No solo econom¨ªa
Se pretende minimizar la existencia de cualquier objetivo com¨²n en la contestaci¨®n de la calle
Rajoy quiere hacer de la recuperaci¨®n econ¨®mica su relato para ganar las elecciones. Es arriesgado. Incluso si se produjera un crecimiento notable con creaci¨®n de empleo, una subida de la renta familiar y la sensaci¨®n de una cierta igualdad en el trato a la gente ¡ªaspectos que hoy parecen una utop¨ªa poco factible¡ª no es seguro que ello fuese apreciado suficientemente como para cambiar el sentido del voto hacia el PP.
??Por qu¨¦ sobrevivi¨® Felipe Gonz¨¢lez en el Gobierno, en 1993, con una ca¨ªda del PIB del -0,2% y un desempleo del 22,8% y, en cambio, colaps¨® Zapatero en 2011 con tasas parecidas? ?Por qu¨¦ perdi¨® Chirac las elecciones de 1988, o John Major las de 1997, con porcentajes de crecimiento del PIB del 4,6% y del 3%, respectivamente? Los votantes pueden guiarse por criterios distintos de los econ¨®micos al juzgar a un Gobierno al final de su mandato.
En este sentido, la ley del aborto parece marcar un antes y un despu¨¦s en la valoraci¨®n del Ejecutivo. Incluso por delante de lo que se piensa en materia de austeridad, impuestos, recortes de servicios p¨²blicos esenciales, etc¨¦tera. La contestaci¨®n que ha creado ese proyecto indica que la marcha hacia atr¨¢s en el tratamiento del aborto en Espa?a puede ser el m¨ªnimo com¨²n denominador que movilice a muchos de los ciudadanos que todav¨ªa no han manifestado activamente su protesta.
La no masiva presencia en las calles, hasta ahora, de los sectores afectados por la gesti¨®n de la crisis ha tenido que ver en parte con dos fen¨®menos que parecen dif¨ªciles de repetirse con la ley del aborto, mucho m¨¢s transversal. Primero, se ha ido estigmatizando a los distintos grupos sociales (funcionarios, m¨¦dicos, ense?antes, sindicatos...) con un prop¨®sito doble: minimizar la existencia de cualquier sentimiento de objetivo com¨²n y desmantelar la resistencia a la avalancha contraria a las pol¨ªticas de austeridad mal repartidas. Cada persona, o cada grupo, es considerado como responsable en s¨ª mismo de su situaci¨®n (los funcionarios tienen empleo seguro, los maestros trabajan pocas horas, los m¨¦dicos son la aristocracia obrera, los sindicatos solo defienden a los que tienen puestos de trabajo...) en un sentido exclusivamente individual.
El segundo fen¨®meno, que comienza a apuntarse, es una especie de elemento desmovilizador de las redes sociales. Estas contendr¨ªan en su interior vectores tirando en distinta direcci¨®n. En los ¨²ltimos a?os se ha analizado ad nauseam la potencialidad de la Red en cuanto a desarrollo de espacios de libertad y participaci¨®n. Pero tambi¨¦n tiene algo de madriguera digital. El soci¨®logo C¨¦sar Rendueles (Sociofobia, editorial Capit¨¢n Swing) citaba hace poco unas palabras de Hakim Bey, muy oportunas para esta reflexi¨®n: ¡°El vago sentimiento de que uno est¨¢ haciendo algo radical al sumergirse en una nueva tecnolog¨ªa no puede dignificarlo con el t¨ªtulo de acci¨®n radical. La verdad es que, para m¨ª, en la Red cada vez se est¨¢ hablando m¨¢s y se est¨¢ haciendo menos¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.