Paradojas del final de ETA
El terrorismo ha sido derrotado, pero desde cierta burbuja se desprecia la realidad
?Hace dos a?os largos que acab¨® la violencia de ETA, y, primera paradoja: en el Pa¨ªs Vasco se disfruta la paz y en el debate pol¨ªtico espa?ol parece que todo sigue igual. Tertulias, peri¨®dicos, v¨ªctimas, declaraciones del Gobierno, persisten en una especie de cruzada interminable contra los restos de aquel desastre. La gente en Euskadi ha recuperado la libertad, han desaparecido los escoltas, y el miedo. Nadie est¨¢ extorsionado ni amenazado. La pol¨ªtica, por fin, monopoliza todos los debates y la violencia ha desaparecido total y absolutamente de nuestras calles. Pero la inercia informativa, los intereses creados y el populismo que arrastra este tema, siguen haciendo que la burbuja capitalina pol¨ªtico-medi¨¢tica, desconozca o desprecie la realidad de lo que vivimos y sentimos en el Pa¨ªs Vasco.
?A qui¨¦n beneficia actuar como si ETA no hubiera sido derrotada?
Segunda paradoja: ETA anunci¨® el abandono definitivo de la violencia de manera unilateral e incondicionada. Fue un cese por rendici¨®n, aunque lo envolvieran en su falsa ret¨®rica. Pero esta evidencia no se ha instalado en la cultura pol¨ªtica del pa¨ªs, y es sistem¨¢ticamente cuestionada por importantes protagonistas pol¨ªticos y medi¨¢ticos. Hasta el punto de que quienes no quieren reconocer este hecho ¡ªla derrota de ETA¡ª acaban construyendo una argumentaci¨®n en contrario, es decir, avalan y extienden la idea de que ETA ha ganado a la democracia, convirtiendo as¨ª a los derrotados, en triunfadores. La derrota de ETA no equivale a la desaparici¨®n f¨ªsica de quienes la defend¨ªan, sino a su abandono de la violencia y su incorporaci¨®n a las reglas de la democracia. Nuestra victoria no consiste en su renuncia a sus ideas, sino en que las defiendan con la voz y la palabra y dejen para siempre las pistolas y las bombas. Por eso, no podemos alarmarnos de que nuestro combate a sus ideas y a sus pretensiones se dilucide ahora en las instituciones democr¨¢ticas. Cuestionar este hecho con alarmismo medi¨¢tico o peticiones ilegalizadoras echa por tierra nuestro pluralismo democr¨¢tico y la superioridad moral de nuestras convicciones.
A esta posici¨®n se llega desde muy distintos lugares pol¨ªticos y con muy diferentes prop¨®sitos, pero todos acaban convergiendo en esta peligrosa y falsa conclusi¨®n. Algunos porque no quieren reconocer al Gobierno de Zapatero-Rubalcaba ese m¨¦rito hist¨®rico. Otros, porque no saben ni pueden vivir sin este tema. Otros, porque buscan r¨¦ditos populistas en la posici¨®n ultra del tema. En fin¡ Sectarismo, oportunismo, populismo, ll¨¢menlo como quieran, lo insufrible es que otorguen la victoria a los terroristas cuando es la democracia y el pueblo espa?ol quien ha derrotado a ETA.
Nuestra victoria no consiste en su renuncia a sus ideas, sino en que las defiendan con la voz y la palabra
Les har¨¦ una confesi¨®n. Durante muchos a?os, mientras sufr¨ªamos m¨¢s de cincuenta asesinatos al a?o, muchos pens¨¢bamos que nunca acabar¨ªamos con este problema. Despu¨¦s del pacto de Ajuria-Enea (1988), ya en los a?os noventa, cre¨ª que la paz ser¨ªa la consecuencia de alg¨²n tipo de acuerdo entre las fuerzas pol¨ªticas vascas y que exigir¨ªa mucha generosidad a un final dialogado como cobertura al cese de la violencia, aunque sin concesiones pol¨ªticas. Hoy puedo decirles que nunca imagin¨¦ un final tan limpio, tan claro, tan rotundo, como lo ha sido. ETA se ha ido sin nada. Nada se ha pagado y nada les debemos. Nada se ha pactado. ETA ha sido derrotada por la sociedad, desarticulada por la polic¨ªa y la ley, empujada por la pol¨ªtica hacia la aceptaci¨®n de sus reglas, desbordada por la realidad y por su propia gente, hacia el abandono de su fanatismo. Todo lo que ha ocurrido desde aquel octubre de 2011, avala la derrota sin paliativos del terrorismo y la victoria plena de la democracia. Todo, hasta el comunicado de los presos, aunque su foto nos resulte repugnante. ?A qu¨¦ viene, entonces, negar la evidencia y darle la vuelta a la realidad? ?Qu¨¦ se pretende? ?A qui¨¦n beneficia actuar ahora como hace diez a?os o, como si la violencia no hubiera acabado? Yo recuerdo muy bien su historia. Las razones que esgrimieron para despreciar la autonom¨ªa y la democracia en 1978. Su agenda reivindicativa, tan ampulosa, su alternativa KAS, la autodeterminaci¨®n, Navarra, la expulsi¨®n de las Fuerzas de Seguridad... ?Qu¨¦ ha quedado de toda aquella ret¨®rica? ?C¨®mo explicar¨¢n por qu¨¦ y para qu¨¦ mataron tanto? Es la historia de un fracaso rotundo, de una historia err¨¢tica y miserable. Eso, en Euskadi lo saben hasta los ni?os. ?Por qu¨¦ entonces otorgarles la victoria? ?Qu¨¦ teor¨ªa enferma y absurda quiere privarnos de este logro inmenso de la democracia y la paciencia del pueblo espa?ol?
Tercera paradoja: Euskadi estaba como una balsa hace unas semanas. El pacto PNV-PSE hab¨ªa orientado la pol¨ªtica vasca por derroteros muy distintos a los de Catalu?a. El Pa¨ªs Vasco viv¨ªa otro tiempo. Otras eran sus inquietudes: consolidar la paz y trabajar por mejorar la convivencia de una sociedad todav¨ªa atravesada por las heridas terribles de la violencia; construir un relato fidedigno que honre a las v¨ªctimas; salir de la crisis, etc¨¦tera. Hablando, hace unos d¨ªas con dirigentes nacionalistas de Catalu?a, coincid¨ªan en este an¨¢lisis. ¡°Vosotros no ten¨¦is agravios, me dec¨ªan, viv¨ªs en otras coordenadas, vuestras preocupaciones, son otras¡±. Pero, de pronto, se han acumulado una serie de acontecimientos que nos han devuelto a la ¨¦pica del pasado, a las antiguas trincheras, a las viejas dial¨¦cticas. Peor a¨²n, a las peligrosas alianzas entre nacionalistas que rivalizan por liderar sus esencias y su anacr¨®nico milenarismo. ?Qui¨¦n les empuja hacia ello?
El Gobierno deber¨¢ analizar estas paradojas porque su gesti¨®n de estos temas ¡ªno dir¨¦ m¨¢s¡ª no ha mostrado hasta la fecha las virtudes exigibles en tan delicada materia y puede acabar en un fracaso rotundo que lo ser¨¢ de todos y lo pagaremos algunos. Consolidar la paz, asegurar el desarme y la desaparici¨®n de ETA, recuperar una convivencia construida sobre la verdad y la justicia, superar los enormes da?os humanos producidos tantos a?os, incluso definir el futuro vasco desde ¡°el deber de memoria¡± a la luz de la experiencia que nos proporciona la barbarie sufrida, son materias de alto valor pol¨ªtico, de enorme sensibilidad social.
La pol¨ªtica en estos casos, es una ciencia que reclama inteligencia y valent¨ªa y, alejarse de populismos cortoplacistas. Gobernar estos temas a golpe de portada de peri¨®dico, o mirando de reojo al sector ultra del electorado, o temiendo perder un pu?ado de votos a manos del partido rival, no solo no es recomendable. Es peligrosamente grave.
Ram¨®n J¨¢uregui es diputado socialista por Araba/?lava
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