La guerra, las personas
Autor invitado: Fernando Duclos
Encontrarse con la guerra, verle a la cara a la muerte, es diferente. Uno podr¨¢ horrorizarse una y otra vez con las im¨¢genes en televisi¨®n de Hiroshima, preguntarse c¨®mo mataron a un mill¨®n en Rwanda o compadecerse por el conflicto en Colombia, pero, al cabo, nada de esa indignaci¨®n, por m¨¢s genuina que sea, ser¨¢ pasible de comparaci¨®n con el miedo que genera una bomba explotando cerca o el espanto del r¨ªo y un cad¨¢ver que flota. Para los ojos, para la memoria, es m¨¢s terrible cruzarse con un muerto, uno solo, que enterarse que mataron a cincuenta. Y eso porque, al cabo, a la guerra, por m¨¢s que al final quede en n¨²meros, la hacen personas.
El 15 de diciembre estaba en Kampala, Uganda, y me enter¨¦ de que hab¨ªa estallado un conflicto en Sud¨¢n del Sur, un pa¨ªs lim¨ªtrofe. En un d¨ªa, fallecieron 300, arreciaron los choques armados y la naci¨®n, que ya tambaleaba, se vino abajo. Un mes pas¨® de aquello y en el medio, hubo tres episodios, b¨¢sicos, ninguno peligroso, que marcaron mi primer acercamiento a la guerra y que, por eso, no se ir¨¢n nunca de mis recuerdos. Pensaba, mientras escribo: detr¨¢s de ¨¦se ¡°fallecieron 300¡±, ?Cu¨¢ntas historias existen, cu¨¢ntas l¨¢grimas, cu¨¢nto pavor? ?Cu¨¢ntos abrazos?
En noviembre, recorr¨ªa Kenya, y me ilusion¨¦ con pasar la Navidad en Sud¨¢n del Sur, a donde se llega por el Norte, cerca del Lago Turkana. Ten¨ªa cierto encanto: las fiestas, el pa¨ªs m¨¢s nuevo del mundo. Era una oportunidad ¨²nica y pod¨ªa ser interesante, pero los precios me hicieron desistir: 100 d¨®lares la visa y 50, la noche en el hotel m¨¢s barato de Juba. No pod¨ªa pagarlos. Tuve mucha suerte. El 25 de diciembre, en esta naci¨®n nacida hace dos a?os, nadie festejaba: todos, en cambio, con la oreja pegada en la radio, se preparaban para una guerra civil que parec¨ªa inminente. Yo segu¨ªa las noticias desde Gulu, al Norte de Uganda, y entonces, me lleg¨® un mail de una argentina, una de los diez que viven en esta naci¨®n lastimada y con quien me hab¨ªa contactado previamente, cuando a¨²n hac¨ªa las averiguaciones navide?as.
¡°Querido Fernando, qu¨¦ decirte, las cosas est¨¢n m¨¢s calmas ¨Cme contaba mi compatriota, que trabaja para la ONU-, al menos hoy hemos dejado de escuchar tantas explosiones y metralletas. Pero la calma de ruidos de armas, ac¨¢ en Juba se ve mal. Tenemos m¨¢s de 10.000 refugiados internos en el campamento y no est¨¢n felices. Nos amenazan con invadir el resto del campamente ya que no les damos m¨¢s que agua y servicios m¨¦dicos, pero es que no se puede alimentar a tanta gente cuando no es nuestro mandato¡±.
Y unos d¨ªas despu¨¦s, luego de mi contestaci¨®n y ya en el nuevo a?o: ¡°Las cosas no andan bien para nada, necesitamos un milagro. Son odios ancestrales y las atrocidades cometidas no ser¨¢n f¨¢ciles de perdonar...c re¨¦me, nadie las olvidara. El campamento de refugiados internos es incre¨ªble. S¨®lo si lo ves y lo ol¨¦s podr¨ªas poner algunas palabras al respecto. Mis visitas diarias al hospital, nunca he visto al diablo encarnado como para hacer lo que han hecho. Rez¨¢, por favor, rez¨¢... hay mucho sufrimiento¡±.
El primer mail, dec¨ªa, lo le¨ª en Gulu, Uganda. En Sud¨¢n del Sur hab¨ªa muchos ugandeses: al ser un pa¨ªs completamente nuevo, las oportunidades de negocios eran muchas, hab¨ªa que construir desde cero. La gran mayor¨ªa de esa gente debi¨® ser evacuada. Y mientras caminaba por la ciudad, pensando en el correo que me hab¨ªa llegado, vi pasar a cuatro, cinco, seis camiones llevando, cada uno, a veinte, treinta, cuarenta de esos hombres y mujeres escapando: caras sufrientes, gallinas, colchones, la ropa puesta. Detr¨¢s de cada una de esas personas que se iba, que se pon¨ªa a resguardo bajo la cobija ugandesa, hab¨ªa una historia. Y, dentro de todo, las suyas eran, a¨²n con sufrimiento, historias de escape, de salvaci¨®n. ?Cu¨¢nto para contar tendr¨¢n los que se quedaron? Las familias de los muertos, ?Tendr¨¢n alg¨²n d¨ªa voz?
Despu¨¦s de los mails y los camiones, y la conmoci¨®n que me signific¨® oler la guerra tan de cerca, aunque nunca con riesgo, me encontr¨¦ con Jana, una alemana en el Sur de Uganda. Es cirujana y hab¨ªa estado trabajando en M¨¦dicos sin Fronteras, en Leer, al Norte del pa¨ªs. Debi¨®, como todos esos ugandeses api?ados en los camiones, escaparse de Sud¨¢n del Sur. ¡°Nunca antes vi una guerra que estallara de un minuto a otro ¨Cme dec¨ªa-, el 14 de diciembre no pasaba nada y el 15, ya hab¨ªa 300 muertos. Antes de irme, deb¨ª atender a varias personas, la mayor¨ªa con heridas de AK47 en las piernas, aunque no fue lo m¨¢s terrible porque eso ya pasaba antes, cuando terminaban mal las disputas por ganado¡±. ¡°Lo m¨¢s duro ¨Ccontinu¨®- fue sentir a la guerra ah¨ª, la atm¨®sfera indescriptible, el nerviosismo en el aire, todo el pueblo abarrotado alrededor de unos pocos aparatos de radio, esperando la noticia. Los tres Dinka que viv¨ªan en la poblaci¨®n, debieron huir antes de que les pase algo¡¡±
Las cr¨®nicas del conflicto en Sud¨¢n del Sur dicen que el problema empez¨® cuando el presidente Salva Kiir, de la etnia Dinka, ech¨® a su vicepresidente Riek Machar, de la etnia Nuer. Eso desat¨® choques armados que, en un principio, fueron pol¨ªticos y ahora traslucen viejos y nunca resueltos resquemores tribales. Mientras ambas partes sostienen negociaciones en Etiop¨ªa, la batalla sigue en el interior del pa¨ªs, y no se sabe c¨®mo terminar¨¢. Eso dicen las cr¨®nicas. El descontento en el campamento de refugiados, la falta de comida, la angustia de una argentina, los camiones llegando a Gulu o la atm¨®sfera b¨¦lica que oli¨® la alemana, esas peque?as historias, y las miles, millones que anidan detr¨¢s, entre corridas, armas y gritos, seguramente quedar¨¢n escondidas para siempre, guardadas en un caj¨®n, excepto entre las malas memorias de sus protagonistas.
(*) Fernando Duclos es periodista, argentino, tiene 28 a?os y trabaj¨® en diversos medios de su pa¨ªs. En junio de 2013, decidi¨® que era hora de cumplir un gran sue?o postergado y se fue a recorrer ?frica. Empez¨® el 1 de octubre y ya estuvo en Etiop¨ªa, Somal¨ªa, Kenya, Uganda y ahora, en Rwanda. Su viaje se puede seguir en: www.cronicasafricanas.com
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