Las caras de la di¨¢spora (6): Irina Razafimbelo

Irina Razafimbelo naci¨® en Antananarivo, la capital de Madagascar, en 1979. Ahora vive en Salou, con su marido y su hija. Todas las ma?anas, coge el tren en direcci¨®n a Barcelona, donde trabaja para el consulado de su pa¨ªs. Es una mujer peque?a y dulce, con una melena negra ondulada que le enmarca una cara sonriente y franca, en la que se mezclan ?frica, Asia y Europa. Su pasi¨®n es el espa?ol y probablemente acune un libro de Lorca o Vargas Llosa en el regazo mientras atraviesa un paisaje helado.
"Madagascar fue colonia francesa -comienza, por tel¨¦fono, desde su hogar tarraconense- Nuestra lengua materna es el malgache. El franc¨¦s, lengua colonial, es tambi¨¦n la de la ense?anza. La lengua extranjera obligatoria en el instituto es el ingl¨¦s, pero en el tercer a?o de bachillerato puedes elegir una segunda lengua extranjera. Por nuestro pasado socialista, en Madagascar puedes estudiar ruso. Mucha gente elige alem¨¢n. En mi caso, mi padre me aconsej¨® espa?ol como segunda lengua extranjera, habl¨¢ndome de la riqueza de la cultura espa?ola. El primer a?o de espa?ol me gust¨® much¨ªsimo. Tuve un buen profesor: s¨®lo en dos clases, pudimos empezar a comunicarnos. Mucha gente abandona el segundo idioma, no es obligatorio, pero yo segu¨ª, con el apoyo de mi padre. Conseguimos libros de segunda mano que hablaban de un pa¨ªs extra?o, porque eran de la ¨¦poca de Franco. No hab¨ªa nada de Espa?a en la televisi¨®n y tampoco hab¨ªa internet. Mi primer contacto real con el pa¨ªs de la ¨¦poca fueron los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona. Ten¨ªa una idea de Espa?a como pueblo, dictadura, atraso".
Irina se decant¨® por la rama cient¨ªfica del Bachillerato, pero al llegar a la universidad, tambi¨¦n en Antananarivo, prefiri¨® el espa?ol a cualquier carrera de ciencias: complet¨® una licenciatura en Filolog¨ªa Hisp¨¢nica. Durante la carrera conoci¨® a los lectores de espa?ol de la Agencia Internacional de Cooperaci¨®n para el Desarrollo (AECID).
"Aprovech¨¢bamos su presencia al m¨¢ximo para expresarnos en espa?ol e intercambiar con ellos. Uno de ellos acab¨® siendo mi marido. Lo conoc¨ª all¨ª. Durante un tiempo trabaj¨¦ como gu¨ªa tur¨ªstica con clientes espa?oles y como profesora de espa?ol en institutos. Hasta que me concedieron una beca de la AECID para un post-grado en Madrid. Era un curso anual para profesores de lengua espa?ola".
Irina Razafimbelo lleg¨® a Madrid en una nube de estupor. Los kil¨®metros que separaban a Antananarivo de Madrid eran tambi¨¦n a?os entre Franco y la realidad del siglo XXI. Hizo un viaje en el espacio y el tiempo, dej¨¢ndose atr¨¢s al entonces novio, que segu¨ªa impartiendo clases en Madagascar.
"Todo era diferente a los libros con los que hab¨ªa estudiado -se entusiasma- Pod¨ªa hablar de verdad s¨®lo en espa?ol y con espa?oles. Era una inmersi¨®n real en la lengua y en la cultura".
Tras el curso, Irina regres¨® a Madagascar y obtuvo una beca del gobierno mexicano para estudiar Ciencias Pol¨ªticas en ese pa¨ªs. Su entonces novio obtuvo plaza como profesor en uno de los Institutos Cervantes de Marruecos, el de Fez. Ella se dirigi¨® a Marruecos al terminar sus estudios y se casaron en el a?o 2005. Irina comenz¨® a colaborar como profesora para los ni?os en el Cervantes s¨®lo un a?o m¨¢s tarde. La excelente sinton¨ªa con su marido se basa, entre otras cosas, en un amor total por la lengua y la literatura en espa?ol. No s¨®lo comparten hija y pasi¨®n, sino tambi¨¦n un proyecto de recopilar obras escritas en espa?ol por africanos.
En esta l¨ªnea, Irina y su marido han coordinado una compilaci¨®n de cuentos de autores cameruneses que escriben en espa?ol, publicada por la editorial canaria Puentepalo en el a?o 2006. Ella tambi¨¦n escribe, publica y participa en concursos literarios en espa?ol.
Antes de llegar a Salou, la pareja trabaj¨® en Guinea Ecuatorial, en la embajada en Malabo. Regresaron con el embarazo de Irina, que dio a luz en Espa?a a una ni?a que ahora tiene cuatro a?os.
Irina se apasion¨® en su pa¨ªs por el flamenco y las letras de Rub¨¦n Dar¨ªo, Lorca o Garc¨ªa M¨¢rquez, aunque apunta que Lorca le parec¨ªa muy triste, con sus referencias constantes a cementerios y la presencia amenazadora de la guardia civil. Al tocar la realidad espa?ola contempor¨¢nea, ampli¨® su pasi¨®n a la comida y la gente, sociable como los malgaches, curiosa y con ganas de re¨ªr.
"Me acuerdo de preguntar en un bar, en Madrid, qu¨¦ sab¨ªan de mi pa¨ªs y no obtener respuesta. No sab¨ªan lo que era Madagascar. Despu¨¦s de la pel¨ªcula de dibujos animados de Dreamworks, ya saben algo m¨¢s, por lo menos les resulta familiar el nombre. Pero muchos piensan que hay ping¨¹inos. No saben que hace calor, d¨®nde se sit¨²a geogr¨¢ficamente. S¨ª que hay espa?oles con m¨¢s cultura general, que ven los documentales y saben que es una isla tropical y conocen los l¨¦mures y los baobab. Saben que es una isla con una naturaleza incre¨ªble, pero pobre".
Confiesa que, al principio, se sent¨ªa un poco intimidada por la falta de respeto al espacio personal y por la necesidad de contacto f¨ªsico de los espa?oles. Los malgaches, aunque africanos, tienen una fuerte impronta asi¨¢tica en su mapa gen¨¦tico y falta de costumbre de tocarse.
"Echo de menos la familia y la comida. En Occidente hay una obsesi¨®n por comer productos bio, pero en Madagascar todo es bio. No hay hormonas, ni productos qu¨ªmicos, ni nada. La comida tiene gusto. Echo de menos las sobremesas como se hacen en mi pa¨ªs, cuando alguien saca una guitarra despu¨¦s de comer y cantamos y pasamos el tiempo juntos", concluye con cierta nostalgia.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
