz baja los infantiles di¨¢logos. Como ella, hay 700 menores con el carnet de la biblioteca.
¡°Hoy no vendr¨¢n ni?os¡±, vaticina Lot Kafesu, el responsable de Keleketla, una expresi¨®n que en idioma sepedi equivale a ¡°estamos atentos a la historia que nos cuentas¡±. Media hora antes de que cierre la puerta no hay cr¨ªos a la vista e Itumeleng ha aprovechado un rayo de sol para irse a su casa antes de que anochezca. Sin clientela que atender, Kafesu revisa los nuevos libros que le han llegado, procedentes de donaciones.
Keleketla es uno de los cuatro proyectos sociales refugiados en el Drill Hall, el edificio en que Nelson Mandela y otros 156 activistas contra el apartheid fueron juzgados entre 1956 i 1961 por alta traici¨®n, aunque la mayor¨ªa quedaron absueltos. No hay se?al alguna que rememore la fuerza de unos luchadores por la libertad y dignidad de un pueblo, m¨¢s all¨¢ del "We stand by our leaders¡± (Apoyamos a nuestros l¨ªderes), el lema de centenares de manifestantes que desafiaron a los polic¨ªas del r¨¦gimen para apoyar a los procesados y que luce en la fachada desde la democracia.
Apoyo a los activistas antiapartheid juzgados, en una imagen de 1956. Eli Weinberg. Times Media Collection, Museum Africa, Johannesburg
Nada m¨¢s. El edificio se quem¨®,y acogi¨® una temporada a familias sin hogar, hasta que el ayuntamiento las desaloj¨® y convirti¨® el viejo hall en una gran plaza dura, rodeada de altos edificios en donde se alojan okupas por necesidad y no por ideolog¨ªa libertaria. Sin embargo, el esp¨ªritu de luchadores contra el r¨¦gimen supremacista blanco sigue ah¨ª, en una forma moderna de lucha y de reivindicaci¨®n.
¡°Al recinto le llamamos la Bella Durmiente porque tiene muchas posibilidades y esperamos que venga un pr¨ªncipe a despertarlo¡±. Quien as¨ª habla es Malose Malahlela, artista sonoro, cofundador de Keleketla y defensor a ultranza de limpiar esta parte de la ciudad deteriorada pero sin perder la esencia ni la vida en las calles.
Malahlela ide¨® Keleketla a partir de su colaboraci¨®n con otra asociaci¨®n art¨ªstica llamada Joubert Park Project cuando era un estudiante llegado a la ciudad. La entidad tambi¨¦n se encarga de la gesti¨®n del Drill Hall y se centra en el binomio arte y barrio y, como Kalekhetla, tiene un programa con artistas residentes, a los que aloja a cambio de compartir conocimientos y trabajo con menores.
Cuando la organizaci¨®n se traslad¨® a un local pr¨®ximo, cedi¨® su espacio a Malahlela y Rangoato Hlasane para que hicieran crecer su propio proyecto educativo y social. El objetivo lo ten¨ªan claro, que los ni?os del barrio aprendieran a trav¨¦s ¡°del arte, los medios de comunicaci¨®n y la literatura¡±, explica el primero.
As¨ª, en estos a?os, a la biblioteca han ido a?adiendo un programa de danza y de dibujo y pintura y un taller en contra de la xenofobia o de memoria hist¨®rica, en el que incluso han editado un libreto, sobre, precisamente el llamado juicio de la Traici¨®n.
Keleketla se basa en ¡°el trabajo en red¡±, explica el padre de la idea, por eso ceden espacios a artistas que tienen en las grandes salas del edificio un sitio para crear, a cambio de un ¡°compromiso con el barrio y los ni?os¡±. El centro de Johannesburgo no tiene puntos culturales, ni cine, ni tan siquiera espacios adaptados para organizar espect¨¢culos. As¨ª, el Drill Hall es un oasis en un desierto, aunque falten cristales en las ventanas y el Ayuntamiento no invierta nada y lo tenga completamente olvidado, a pesar de ser un edificio catalogado como hist¨®rico.
Hay otros inquilinos, con la filosof¨ªa de resistir y mejorar las condiciones de vida de los vecinos del viejo Johannesburgo: Joburg Children Welfare (Protecci¨®n de la Infancia de Johannesburgo), Times for Change (Tiempo para el cambio) y The Green Office (La Oficina Verde). Estos ¨²ltimos son una asociaci¨®n no lucrativa que se define como panafricanista, liderada por el poeta rastafari Zolani Prince Shapiro. En junio inauguraron en el mismo recinto una exposici¨®n que conmemora el centenario de la ley que permiti¨® arrebatar la tierra a los negros para d¨¢rsela a agricultores blancos y ah¨ª siguen, a pesar de que la muestra expiraba en junio. "Nos vamos a quedar aqu¨ª para trabajar en el barrio", advierte Menzi Mbonami, natural de Malawi.
¡°?frica est¨¢ viva y todos somos hermanos¡±, reivindica el fot¨®grafo mozambique?o Alpheus Mabuza, miembro de esta particular oficina que pretende crear en este espacio abandonado por las instituciones un jard¨ªn con las plantas m¨¢s diversas que se cr¨ªan en el continente para explicar la estrecha relaci¨®n que existe entre la tierra y los africanos. Han creado esculturas vegetales y plantado semillas en los m¨¢s variopintos tipos de calzados y recipientes improvisados que encuentran en la calle, como una met¨¢fora de los problemas y beneficios que crean la ocupaci¨®n del espacio natural. O como la necesidad de reutilizar y reciclar.
En este viejo Drill Hall encuentran significado a lo que quieren expresar porque en el juicio a Mandela y sus camaradas se juzgaba tambi¨¦n la expresi¨®n de un pueblo que no quer¨ªa arrodillarse. ¡°A luta continua¡±, dice Mabuza citando el grito anticolonialista mozambique?o de los 70.
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