Cuba camina hacia el realismo
La pregunta sobre su giro en pol¨ªtica exterior es si ser¨¢ duradero o coyuntural
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) se reunir¨¢, por tercera vez, a fines de este mes en La Habana. La presidencia pro t¨¦mpore de ese organismo, ejercida por el Gobierno de Ra¨²l Castro, no ha sido tan activa como la venezolana o la chilena, pero ha propiciado algunos gestos que pueden ser le¨ªdos como el principio del fin de una pol¨ªtica exterior prioritariamente volcada al nexo con Venezuela y la promoci¨®n del bloque bolivariano. Muy lentamente y envuelto en ret¨®ricas continuistas, como las propias reformas econ¨®micas implementadas en los tres ¨²ltimos a?os, un cambio hacia una pol¨ªtica exterior m¨¢s realista, en relaci¨®n con Am¨¦rica Latina, parece abrirse paso en La Habana.
Durante el a?o que Cuba ha estado al frente de la CELAC, el Gobierno de la isla se ha mantenido al margen de las reyertas habituales del ALBA. No se ha sumado a la ofensiva bolivariana contra la Alianza del Pac¨ªfico, ni ha presionado a la candidata y, luego, presidenta electa Michelle Bachelet para que abandone ese foro o abra una negociaci¨®n con Bolivia para encontrar una salida al mar. Durante el 2013, la relaci¨®n de Cuba con Brasil se reforz¨® por medio del pr¨¦stamo del Banco Nacional de Desarrollo Econ¨®mico y Social de ese pa¨ªs para la creaci¨®n de una zona franca en el puerto del Mariel y la canciller¨ªa de la isla organiz¨® encuentros con empresarios y pol¨ªticos de M¨¦xico, Per¨² y Colombia, tres naciones de la Alianza del Pac¨ªfico.
La Habana ha puesto especial cuidado en mantener buenas relaciones con el Gobierno de Juan Manuel Santos, en Colombia, facilitando las conversaciones de paz entre Bogot¨¢ y las guerrillas. A diferencia del Gobierno venezolano de Nicol¨¢s Maduro, que desconoci¨® el triunfo del candidato oficialista, Juan Orlando Hern¨¢ndez, en las pasadas elecciones presidenciales, en Honduras, el Gobierno de Ra¨²l Castro, al igual que el de Daniel Ortega, desestim¨® la acusaci¨®n de fraude lanzada por la oposici¨®n y reconoci¨® al nuevo mandatario hondure?o. El giro realista de la pol¨ªtica exterior de Cuba ha tenido sus recompensas: condonaci¨®n del 70% de la deuda con M¨¦xico, cr¨¦ditos e inversiones suramericanas, respaldo a la presidencia de la CELAC.
La Habana tiene buenas relaciones con el Gobierno de Santos
La pregunta sobre si ese giro es permanente o coyuntural se maneja en las canciller¨ªas de la regi¨®n. El Gobierno y, sobre todo, el partido comunista que lo rige contribuyen deliberadamente a la incertidumbre, manteniendo vivo un sectarismo bolivariano ¡ªcontrario a la Alianza del Pac¨ªfico, a gobiernos calificados como ¡°derecha neoliberal¡±, a la OEA o a foros e iniciativas que buscan mejorar las relaciones con Estados Unidos o Europa¡ª en los medios de comunicaci¨®n, especialmente en las p¨¢ginas electr¨®nicas m¨¢s adscritas a la ortodoxia fidelista. La contradicci¨®n entre una agenda pragm¨¢tica y un lenguaje intransigente ¡ªpuesta en evidencia en el ¨²ltimo discurso de Ra¨²l Castro en Santiago de Cuba¡ª es una se?a de identidad de la ideolog¨ªa oficial desde la convalecencia de Fidel Castro, en el verano de 2006.
La beligerancia diplom¨¢tica en Am¨¦rica Latina, como tantas otras cosas, poco a poco va quedando como un atributo del pasado fidelista y chavista de la izquierda regional. Sin Fidel y, sobre todo, sin Ch¨¢vez, que renov¨® esa beligerancia en los a?os posteriores a la Guerra Fr¨ªa, el latinoamericanismo retoma su tradici¨®n m¨¢s s¨®lida, que proviene, precisamente, de Sim¨®n Bol¨ªvar y los primeros republicanos hispanoamericanos y se consolida entre fines del siglo XIX y mediados de la pasada centuria, con Jos¨¦ Mart¨ª, la Revoluci¨®n Mexicana, el peronismo y el varguismo. Una tradici¨®n latinoamericanista que, desde la defensa del acervo hist¨®rico y cultural de la regi¨®n, entiende el continente como una zona republicana, en permanente intercambio y di¨¢logo con Estados Unidos y Europa, ?frica y Asia.
La Revoluci¨®n Cubana, a pesar de su impulso a la descolonizaci¨®n africana y asi¨¢tica, fue m¨¢s una ruptura que una continuidad con ese latinoamericanismo, toda vez que propuso abandonar la matriz constitucional republicana por medio de la inscripci¨®n de la isla en el bloque sovi¨¦tico. Luego de 1959 en Cuba se produjo un curioso fen¨®meno, que apenas comienza a estudiarse, por el cual los viejos prejuicios anti-ind¨ªgenas del nacionalismo blanco cubano se rearticularon dentro de una ideolog¨ªa marxista-leninista que representaba a Am¨¦rica Latina y el Caribe como regiones atrasadas e inferiores a Cuba, por su capitalismo subdesarrollado. As¨ª como las ¨¦lites del periodo prerrevolucionario cre¨ªan vivir en un pa¨ªs m¨¢s norteamericano que latinoamericano, las nuevas ¨¦lites socialistas sintieron que habitaban en el Segundo Mundo del comunismo euroasi¨¢tico.
Cada vez ser¨¢ m¨¢s necesaria una democratizaci¨®n de la isla
En los ¨²ltimos veinte a?os, esa fantas¨ªa se ha disuelto vertiginosamente y hoy los cubanos se sienten m¨¢s latinoamericanos y caribe?os que nunca en su historia. Hugo Ch¨¢vez y el ALBA ayudaron a ese regreso de Cuba a la regi¨®n, pero lo hicieron de manera sectaria, entendiendo lo latinoamericano s¨®lo como una parte y no como el todo de la comunidad. La CELAC y su pr¨®xima cumbre en La Habana son la mejor evidencia de que es inconcebible un pleno latinoamericanismo sin democracia, ya que sociedades heterog¨¦neas y pol¨ªticamente plurales s¨®lo pueden integrarse por medio del respeto a la diferencia. Al Gobierno cubano, que no tolera y reprime toda oposici¨®n interna, siempre le queda la opci¨®n del doble rasero. Reclamar, en nombre del latinoamericanismo democr¨¢tico, la tolerancia regional de un sistema comunista, y encarcelar o perseguir a quienes, en la isla, exigen los derechos civiles y pol¨ªticos de que goza cualquier ciudadano del continente.
La integraci¨®n de un r¨¦gimen comunista, como el cubano, a una comunidad de rep¨²blicas democr¨¢ticas, como las latinoamericanas, est¨¢ llamada a generar, en los pr¨®ximos a?os, ese constante desdoblamiento. El Gobierno de la isla se ve obligado a justificar la pertenencia de un sistema pol¨ªtico de partido ¨²nico, control estatal de los medios de comunicaci¨®n y oposici¨®n ileg¨ªtima a un foro continental de democracias. Los desencuentros entre el discurso y la pr¨¢ctica, el protocolo y la realidad har¨¢n cada vez m¨¢s evidente la necesidad de una democratizaci¨®n de la isla. A la luz de esa contradicci¨®n, los j¨®venes pol¨ªticos cubanos, del Gobierno o la oposici¨®n, comprender¨¢n m¨¢s temprano que tarde que, solo en democracia, Cuba podr¨¢ aprovechar al m¨¢ximo las ventajas de la integraci¨®n regional.
Rafael Rojas es historiador.
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